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tanto a escala internacional (entre centros y periferias) como nacional (en el interior de las sociedades nacionales periféricas); d) la caracterización estructural de la condición periférica y de su especificidad histórica a partir de los rasgos señalados; e) la necesidad de contar con nuevas tipologías económicas y sociales específicamente latinoamericanas para captar formas organizativas e institucionales que son propias de América Latina; f) la formulación de una estrategia económica industrialista, aplicada al período de posguerra, como forma decisiva de aumentar los niveles de vida y combatir las asimetrías sociales.

      Las realidades a ser estudiadas fueron concebidas como sistemas sociales compuestos por agentes dinámicos que interactúan en el seno de estructuras tecnológicas e institucionales que condicionan su comportamiento. La realidad que se examinó fue la historia, concebida como intrínsecamente cambiante de manera abierta e impredecible. La visión fue sistémica pero no se confundió con una visión holista en el sentido de que el todo determina el comportamiento de las partes, ni tampoco determinista en el sentido de que el proceso histórico sigue un rumbo inexorable o predeterminado por su “lógica estructural”, sino que el estudio de la dinámica histórica se concibió como yendo desde el todo (estructuras) a las partes (agentes) y de las partes al todo.

      Esta consideración explica por qué la ELD fue una corriente heterodoxa que no puede ser encuadrada en las visiones predominantemente holistas del marxismo ni predominantemente atomistas del individualismo metodológico. La filiación más clara de los economistas del así denominado, estructuralismo latinoamericano los vincula, más bien, con la economía así denominada institucional o institucionalista.

      El enfoque económico de la Escuela, a diferencia de la tradición neoclásica en economía que predominaba académicamente, no presenta un modelo formal cuyos criterios científicos reposen exclusivamente en su coherencia interna o en su capacidad para pronosticar, como es el caso con la propuesta epistemológica de la escuela económica neoclásica.

      El punto de partida de la visión centro-periferia para estudiar el proceso de desarrollo fue la Revolución Industrial Británica, motor y meollo de los cambios que, en el largo plazo, dieron inicio al capitalismo como sistema económico contemporáneo. A partir de ese punto los criterios de periodización histórica se han apoyado en las sucesivas revoluciones tecnológicas (revolución americana de fines del siglo XIX, y actual revolución de las tecnologías de la información).

      El hecho de que la visión tome como punto de partida realidades históricas y no asuma “en bloque” esquemas teóricos prediseñados en el mundo académico de los centros, ya posee un profundo significado epistemológico porque desde el inicio busca definir sus propias categorías de análisis para procesos históricos que son específicos. La denominación misma de “centro-periferia” es una muestra decisiva de este replanteamiento. Aunque la expresión había sido utilizada por Werner Sombart en el prólogo a uno de sus estudios sobre el capitalismo, el contenido que los estructuralistas confirieron a la misma fue totalmente original.

      Sin embargo, la visión no parte de “cero” porque utiliza tanto abordajes epistemológicos como categorías totalizadoras originarias de las ciencias sociales europeas, como son precisamente los conceptos, claramente sistémicos, de capitalismo y democracia, pero los reformula sustancialmente en función de las realidades históricas que estudia.

      En las versiones iniciales específicamente económicas de la visión centro-periferia, el concepto de capitalismo se aceptó como tipo ideal de sistemas económicos imperantes tanto en las sociedades desarrolladas como en el orden internacional de posguerra. A pesar de partir de este conocimiento acumulado sobre el capitalismo, su impacto en las sociedades periféricas se examinó de manera autónoma arriesgando nociones “abiertas” como “semicapitalismo”, además de “precapitalismo” para provocar discusiones conceptuales, que animarían el debate sociológico de los años sesenta y setenta, y que, más tarde se traducirían, por el propio Prebisch, en sus versiones sobre lo que denominó el “capitalismo periférico”.

      Lo mismo aconteció, en el ámbito de la sociología política latinoamericana, con la otra gran categoría englobadora, característica de las sociedades contemporáneas de occidente: el concepto de democracia. También aquí a pesar del conocimiento acumulado sobre la categoría “democracia”, tanto el proveniente de la antigüedad clásica como de la modernidad, el impacto de las instituciones democráticas en las sociedades periféricas, debió ser reexaminado por la ELD de manera autónoma, dando lugar a modalidades específicas y a desviaciones respecto de sus tipos ideales clásicos y modernos, que son características de América Latina: (populismo, burocratismo, autoritarismo, clientelismo, personalismo, caudillismo, etc.) enérgicamente rescatadas en los trabajos fundacionales de José Medina Echavarría quien, junto con Prebisch, fue el gran artífice en la formulación de los temas y problemas tratados por la ELD.

      El enfoque de la ELD es sistémico, además, en una expresión epistemológica más o menos estricta del contenido de este concepto. La visión centro-periferia estudia sistemas: totalidades dinámicas cuyos agentes son los Estados nacionales, sus estructuras son las relaciones tecnológicas e institucionales que ligan esos agentes en el orden internacional, y sus procesos son los mecanismos que se establecen entre los agentes del sistema y explican sus relaciones asimétricas de poder. El énfasis en las instituciones y las tecnologías es la lectura estructural del enfoque. Esa lectura descubre estructuras diferentes y asimétricas en las sociedades latinoamericanas comparadas con las sociedades de los centros.

      El enfoque es sistémico, finalmente, en un sentido más general y “profundo”, porque los agentes (sociedades nacionales o supranacionales) de ese sistema global también pueden ser tratados, a su vez, como sistemas, descomponiéndolos en sus propios agentes dinámicos, su propia estructura (tecnológica e institucional), y sus propios procesos y mecanismos. En consecuencia, el enfoque centro-periferia desde el inicio operó a dos niveles: el global o internacional y el nacional o regional.

      La visión centro-periferia, también es multidimensional o multidisciplinaria (económica, social y política). Esta multidimensionalidad emerge en cuestiones tan específicas como, por ejemplo, la famosa y polémica tesis del deterioro de los términos de intercambio, donde los factores causales que explican los precios internacionales de los productos primarios (tema claramente económico) incluyen las débiles o inexistentes posiciones de poder negociador de los trabajadores latinoamericanos en las actividades de exportación fuertemente influenciadas por las estructuras no solo económicas sino también políticas y culturales en que trabajaban.

      Por último, desde una perspectiva ética, implícita primero y cada vez más explícita después, la visión plantea de inmediato los problemas de la justicia y de la equidad derivados de la desigual distribución internacional y social del progreso técnico y de sus frutos. Este énfasis en las asimetrías de poder, fundadas en un posicionamiento diferente en materia de acceso a la tecnología y a las instituciones dominantes, y de control de los mecanismos concretos a través de los cuales ese poder es ejercido, está en el meollo de la visión centro periferia con implicaciones distributivas obvias e inmediatas

      El primer capítulo del Estudio, aquí aludido, constituyó el punto de partida de las contribuciones, debates, y corrientes interpretativas sobre el desarrollo económico que se fueron entretejiendo en torno a la actividad de la Cepal, durante la segunda mitad del siglo XX. Además, el desarrollo de las implicaciones sociales, culturales y políticas del planteamiento impulsó

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