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finalidad: es un juego de palabras u otros medios expresivos (…) El principal atributo de la elocuencia es la gratuidad.17

      La elocuencia no tiene un propósito ni un fin en la acción (…) En la retórica, se intenta persuadir a alguien para que haga algo: en la elocuencia, se descubre con deleite los recursos expresivos de los medios disponibles.18

      Dudo que la mayoría de las personas estén de acuerdo con esa definición de elocuencia. Eso sería como decir que la elocuencia no puede estar al servicio de un fin superior (como por ejemplo la elocuencia de Martin Luther King Jr. a favor de la causa de los derechos civiles, o la elocuencia de Winston Churchill en la causa de la defensa nacional británica). Pero bueno, la definición de Donoghue es importante por lo siguiente:

      Los sofistas en Corinto

      La definición citada anteriormente expresa lo que significaba la «elocuencia» en Corinto, la cual Pablo quería evitar. Donoghue está de acuerdo con E. M. Cioran en que esta noción de elocuencia gratuita comenzó con los sofistas hace dos mil años.

      Los sofistas fueron los primeros en ocuparse de una meditación sobre las palabras, su valor, propiedad y función en la conducción del razonamiento: se tomó [por los sofistas] el paso capital hacia el descubrimiento del estilo, concebido como un objetivo en sí mismo, como un fin intrínseco.19

      Uno de los libros más convincentes sobre el trasfondo de las palabras de Pablo con respecto a la elocuencia en 1 Corintios es Philo and Paul among the Sophists [Filón y Pablo entre los sofistas] de Bruce Winter. El argumento de Winter es que son precisamente los sofistas, y su visión de la elocuencia, los que forman el trasfondo de lo que Pablo dice sobre su propio discurso y cómo él ministró en Corinto.20

      Así que consideremos brevemente las palabras de Pablo en 1 Corintios para ver si nos da suficientes pistas para mostrar qué tipo de elocuencia está rechazando. Dada mi definición de esfuerzo poético (que yo llamaría una especie de elocuencia), me queda claro que en el mismo acto de rechazar la elocuencia griega, Pablo está haciendo un esfuerzo poético. Por ejemplo, en 1 Corintios 1:25, dice: «Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres». No puede ser inconsciente de que es impactante decir que el evangelio es «lo insensato de Dios» y «lo débil de Dios». Esto corre el riesgo de blasfemar. Él podría habernos ahorrado a los predicadores el trabajo de explicar esta descripción atrevida y superior de la obra más grande de Dios como insensata y débil. ¡Pero no! Eligió una forma impactante de decirlo. Utilizó la ironía. Hizo un esfuerzo por seleccionar palabras que impactaran y obligaran a la gente a despertar y pensar. Eso es lo que quiero decir con esfuerzo poético. Y Pablo lo hace mientras condena cierto tipo de «elocuencia».

      «No con sabiduría de palabras»

      Entonces, ¿qué está condenando? Sabemos por 2 Corintios 10:10 que los oponentes de Pablo se burlaban de él por falta de elocuencia. Decían: «Las cartas son duras y fuertes; mas la presencia corporal débil, y la palabra menospreciable». También sabemos por al menos seis fuentes que los sofistas estuvieron presentes e influyeron en Corinto.21 A diferencia de Pablo, ellos daban una gran importancia al estilo y la forma como evidencia de educación, poder y sabiduría. Probablemente habían influenciado a algunos en la iglesia para que admiraran su tipo de elocuencia y la buscaran en los maestros cristianos. Bruce Winter dice: «Pablo adopta deliberadamente una postura anti–sofista y, por lo tanto, defiende sus actividades de plantación de iglesias en Corinto en un contexto de convenciones, percepciones y categorías sofistas».22

      Eso es lo que encontramos en 1 Corintios 1:17: «Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo». Por lo tanto, la manera en la que Pablo se opuso a la elocuencia de los sofistas fue demostrando que la tal hacía vana la cruz de Cristo ¿por qué? ¿cuál es la causa de que esta clase de elocuencia prive a la cruz de su poder?

      El versículo 18 da parte de la razón: «Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios». La razón por la cual la cruz no encaja con la elocuencia de los sofistas, consiste en que para ellos la cruz era considerada como una locura; es decir, la cruz es tan destructiva del orgullo humano que aquellos que aspiran a la alabanza humana a través de una «elocuencia retóricamente elaborada»23 y «un sistema educativo elitista»24 sólo podían considerarla como locura. La cruz es el lugar donde nuestro pecado es visto como más horrible y donde la gracia gratuita de Dios brilla con mayor intensidad. Ambos significan que no merecemos nada. Por lo tanto, la cruz socava el orgullo y exalta a Cristo, no a nosotros, y eso la hacía una locura para los sofistas.

      Vemos esto confirmado en el versículo 20: «¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo?», el disputador, el hombre que es tan ágil con su lengua que puede tomar cualquier bando y ganar. Es suave, inteligente y ágil verbalmente. La verdad y el contenido no son el problema; las maniobras retóricas lo son. Pablo dice al final del versículo 20: «¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo?» La sabiduría que está a la vista no es una cosmovisión profunda frente al cristianismo; es el sofisma de usar el lenguaje para ganar debates y mostrarse inteligente, elocuente y poderoso.

      Entonces, la elocuencia que Pablo está rechazando no es tanto una convención de lenguaje en particular, sino la explotación del lenguaje para exaltarse a uno mismo y menospreciar o ignorar al Señor crucificado. Observa nuevamente en el contraste en el capítulo 2, versículos 1–2: «Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado». Lo que está diciendo Pablo (parafraseando) es: Siempre que me encuentre con escribas y polemistas que se jacten de su ego con sus competencias de lenguaje pretendiendo dejar la cruz en las sombras, entonces voy a hacer todo lo que pueda para sacarla de las sombras y ponerla a la vista de todos. Me rehúso completamente a entrar en los juegos de lenguaje de estas personas.

      Las marcas de la buena elocuencia

      Por lo tanto, entendiendo que hay buena elocuencia (el esfuerzo poético al que me refiero) y mala elocuencia (lo que Pablo está condenando en 1 Corintios), hay dos criterios que tenemos considerar para poder identificar la buena elocuencia. La buena elocuencia se humilla a si misma y exalta a Cristo. Esto se ve más claramente en 1 Corintios 1:26–31. Pablo describe el esfuerzo de los sofistas como jactancia.25

      Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia

      El propósito de Dios, tanto en la cruz como en la elección, es que «nadie se jacte en su presencia» (v. 29). Ese es el primer criterio de la buena elocuencia: no proviene del orgullo ni de la jactancia. No proviene de un ego que busca la exaltación a través del habla inteligente.

      Luego continúa en los versículos 30–31,

      Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor.

      El segundo propósito de Dios, no solo en la cruz y en la elección, sino también en la gracia soberana de la regeneración (v. 30, «Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús») consiste en que toda la jactancia esté en el Señor Jesús, Quien fue crucificado y resucitado. «El que se gloría, gloríese en el Señor». Entonces, el segundo criterio de una buena elocuencia es que exalta a Cristo, especialmente al Cristo crucificado.

      Esfuerzo poético que se humilla a sí mismo y que exalta a Cristo

      Así que aquí está la primera razón por la que no creo que este libro contradiga 1 Corintios 1:17, donde Pablo dice:

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