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de lo viviente, especialmente a la medicina que, según Condorcet, busca el mejoramiento del hombre.

      En 1967, Julian Huxley acuñó el término transhumanismo como sinónimo de la expresión «humanismo evolucionista»: humanismo, naturalismo, monismo y evolucionismo caracterizan el transhumanismo desde la introducción del término. En 1998 fue creada la World Transhumanist Association (WTA) por Nick Bostrom y D. Pearce. Como en los comités de bioética, en esta asociación se discuten caso por caso los asuntos principales del transhumanismo actual.

      La autonomía de las personas se encuentra en el corazón de los valores transhumanistas: la persona es libre de modificar su cuerpo. El transhumanismo, afirma Hottois, es a priori un humanismo sin límites. Este nuevo Gran Relato se arraiga en el evolucionismo y lanza una mirada restrospectiva a la evolución cósmica y biológica. La especie humana siempre ha sido una «especie técnica» y ha tenido una evolución tecnológica.

      Señala el autor que, en su transfondo, el transhumanismo estuvo ligado al individualismo liberal, incluso neoliberal, libertario. Se unen estas tendencias al tecno-capitalismo futurista de grandes compañías multinacionales en los dominios de las biotecnologías. Del transhumano al posthumano, la frontera es borrosa e impredecible. Las ideas transhumanistas en discusión van del azar a la elección. El mejoramiento genético ofrece perspectivas para el individuo y la sociedad (adaptadas con gran precaución y regulación), pero no han de ser impuestas por el Estado. Tanto lo adquirido como lo innato son decisivos en la construcción de la persona.

      John Harris considera el mejoramiento como un derecho y un deber moral, que no puede imponerse, pero sí estimularse. Y es que en la discusión entre transhumanistas y bioconservadores se pasa casi siempre de la bioética a la biopolítica (Julian Savulescu y Nick Bostrom). El reto fundamental del mejoramiento no es en primer lugar sociopolítico, sino moral, metafísico, hasta teológico. Toda técnica, desde el alba de la humanidad, puede verse como aumento o mejoramiento de las capacidades humanas; y la democracia se unió a esto.

      Una de las conclusiones de Hottois es que las ideas, las críticas, los fantasmas, los sueños, esperanzas y angustias trans/posthumanistas son culturalmente omnipresentes. Que se nombra el transhumanismo sin saberlo, es afirmación particularmente verdadera en bioética y más generalmente en los discursos éticos (políticos, económicos…) alrededor de los proyectos tecnocientíficos de investigación, innovación y aplicación.

      El transhumanismo, por lo demás, ofrece algo qué decir a las religiones y metafísicas que continúan jugando un papel considerable de legitimación. ¿El transhumanismo es entonces un humanismo? Puede serlo a condición de no postular una definición restrictiva del hombre, y de continuar el ideal de mejoramiento indefinido con la mayor prudencia. Es un humanismo apto para extenderse, para diversificarse y enriquecerse indefinidamente.

      Esta breve presentación es una forma de agradecer y de reconocer a Gilbert Hottois, de mi parte y de la Universidad El Bosque, por honrarnos con su profundo ensayo y con su generosidad al permitirnos realizar su publicación.

      Bogotá, D. C., agosto 2016

      El transhumanismo está de moda, pero raramente bajo su nombre: se lo «nombra» sin saberlo, como la prosa de Monsieur Jourdain. Goza de más visibilidad en el mundo anglosajón (desde el Reino Unido hasta Australia, con la Costa Oeste de los Estados Unidos como eje). No es extraña a este reconocimiento una cierta familiaridad con el utilitarismo y el pragmatismo, corrientes filosóficas británica y americana respectivamente.

      La etiqueta «transhumanismo» reúne una nebulosa de personalidades y de ideas, en la que la argumentación seria limita con la fantasía. Es fácil seleccionar textos y declaraciones con miras a desacreditarlo, ya como fantástico y profético, ya como una ideología riesgosa: el transhumanismo es la «idea más peligrosa del mundo», declararía Francis Fukuyama en 20042, concediéndole, al mismo tiempo, una excelente publicidad. Su ambigua proximidad con el «posthumanismo», del cual algunas veces es casi sinónimo, ha contribuido a alimentar estos juicios peyorativos.

      Las raíces del transhumanismo son múltiples. Diferenciamos al menos cuatro vínculos. Con la historia y con la prehistoria, vinculo que el transhumanismo se ha otorgado siguiendo los pasos del pensamiento moderno, del progreso de las luces europeas. Con la evolución de las ciencias y de las técnicas biomédicas, cada vez más confinadas al paradigma terapéutico. Con las tecnociencias cibernéticas e informáticas, robótica, inteligencia artificial, de acentos poshumanistas. Finalmente, con la ciencia ficción, de la cual no hablaremos en este ensayo. Un origen socio-cultural igualmente mencionado designa los movimientos de contra-cultura californianos de los años 1960.

      Si bien es prudente atenerse a esta cuádruple genealogía por temor a disolver la especificidad del transhumanismo, podríamos sin embargo analizar más profundamente y sobre todo con mayor anterioridad —en dirección de la alquimia, del pensamiento gnóstico y de la mitología— la idea de una autotrascendencia material tecnológica de la especie humana.

      Fenómeno complejo, se puede estudiar el transhumanismo desde diferentes puntos de vista: cultural, sociológico, político, económico o filosófico. Nuestra aproximación es filosófica, constructiva y crítica. Nuestra convicción es que las ideas transhumanistas son dignas de atención. A la luz de la pregunta: «¿el transhumanismo es un humanismo?» queremos ilustrar algunos aspectos del potencial filosófico de la reflexión crítica transhumanista. Esta ofrece la posibilidad de articular de manera coherente y relativamente unitaria un vasto conjunto de ideas y de problemáticas antropológicas, epistemológicas, éticas, políticas e incluso ontológicas: cuestiones también tratadas en los debates bioéticos. Porque desde el comienzo del año 2000, el transhumanismo está implicado en la bioética y en la biopolítica, y ha llegado a ser, de forma un poco caricatural, el adversario del «bioconservadurismo».

      Este ensayo es una breve introducción a las ideas transhumanistas y a su discusión.

      En el primer capítulo, se introduce el transhumanismo y se presentan algunos informes americanos y europeos de alto nivel que jugaron un papel en el reconocimiento público del transhumanismo y de sus ideas. Un reconocimiento muy ambivalente, ya que va del entusiasmo a la más viva preocupación.

      El segundo capítulo desarrolla la respuesta a la pregunta: ¿qué es el transhumanismo? Se traza sumariamente el origen y la historia de la noción, de la palabra, del movimiento. Se exponen los principales valores e ideas transhumanistas, insistiendo en las rupturas que introducen frente a los humanismos tradicionales. De esa manera, se articula esquemáticamente la «filosofía transhumanista» con sus diferentes facetas: antropológica, epistemológica, ontológica, ética, política.

      El último capítulo es una invitación a ir más adelante en la discusión de las ideas transhumanistas, especialmente de las cuestiones éticas, sociales y políticas, tomando como referencia algunas obras de la literatura transhumanista o cercanas al transhumanismo.

      La conclusión vuelve a la pregunta directriz del ensayo y a las razones por las cuales estimamos que las ideas transhumanistas merecen retener nuestra atención y ser tomadas en serio.

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