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nacional española contemporánea, y parece abrirse paso la idea de no centrar su estudio en torno al éxito o fracaso.27 Ello no quiere decir que haya disponible un relato alternativo completo al de la tesis de la débil nacionalización (probablemente tampoco sería deseable); así, los autores que han planteado críticas lo han hecho de manera parcial y no necesariamente coincidente. Sin embargo, podemos señalar diversos puntos que contribuyen a construir esa interpretación alternativa. En primer lugar, la reconsideración de la naturaleza y alcance de la revolución liberal española, una cuestión asentada en una sólida tradición historiográfica que se ha desarrollado en las últimas décadas. En segundo término, una redefinición del papel del Estado, no sólo por lo que respecta a discutir su rol de actor principal en el proceso de nacionalización, sino a la hora de plantear un mayor alcance de su tarea nacionalizadora.28 En tercer lugar, la importancia de la construcción de la nación desde los ámbitos regionales y locales que, lejos de plantearse como contrapuestos a la identidad nacional, funcionan como fundamento de la misma.29 En cuarto lugar, la consideración de una esfera pública y cultural nacional integrada (desde los ámbitos de la literatura y la historiografía hasta las artes plásticas) que habría contribuido a fijar el imaginario de la nación. Por último, la valoración de las distintas culturas políticas activas a lo largo del siglo XIX identificables como discursos del nacionalismo español, desde el liberalismo al conservadurismo, pasando por los discursos del republicanismo.

      Así, la tesis de la débil nacionalización parte del supuesto de que la construcción de la identidad nacional y su difusión social son responsabilidad casi exclusiva del Estado a través de aparatos como la escuela o el ejército, excluyendo otros mecanismos no formalizados de nacionalización. Se sustentaría, así, en una visión muy limitada de los procesos de construcción identitaria, que los estudios más recientes han empezado a impugnar. Asimismo, cabe destacar que el hecho de que la tesis de la débil nacionalización fuera el paradigma dominante en torno al cual se desarrollaba el debate historiográfico situó al siglo XIX en el centro del debate sobre la construcción de la identidad nacional española contemporánea. De hecho, fueron pocos los trabajos que, a lo largo de la década de los años noventa, se ocuparon del estudio del proceso de construcción nacional en el siglo XX. Sin embargo, la interpretación global del fracaso y las anomalías fue asumida también por algunos historiadores que analizaban el siglo XX, proyectando así algunas de las inercias interpretativas en la historiografía española.30 En este sentido, el cuestionamiento de los fundamentos de la tesis de la débil nacionalización por lo que respecta al XIX debería servir igualmente para discutir su prolongación hacia el XX, y especialmente hacia las cuatro primeras décadas del mismo. No hay que olvidar que a la hora de analizar el siglo XX ha ocupado un lugar destacado, y particularmente en la producción de los autores extranjeros dedicados a analizar la historia española más reciente, la consideración de la guerra civil como auténtica culminación de la trayectoria de fracasos y anomalías de la historia española.

      En nuestra opinión, para abordar el estudio de los discursos del nacionalismo español y la construcción de la identidad nacional en las primeras décadas del siglo sería necesario someter a una profunda revisión esta idea de la herencia de una trayectoria fracasada teleológicamente trazada a partir del supuesto fracaso final que sería la guerra civil. Así, estas cuatro décadas habría que vincularlas al que habría sido un proceso activo, y al menos parcialmente eficaz, de difusión de la identidad nacional española y de presencia de los discursos nacionalistas en la esfera pública.

      Si intentamos trazar un balance de los estudios que han abordado el análisis de la construcción de la identidad nacional española para las primeras décadas del siglo XX, nos encontramos con un escenario desigual tanto en el interés por temas o marcos cronológicos como por la naturaleza de las valoraciones. Probablemente, la historia política sigue siendo el ámbito preferente o al menos el referente teórico más destacado de los estudios sobre nacionalismo e identidad nacional española, mientras que las perspectivas de la historia cultural han sido aplicadas de modo mucho más limitado.31

      En este sentido, y aunque falte aún mucho por analizar, cabe destacar los trabajos dedicados al análisis de los discursos nacionalistas32 de las distintas culturas políticas y, en menor medida, a su labor nacionalizadora. 33 curiosamente, tal vez se haya avanzado más en el ámbito de las culturas políticas de la izquierda que en las de la derecha, probablemente porque se tiende a dar por descontado el carácter nacionalista de ésta mientras que el de las culturas políticas izquierdistas ha resultado un «descubrimiento» más reciente. Una de las monografías más relevantes en este sentido es el estudio de xosé Manuel núñez seixas referido al periodo de la guerra civil. En él, el autor ha analizado cómo tanto en el discurso político de las izquierdas como de las derechas estuvo muy presente la dimensión nacionalista.34 Aunque núñez seixas no lo apunta específicamente, cabe afirmar que esa retórica sería, sin embargo, imposible de entender sin tener en cuenta que el periodo de la guerra civil, aun con la especificidad que supone el conflicto bélico, no sería sino la culminación de una trayectoria más larga y que sin duda debe ocupar las primeras décadas del XX, tanto de interiorización de la retórica del nacionalismo español como de la dimensión nacionalizadora de estos mismos discursos.

      Probablemente uno de los ámbitos de estudio en que se ha avanzado más es el del estudio de los discursos nacionalistas entre uno de los sectores más característicos encargados de su producción y difusión: los intelectuales. con todo, hubo que esperar hasta la publicación en 1997 de La invención de España de inman fox, primera obra que hablaba del trabajo de los intelectuales a la hora de «inventar» la nación española.35 Desde entonces, los estudios se han multiplicado, y esta reconsideración del papel de los intelectuales en relación con la elaboración del discurso nacionalista español se produce en relación con las conmemoraciones del centenario del desastre colonial. Es por ello que corresponde a la reconsideración de la «generación del 98» los primeros estudios sobre esta naturaleza nacionalista de su discurso. Posteriormente se han ido desarrollando trabajos como los de Javier Varela, ismael saz y santos Juliá, que desde perspectivas distintas y ámbitos analíticos que no son coincidentes han planteado una revisión en profundidad del escenario de la relación entre los intelectuales y los discursos del nacionalismo español.36 por supuesto, ello no significa ni que todos los intelectuales ni que todas las producciones de los mismos hayan recibido el mismo tipo de atención. Por una parte, siguen existiendo autores cuya valoración resulta ambivalente (por ejemplo, José ortega y gasset o Manuel Azaña),37 y en ocasiones hay grupos generacionales que parecen estar fuera de este tipo de análisis (la generación del 27 o, más en general, la de los intelectuales republicanos). Por otra parte, ha tendido a primarse un cierto tipo de historia intelectual tradicional, más centrada en el análisis específico de los discursos que no en la configuración de los campos intelectuales o de las prácticas discursivas (con la excepción de la difusión en prensa de algunas de estas producciones). En este sentido, se ha avanzado notablemente en el estudio de algunos de los discursos específicamente referidos a cuestiones políticas de la identidad nacional, pero menos en lo que respecta al análisis de otro tipo de manifestaciones culturales, como pueda ser la producción novelística.38

      Por otra parte, y de forma tal vez paradójica, el estudio de las acciones emprendidas por el Estado y la voluntad nacionalizadora del mismo se han convertido en una llamativa ausencia. La única excepción destacable sería el importante trabajo de Alejandro Quiroga sobre la dictadura de Primo de Rivera.39 bastante más se ha avanzado, sin embargo, en el estudio de algunas conmemoraciones como las vinculadas al centenario de la Guerra de la independencia,40 aunque seguimos prácticamente sin estudios sobre otros posibles casos, así como sobre buena parte de las conexiones locales de las mismas. Más ambivalente es, todavía, el ámbito que corresponde a las representaciones y al estudio de los símbolos (ya sean impulsados por el Estado y fruto de la propia sociedad civil), aunque éste parece ser un ámbito de creciente importancia.41

      Todavía queda una larga lista de temas para los cuales disponemos de pocos estudios para las primeras décadas del siglo XX. Tal vez sea el ámbito de la educación donde pueden localizarse algunas de las aportaciones más destacadas.42 por el contrario,

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