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de activos (en particular intereses, dividendos y rentas), así como los excedentes de explotación y la renta de los autónomos. Los intereses y rentas deudores se detraen de las cantidades anteriores para obtener el saldo de las rentas primarias de los hogares. La renta primaria es el punto de partida para la distribución secundaria de la renta, que muestra el efecto del mecanismo de redistribución de la renta del Estado. Las transferencias monetarias y en especie se añaden a la renta primaria de los hogares, a la que hay que sustraer los impuestos sobre la renta y el patrimonio, las contribuciones sociales y las transferencias efectuadas para así obtener la renta disponible bruta de los hogares.

      El panel superior de la tabla 3.6 muestra cómo las rentas primarias brutas de los hogares crecieron aproximadamente el 18-19% tanto en España como en la Comunidad Valenciana en el período analizado. En ambas áreas, se ha producido un aumento en la participación del EEB/rentas mixtas sobre el total, en mayor medida en la Comunidad Valenciana, como consecuencia del mayor crecimiento de éstas. Las rentas del trabajo tienen un peso ligeramente inferior en la Comunidad Valenciana.

      En el panel inferior de la tabla 3.6 se puede observar el efecto de las políticas redistributivas. Las transferencias corrientes recibidas (principalmente, prestaciones sociales en efectivo y en especie) por los hogares representan aproximadamente el 30-31% de su renta, y las pagadas (impuestos y cotizaciones sociales), en torno al 26-27%. Durante el período 2000-2003, ha aumentado la importancia de las transferencias sociales en especie (gasto), especialmente en la Comunidad Valenciana, y las cotizaciones sociales (ingreso) como mecanismos de distribución de renta. El saldo final recoge el efecto neto de las políticas redistributivas, que muestran una tendencia a su reducción, aunque en la Comunidad Valenciana el saldo es ligeramente superior al del conjunto del Estado.

      El estudio de la distribución personal o familiar de la renta puede complementarse al menos en una doble vertiente. Por un lado, con el estudio de la incidencia de la pobreza, que puede abordarse en términos absolutos (nivel umbral de renta) o en términos relativos. Por otro lado, recientemente ha habido un creciente interés por evaluar con mayor precisión el nivel de bienestar económico y la felicidad de las personas. A continuación, abordamos estas dos cuestiones.

      3.3.1 La pobreza

      Las tasas de pobreza han disminuido en las últimas décadas en la Comunidad Valenciana y en España, aunque siguen siendo elevadas en relación en las de la OCDE. Además, en el siglo XXI parecen haber aumentado ligeramente. Los hogares de pensionistas e inactivos son los que mayores tasas de pobreza presentan. Las mujeres también presentan tasas de pobreza superiores a las de los hombres.

      El gráfico 3.1 muestra que la tasa de pobreza de la Comunidad Valenciana es muy similar a la de España, y se encuentra por encima de las tasas correspondientes a las regiones más ricas y por debajo de las más pobres (con excepción de Galicia). En el 2004, el 20% de la población de la Comunidad Valenciana se encontraba por debajo del umbral de pobreza.

       Tasa de pobreza (personas situadas por debajo del umbral de pobreza en 2004, %)

      Fuente: Elaboración propia. Datos: INE.

      3.3.2 Felicidad, calidad de vida y bienestar

      A medida que aumenta el nivel de desarrollo económico de las distintas regiones (generalmente aproximado al nivel de renta real per cápita y su evolución), aumentan las preocupaciones por el bienestar de los individuos. A pesar de que en las fases iniciales de desarrollo, renta real per cápita y bienestar se encuentran relacionados positivamente, esta relación directa parece truncarse en fases posteriores de desarrollo.

      La evaluación/medición del bienestar subjetivo es de gran importancia desde el punto de vista de la política económica. En primer lugar, a pesar de que existen indicadores objetivos sobre el nivel de renta de una persona, vivienda, salud, relaciones sociales, etc., no existe ninguna regla unánimemente aceptada para combinar toda esta información y que permita valorar el nivel de bienestar global. En segundo lugar, las medidas de bienestar subjetivo, en particular el nivel de satisfacción global, están relacionadas con los indicadores del grado en el que las necesidades de la población están cubiertas en estos países.

      Uno de los resultados más destacados y controvertidos de la literatura económica se conoce como la paradoja de Easterlin (1974). Dicha paradoja está relacionada con la evidencia de que el notable aumento de la renta real en los países occidentales desde la segunda mitad del siglo XX no se ha traducido en aumentos de los niveles de felicidad de sus ciudadanos (medidos a partir de encuestas sociales). Algunos autores (por ejemplo, Lane, 2001) justifican la aparente paradoja argumentando que, una vez un individuo sobrepasa el nivel de subsistencia, factores como la amistad y la calidad de la vida familiar sustituyen progresivamente a la renta como principales fuentes de aumento del bienestar. De este modo, en los países desarrollados el crecimiento de la renta per cápita no implicaría aumentos paralelos del nivel de bienestar. Como consecuencia, la felicidad agregada se ha mantenido constante a lo largo del tiempo a pesar de los fuertes aumentos en renta real per cápita.

      Estudios microeconómicos más recientes que vinculan el nivel y la evolución de la renta per cápita y el estatus en el mercado de trabajo con la felicidad destacan también la importancia de dos dimensiones que inciden, en primer lugar, en la posición relativa del individuo respecto a otros grupos en un momento del tiempo, y en segundo lugar, en relación con su propia situación en el pasado.

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