Скачать книгу

pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.” (Jeremías 29:11). Ambos profetas proporcionaron un consuelo mesías-céntrico por medio de desviar la atención del pueblo de su pasado y su presente, y dirigir sus miradas hacia la esperanza futura del reino prometido.

      Y debido a que nosotros vivimos después del tiempo de la cruz del Calvario, podemos decir que los profetas proporcionaban un “consuelo Cristo-céntrico”, y sabemos que la naturaleza del consuelo que Dios ofrece hoy en día es prácticamente igual. La fuerza del consuelo de Dios no proviene de Su habilidad para cambiar nuestras circunstancias presentes (lo cual podría hacer si esa fuera su intención). Más bien, el consuelo de Dios proviene de Su promesa para nosotros en Cristo, la cual nos asegura que la gloria que un día compartiremos con Él, tendrá un peso mucho mayor al de nuestros sufrimientos presentes (Romanos 8:18; Filipenses 1:6; 2 Corintios 4:17).

      Así que, el consuelo Cristo-céntrico es el único consuelo verdadero. Cualquier tipo de consuelo que le demos a las personas y que los lleve a poner su esperanza fuera del evangelio, en el mejor de los casos, les dará un descanso temporal, pero en el peor de los casos será un consuelo engañoso. Si nosotros meramente nos enfocamos en dispensar un consuelo temporal a todos aquellos que sufren, pero fracasamos en la tarea de señalarles la única fuente de verdadero consuelo, que es Jesucristo mismo, entonces contribuiremos a que ellos se engañen, pensando que Dios está de su lado, cuando en realidad es posible que no lo esté. Si esas personas son no creyentes, eso significa que siguen siendo enemigos de Dios, y no podemos ofrecerles ningún consuelo duradero en absoluto, a menos que les señalemos al “varón de dolores, experimentado en quebranto” (Isaías 53:3).

      El evangelio nos ofrece una esperanza Cristo-céntrica que nos permite enfrentar directamente la realidad de la muerte. Además, nos ofrece el regalo de la vida eterna que Jesús compró con Su propia sangre. Por lo tanto, cuando no hablamos con delicadeza de la verdad del evangelio en tiempos de aflicción, no estamos aprovechando la función que la muerte cumple como un siervo que está sujeto a los propósitos de Dios. De manera que, cada vez que le demos a alguien palabras de aliento, debemos aprovechar las oportunidades que se generan en cada ministerio ordenado por Dios, y debemos utilizar el dolor terrenal, redirigiendo la atención de las personas hacia las realidades eternas. Joni Eareckson Tada y Steve Estes escriben en su libro When God Weeps [Cuando Dios Llora]: “El dolor de la Tierra sigue aplastando nuestras esperanzas, recordándonos que este mundo nunca puede satisfacernos; y que sólo el cielo puede. Y cada vez que comenzamos a construir nidos que son demasiado cómodos en este planeta, Dios abre las compuertas de la presa, para que una ola fría de sufrimiento nos despierte de nuestra somnolencia espiritual.”3 No debemos desperdiciar estas preciosas (y dolorosas) oportunidades que se nos dan para la demostración de la misericordia y para el avance del evangelio.

PARTE 1 UN MINISTERIO DE CONSOLACIÓN

      LOS SATÉLITES METEOROLÓGICOS orbitan la tierra, monitoreando los sistemas climáticos a medida que se mueven alrededor del globo. Estos satélites nos avisan con antelación de los cambios en las condiciones meteorológicas y nos alertan de posibles peligros. Los canales de televisión y las aplicaciones de los teléfonos inteligentes reciben esta información y nos permiten monitorear el clima. Y el hecho de conocer el futuro en ese sentido, nos proporciona un poco de consuelo, ¿no es así? Ya que nos ayuda a planear nuestras vidas con anticipación, de manera tal que podamos evitar incomodidades y peligros.

      En ocasiones, nosotros deseamos que Dios, de manera similar, nos alerte de antemano con tal de que estemos preparados para las tormentas de la vida, es decir, las dificultades que Él pone en nuestro camino. Pero por lo general, Dios no se anticipa a decirnos ese tipo de información. Sin embargo, Él no nos oculta la verdad de que, en un sentido general, es un hecho que enfrentaremos dificultades y problemas en esta vida (Juan 16:33; 1 Pedro 4:12), aunque, por otra parte, Él no nos revela los detalles particulares de nuestro sufrimiento individual. Porque si lo hiciera, probablemente nos inclinaríamos a andar por vista, no por fe. Trataríamos de controlar nuestras propias vidas, evitando el dolor en lugar de aprender a confiar en Él, en Su bondad, y en Sus promesas. Así que, por encima de todas las cosas, debemos aprender que Él tiene el control. Y cuando vengan las tormentas más feroces, no deberíamos avergonzarnos de correr hacia Dios y encontrar refugio en Él.

      El pueblo de Dios necesita un ancla a la que pueda aferrarse en medio de las tormentas de la vida. Los ministros de la gracia de Dios deben aprender cómo ayudar a las personas a encontrar esta ancla, por medio de establecer un fundamento doctrinal sólido para su gente. Necesitan permitir que la verdad del evangelio genere raíces más profundas, a través de una predicación regular que les ayude a las personas a confiar en que la soberanía de Dios está por encima de todos los eventos de la vida, y que les provea de un entendimiento del cuidado personal que Dios le provee a Sus hijos (desde el día de su nacimiento, hasta su muerte). Deborah Howard, una enfermera de un hospital para enfermos terminales, escribe acerca de la importancia de saber y creer que Dios es bueno y que tiene el control de todo: “Debemos tener la fe y la confianza esenciales en Dios antes de que nuestros corazones se desgarren. Sólo así tendremos las herramientas necesarias para entender y afrontar la situación sin ser devastados.”4 Los ministros fieles deben comenzar por preparar al pueblo de Dios para enfrentar los peligros de la vida y ayudarles a desarrollar una fe vigorosa en el soberano Dios de consolación.

      Para ministrar la gracia de Dios en tiempos de pérdida, debemos ser testigos llenos de verdad y pastores amorosos. Debemos hablar la Palabra de Dios fielmente, para que nuestros hermanos cristianos tengan una base tan sólida como una roca sobre la cual puedan construir sus vidas. Pero también debemos ser pastores sensibles que conducen a sus ovejas por el oscuro valle del sufrimiento (sin importar que se trate de la muerte misma), mientras ellos se aferran al consuelo de Dios. Al servirles con compasión, Dios nos usará para inculcar una esperanza y confianza bíblica que coincida con la del salmista:

      Aunque ande en valle de sombra de muerte,

      No temeré mal alguno, porque tú estarás

      conmigo;

      Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.

      Salmo 23:4

      La predicación no puede separarse del cuidado pastoral. Al contrario, es una parte vital de ese cuidado. Nosotros proveemos de cuidado pastoral a través de una predicación que es sensible a las necesidades del rebaño, y no existe nada que pueda lograr ese cuidado de una manera más eficaz que la predicación regular acerca de esta realidad doble: La absoluta soberanía de Dios y Su tierno cuidado para con los suyos. Podemos encontrar este equilibrio a lo largo de los salmos, pues ahí tenemos un conjunto de palabras inspiradas que nacieron en medio del dolor humano y la tragedia.

      El escritor de un himno antiguo declara: “¡Cuán firme cimiento se ha dado a la fe, de Dios en Su eterna Palabra de amor!”5 Esas son palabras que complementan lo que el apóstol Pedro dijo cuando nos aseguró que “tenemos también la palabra profética más segura”, la cual es mucho más significativa que la experiencia espiritual más drástica que uno pueda tener (2 Pedro 1:19). Como creyentes, no hay momento en nuestras vidas en el que esta base segura de verdad bíblica sea más necesaria que cuando estamos a las puertas de la muerte.

      Dios, el Fundamento del Consuelo

      El Salmo 46 nos ofrece un fundamento para este ministerio de consuelo, junto con una aplicación útil. El énfasis principal del Salmo 46 no es tratar de adivinar cuándo y dónde ocurrirán las tormentas. Más bien, el énfasis se encuentra en conocer al Dios que es la fuente de protección y descanso en medio de las tormentas. Dios raramente nos advierte cuando se acerca una tormenta. Pero es un hecho que Él provee de protección y consuelo en la tormenta. Debemos aprender a “refugiarnos” en Dios (Salmo 143:9), encontrando nuestra fortaleza, nuestra paz, y nuestro descanso en Dios y en sus promesas, incluso cuando nuestras almas luchan con dolor y sufrimiento en el interior. Sólo Dios es el que puede satisfacer nuestras necesidades

Скачать книгу