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Como recordaba un dirigente republicano de un pueblo de La Rioja (Cenicero) en el discurso ofrecido a los participantes en la manifestación de julio de 1910:

      Las protestas, los mítines y las manifestaciones respondían muchas veces a campañas impulsadas a nivel nacional, como las campañas electorales, la protesta por el nombramiento de Nozaleda para la sede arzobispal de Valencia o por la negociación del Concordato, o la campaña a favor de la legislación secularizadora de Canalejas. Los mítines movilizaron a los líderes nacionales que recorrían la geografía española, o a los líderes locales y regionales que se movían en ámbitos locales o provinciales, ante la atenta mirada de la prensa de partido, que recogía puntualmente sus palabras más significadas. Los llamamientos populistas invitaban a participar en las movilizaciones a todos los hijos del pueblo. Los símbolos, gritos y cánticos (La Marsellesa, Himno de Riego, los vivas a la República y a los líderes republicanos nacionales) unificaban a todos los participantes. Y el objetivo era que el clamor de la protesta local llegara en última instancia al gobierno, o bien, en el caso de Canalejas, para manifestarle su apoyo como si se tratara de un plebiscito popular.

      En conclusión, la movilización política y social liderada por los republicanos, las prácticas de sociabilidad, las conmemoraciones, la difusión de ritos e imaginarios simbólicos, la prensa, así como la labor educativa y cultural desarrollada por ateneos, casinos e instituciones republicanas constituyeron experiencias de politización de la población que mostraron la capacidad nacionalizadora de una cultura política como la republicana, que tenía en el patriotismo español uno de los referentes ideológicos esenciales. Eran mecanismos de socialización política característicos de la cultura política que desarrollaron los republicanos en el marco de una creciente politización de la vida pública, en la que debían competir con otras culturas políticas para atraerse el apoyo de las masas que se incorporaron a la política en las primeras décadas del siglo xx. El discurso nacionalista y regenerador de los republicanos dio significado a dichas prácticas, poniéndolas al servicio de la movilización política del electorado. Con ello favorecieron la difusión, sobre todo entre las clases medias urbanas y los sectores populares, de los componentes nacionalizadores del republicanismo, siempre en disputa con otras culturas políticas con las que concurrían en la esfera pública. A pesar de no tener acceso al poder estatal, marginado como estaba del sistema político de la Restauración, el republicanismo desarrolló una intensa labor nacionalizadora con la esperanza de ver a España convertida algún día en una República fuerte, moderna y laica.

      Me remito al reciente balance historiográfico de X. M. Núñez Seixas, «Questione nazionale in Spagna: Note

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