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por lo que hicieron de sus costumbres guerrilleras una forma de vida. Luego, con las Guerras Carlistas ocurrió otro tanto. Al igual que aconteció, más adelante, con algunos de los protagonistas del cine quinqui, muchos de estos bandoleros murieron jóvenes, consecuencia natural de su forma peligrosa de vivir. Dos legendarios ejemplos de ello fueron José María el Tempranillo y Luis Candelas, que vivieron veintiocho y treintaitrés años respectivamente.

      La delincuencia, pues, no sería una forma de oposición al sistema, o un intento de derrocarlo, sino más bien una aspiración a participar del mismo y elevar la propia posición ocupada en él. Lo que hace diferir al burgués tradicional del delincuente es el medio a través del cual quiere lograr tal propósito. En el caso del lumpen, este solo podrá aspirar a incrementar su posición por medio de acciones ilegales. De este modo, su ascensor social y económico es el delito. Lo que ocurre generalmente en los análisis que realiza la izquierda del mundo lumpen es que, en estos, los más vulnerables socialmente son idealizados, entre otras cosas porque los escritores encargados de tales análisis no tienen contacto alguno con lo marginal, si acaso solo a partir de encuestas, estadísticas y datos en papel. Y lo cierto es que uno tiende a idealizar aquello que desconoce o que solo vislumbra en la distancia.

      Por otro lado, en el mundo académico vinculado a lo antropológico, lo sociológico y, no digamos ya, en el marco de los estudios culturales, dotar a todo texto académico de una pátina de ideología progresista es fundamental no solo para medrar, sino para gustarse y mercantilizar las propias labores académicas de cara tanto al público y al alumnado como a la propia jerarquía académica, a causa de lo cual el lumpen sigue ocupando el lugar de víctima idealizada. Digamos que tanto delincuentes como académicos y burgueses prosperan y progresan como les es permitido en sus respectivos marcos, estructuras y contextos de acción. En este tipo de literatura, el lumpen es considerado siempre una víctima, y es esa calidad de víctima la que le provee automáticamente de bondad, puesto que por las víctimas uno suele sentir compasión, un sentimiento que embellece al que sufre. Pero, claro, dichos forajidos modernos no son solo víctimas, sino también, en muchos casos, depredadores capaces de una maldad y falta de compasión extremas. Esto se debe a que viven realidades muy concretas y duras, pero también al hecho de que son seres humanos y los seres humanos somos imperfectos.

      Al contrario de lo que ocurre hoy, en los años de la Transición estaba de moda transgredir las normas, cuestionar la moral imperante y derrocar la mojigatería. Las películas principales del cine quinqui lograron un fastuoso éxito comercial, entre otras razones, porque en ellas las reglas, lo establecido y la ley saltaban por los aires. Hablamos de los años del destape, donde el sexo, la violencia y la delincuencia en el cine eran considerados contraculturales y revolucionarios. Estas temáticas encarnaban apetitos inconscientes frente a las restricciones de un superego social, que estaba ya desgastado y obsoleto frente a los deseos cotidianos de las personas de a pie.

      En relación con esto, podemos afirmar que el surgimiento y enaltecimiento del macarra intersecular se inicia por los siguientes motivos principales:

      1. Desarrollismo económico.

      2. Boom de natalidad.

      3. Migraciones e incorporación desde el ámbito rural hasta las grandes ciudades.

      4. Apertura a influencias extranjeras.

      5. Cooptación de la figura del lumpen para el espectáculo de consumo.

      Digamos que estos fenómenos culturales afectaron a la totalidad de la sociedad española, pero que tuvieron un impacto concreto en las capas sociales más bajas y, en particular, sobre las personas jóvenes de sexo masculino, que son quienes conforman el grueso del macarrismo patrio.

      [1] Curiosamente, la palabra fue transferida a otros idiomas como el inglés estadounidense, en cuyo mundo afroamericano se habla del chulo como mack, o en Argentina y Uruguay, donde se emplea la palabra macró.

      [2] Iñaki Domínguez, Macarras interseculares, Santa Cruz de Tenerife, Melusina, 2020.

      [3] Ramón Tamames, La República. La era de Franco, Historia de España Alfaguara, vol. VII, Madrid, Alianza Editorial, 1974, pp. 395-396.

      [4] [https://datosmacro.expansion.com/demografia/natalidad/espana].

      [5] En el último cuarto del siglo XX, el mullet fue el corte de pelo distintivo de las clases bajas, tanto en España como en otros muchos países. En España, por poner un ejemplo, fue el corte prototípico de los gitanos; en Estados Unidos el mullet era propio de la llamada white trash; los hooligans ingleses eran propicios a llevar dicho corte; y en Holanda los niños macarrillas de finales de los ochenta y principios

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