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la espera se alargaba, algunos trabajadores decidieron pasar el rato agarrados a una botella de alcohol. Otro, sin embargo, pensó que la mejor manera de divertirse mientras esperaban era disparar a los peces que poblaban las aguas, para lo que había ido a casa y se había enfundado su 22 escuadra, una pequeña pistola3.

      Después de disparar varias ráfagas contra el agua «se suponía que ya no quedaban balas en la pistola», explica Osman. También se había acabado parte del alcohol, que ya estaba haciendo estragos y eran varios los que se encontraban en estado de embriaguez.

      Obnubilado por la bebida, uno de los trabajadores le pegó un puñetazo a un compañero, lo que provocó un revuelo entre todos los presentes. Néstor, que era el que portaba en ese momento la pistola, se acercó al grupo, diciendo: «Tengo ganas de matar a alguien». En ese preciso momento apareció Saúl, un chico del pueblo muy deportista, con muchas cualidades para jugar al fútbol y que, de hecho, iba a fichar por un equipo de la liga nacional. Venía de ver a su novia. «Néstor, ¿para qué vas a matar a otro? Mátame a mí, que soy tu mejor amigo», le dijo Saúl de broma. Néstor continuó con el embuste y colocó la pistola en la sien de Saúl. Osman estaba contemplando la escena en primera persona y solo unos pocos centímetros le separaban de los dos amigos.

      De pronto, Néstor accionó el gatillo y un ruido seco salió de la 22 escuadra junto con una bala, la última del cargador, que atravesó la cabeza de Saúl. A pesar de ser una pistola de pequeñas dimensiones, el disparo a quemarropa levantó a más de un metro el cuerpo inerte de Saúl, que era de complexión fuerte, y se empotró contra el suelo ante la estupefacción de todos los jóvenes que allí estaban reunidos, incluido el propio Néstor.

      Como el pueblo estaba en alerta por las inundaciones, el alcalde y un policía se encontraban cerca de la escena del crimen. «Fue el mismo Néstor, que estaba en estado de shock por lo que acababa de suceder, el que fue al alcalde a decirle que en las inmediaciones había un herido de bala», asegura Monterroso.

      Alertados por el regidor, los servicios de emergencia acudieron al lugar de los hechos y se llevaron a Saúl al hospital. Por su parte, la policía arrestó a Néstor y lo mandó a la cárcel, donde solo estuvo seis meses.

      Las dos familias eran muy amigas y la madre de Saúl no quiso presentar cargos, cosa que sí hizo la fiscalía. Los allegados de Néstor contrataron a uno de los mejores abogados de la zona y medio año después quedó en libertad sin cargos.

      Los hermanos de Saúl no se tomaron la «broma» tan bien y buscaban a Néstor para matarlo. Lo buscaban, lo buscaban y lo buscaban, así que el que fuera compañero de trabajo de Osman y cobrador en el autobús de Lucio decidió irse a Estados Unidos, desde donde lo deportaron dos décadas después.

      Matrimonio de conveniencia

      En el ínterin, «mi madre se había casado con un hermano de Saúl» y cuando Néstor volvió a Honduras «enamoró a mi hermana y se casó con ella. Estaba buscando un acercamiento con la familia del que fue su mejor amigo, al que mató veinte años atrás. Como sabía de la boda de mi madre, creía que si se casaba con mi hermana todo quedaba en familia y los hermanos de Saúl dejarían de buscarle para matarle», recuerda Osman. Y funcionó. En parte por los enlaces matrimoniales y porque había pasado tanto tiempo que incluso uno de los hermanos de Saúl, Beto, había muerto de una enfermedad.

      Osman no fue a la boda de su excompañero de trabajo y de su hermana. «No me parecía un chico de fiar. No me caía bien. Aquí, en España, un tatuaje puede ser un arte. En mi país no. Los tatuajes son sinónimo de delincuencia», explica. El tiempo le dio la razón.

      «Mi hermana era empleada del ayuntamiento, donde llevaba doce años trabajando». Al casarse, su madre prestó dinero al nuevo matrimonio para ayudarles en su nueva vida, cosa que hacía cuando alguna de sus hijas se casaba.

      Con el dinero Néstor se fue a vivir a Europa, donde encontró trabajo en un barco turístico. «Antes de partir, mi hermana cobró una indemnización de 190.000 lempiras (moneda de Honduras) por su trabajo durante más de una década en el consistorio del pueblo». Además, Néstor obligó a su mujer a contratar un seguro de vida por valor de 150.000 lempiras.

      «Luego supimos que este hombre maltrataba a mi hermana y que sus planes para con ella eran macabros», asegura Osman. «Néstor quería matar a mi hermana, cobrar el seguro de vida y quedarse también con el dinero que ella había recibido del ayuntamiento», añade. En total 240.000 lempiras, es decir, unos 9.500 euros.

      La doble vida de Néstor

      Néstor mató a Saúl. Fue su primera muerte, pero no la única. «Después de casarse con mi hermana mató a dos importantes políticos. Uno era diputado del Parlamento Centroamericano y el otro diputado del Congreso Nacional. Eran padre e hijo», asegura Osman.

      El suceso fue recogido, entre otras publicaciones y sin citar la autoría de los hechos, por la agencia de noticias Europa Press el 11 de abril de 2015. En el artículo, bajo el titular «Tiroteado el expresidente de la Corte Suprema de Justicia de Honduras»4, la agencia española relata cómo Eduardo Gauggel Rivas y su hijo, diputado del Congreso Nacional por el Partido Liberal, fueron asesinados a balazos en San Pedro Sula.

      «Ambos se vieron sorprendidos por desconocidos cuando ingresaban a su vivienda en su vehículo. Según información preliminar, varios hombres a bordo de una camioneta blanca y otro vehículo tipo turismo les cerraron el paso y abrieron fuego contra el vehículo. Gauggel hijo sacó una pistola de la guantera e intentó sin éxito defenderse, hiriendo a uno de los atacantes, que ha sido detenido», escribió Europa Press.

      Néstor había vuelto de Estados Unidos convertido en sicario «y no nos dimos cuenta». Cuando se produjo el asesinato de los dos políticos, «una cámara cercana al lugar del crimen captó la matrícula de uno de los coches que utilizaron los sicarios. La policía fue a detener al dueño, un tal César. Pero este les dijo a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado que Néstor, que era su amigo, le había pedido varias veces el coche y que la noche del asesinato lo tenía él», cuenta Osman.

      Pero Néstor no es el único sicario de su pueblo. Esta es una realidad que afecta a muchos jóvenes hondureños y que ha sumido al país en la violencia y el narcotráfico.

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      1. El Instituto Hondureño de la Seguridad Social inició sus operaciones en 1962.

      2. En Honduras la mayoría de edad se alcanza, al igual que en España, a los dieciocho años, pero en el país centroamericano no existe ningún impedimento legal efectivo para el trabajo infantil. De hecho, hay miles de niños que a los siete u ocho años abandonan el colegio y se ponen a trabajar.

      3. Tener armas en Honduras es ilegal, pero «en manos de la gente hay un arsenal que ya lo quisiera la policía», asegura Osman.

      4. https://www.europapress.es/internacional/noticia-tiroteado-expresidente-cortesuprema-justicia-honduras-20150411030824.html

      Capítulo 2

      Los sicarios, los dueños del país

      El asesinato de Saúl en el río no fue, por desgracia, la única muerte violenta de la que Osman fue testigo. No podía serlo. Las maras5 «son las dueñas del país y, por lo tanto, también de mi pueblo», asegura Osman.

      La MS (Mara Salvatrucha) controla desde el pueblo de Villanueva hasta La Lima: Villanueva, El Plan, San Manuel, El Porvenir, La Lima. La M18, por su parte, controla la colonia Planeta, la Satélite y todos sus alrededores hasta llegar a la capital industrial. Y ambas pandillas son rivales.

      Pero cuando Osman se introdujo en el mundo de los autobuses la colonia Planeta estaba libre de las maras. Empezó trabajando en ella de ayudante; poco tiempo después le nombraron conductor.

      Una de las primeras cosas que hizo al ser contratado como conductor fue dar algo de dinero a algunos de los chicos del barrio, que entonces tenían

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