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Pausanias recorrió gran parte de la Hélade para darla a conocer en sus características geográficas y su patrimonio cultural. La Descripción es la mejor guía para el viajero ilustrado por la Grecia antigua. La obra de Pausanias (siglo II d.C.) es la mejor guía para el viajero ilustrado por la Grecia antigua. Este viajero y geógrafo griego describe sólo aquello que ha visto con sus propios ojos, y no es poco, porque recorrió gran parte de la Hélade (centro y sur del continente, aunque no las zonas más septentrionales y occidentales) con afán de conocerla a fondo, y registró en sus escritos edificios, obras de arte, monumentos conmemorativos y accidentes geográficos. Pero no se contentó con hacer un inventario de objetos y monumentos espectaculares, sino que acompaña a cada elemento consignado con toda la información que pueda resultar útil para su comprensión cabal: mitos e historias, héroes y hazañas relacionados, etc., en una rica maraña de digresiones y referencias que logra evocar la densidad de la historia y permite entender las ruinas de Grecia. Así surgen con fuerza en la imaginación del lector las grandes ciudades de la antigüedad helena (Atenas, Corinto, Esparta, Olimpo, Delfos, Tebas) con todos sus rasgos geográficos, conjuntos monumentales, edificios públicos, centros sociales y cultuales (santuarios, templos, imágenes de divinidades y de héroes ancestrales…), obras de arte con descripciones de estilos y autores (las pinturas de Polignoto, las estatuas de Mirón, Fidias y Praxíteles), y todo cuanto pueda desear el viajero curioso. El rigor de Pausanias ha quedado atestiguado por centenares de excavaciones arqueológicas modernas, que han demostrado la solidez de sus informaciones topográficas. Si bien el autor no declara la aspiración que le movió a emprender tamaña empresa, pues la Descripción carece de un prólogo programático, hay que imaginar que le impulsó el simple deseo de conocimiento y el encanto de la aventura. El principio conductor es de índole topográfico (lugares y monumento ), y al hilo del desplazamiento, de cada libro dedicado a una región, se enhebran las explicaciones acerca de mitos e historias, cultos y religiones. El planteamiento habitual es referirse primero a la historia y la topografía de las ciudades y después a los cultos religiosos y de la mitología.

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San Paulino expresa en su poesía una sincera y humilde religiosidad. San Paulino de Nola (Burdeos, 355 -Nola, 431) fue obispo de esta ciudad de la Campania. Descendiente de una ilustre familia francesa, fue alumno del poeta Ausonio, quien además de lírica le enseñó leyes y filosofía. Lances políticos y personales le llevaron al desengaño del mundo y a abrazar la fe cristiana, en la que se distinguió por su humildad: vendió todos sus bienes para ayudar a los pobres, y llevó una vida sumamente austera. Fundó un cenobio masculino y otro femenino, notables por la intensa oración y por la asistencia a los pobres. Paulino no escribió tratados teológicos, pero sus cármenes y su denso epistolario están llenos de una teología vivida, penetrada por la palabra de Dios, escrutada constantemente como luz para la vida. En particular, expresa el sentido de la Iglesia como misterio de unidad. Vivía la comunión sobre todo a través de una profunda práctica de la amistad espiritual. Con su talento poético y su esmerada educación literaria escribió muchos cantos para exaltar la belleza del Dios encarnado, crucificado y resucitado. El presente volumen recoge estas composiciones, que transmiten la fe sencilla de un creyente sincero.

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Con las Vidas paralelas, Plutarco compuso un original conjunto de biografías de personajes destacados en los mundos griego y romano, que hoy se lee con sumo agrado e interés y que en su tiempo iba dirigido, con intención ejemplarizante, a jóvenes comprometidos en la administración. Las parejas aquí presentadas son Filopemen-Flaminio, Arístides-Catón y Pirro-Mario. En todas ellas Plutarco muestra un fino olfato psicológico a la hora de pintar sus retratos, a la vez que hace gala de su erudición histórica y científica, todo ello puesto al servicio del propósito moralizador de sus escritos biográficos. Filopemen, general y político, fue ocho veces estratego de la Liga Aquea e impulsó decisivamente como poder hegemónico en la Hélade, para lo que doblegó repetidamente a la rival Esparta, mientras que Flaminio, político y militar romano, liberó a Grecia del dominio de Filipo de Macedonia; Arístides, arconte y estratego ateniense durante las Guerras Médicas, fue apodado «el Justo» por sus acciones, Catón el Viejo llegó desde los orígenes plebeyos de su familia al elevado cargo de censor, cargo en el que se distinguió por su defensa de las tradiciones romanas y por la promoción de la guerra contra Cartago, rival de Roma en la pugna por la hegemonía en el Mediterráneo, y por añadidura fue el primer prosista destacado en lengua latina; Pirro, rey de Epiro y de Macedonia, fue uno de los generales que más resistió a la expansión romana, y llegó a combatir en suelo itálico y siciliano, aunque sus victorias parciales en batallas fueron a un coste muy elevado (victorias pírricas) y condujeron a su derrota final, Mario, elegido cónsul siete veces, reformó los ejércitos romanos y fue llamado, por sus servicios a su patria (Guerra de Jugurta, Guerra Civil), Tercer Fundador de Roma.

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Este volumen reúne una varia selección de tratados plutarqueos dedicados al amor, a la filosofía política, a la oratoria y a la comedia En este nuevo volumen de los Moralia de Plutarco se incluyen tratados de tema amoroso, político y de crítica literaria. Se abre el volumen con el «Erótico», diálogo en el que se reflexiona acerca del matrimonio y se contraponen el amor homosexual y el heterosexual. Las «Narraciones de amor» recogen leyendas populares de tema sentimental. Siguen seis tratados de carácter político («Sobre la necesidad de que el filósofo converse con los gobernantes», «A un gobernante falto de instrucción», «Sobre si el anciano debe intervenir en política», «Consejos políticos», «La inconveniencia de contraer deudas»…), en los que Plutarco expone sus ideas acerca de la importancia de la filosofía para la vida pública, da consejos sobre este tema a los ancianos y a los jóvenes y hace una exposición de la teoría política tradicional. Se cierra el volumen con las «Vidas de los diez oradores», que recoge las biografías de los grandes maestros de elocuencia griegos incluidos en el «Canon de los Diez o Alejandrino» (Antifonte, Andócides, Iseo, Lisias, Isócrates, Esquines, Licurgo, Demóstenes, Hipérides y Dinarco) y con la «Comparación de Aristófanes y Menandro», los dos grandes comediógrafos griegos, de la que sólo se ha conservado un breve resumen.

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El estoico Diodoro cree que el devenir histórico de la humanidad responde a un proyecto global y preconcebido de la divinidad. Esta visión de la Historia caló en el cristianismo y ha sido la predominante durante siglos en Occidente. Diodoro aporta a sus fuentes –cuya cantidad y variedad explican el desconcertante título de Biblioteca en una obra historiográfica– una perspectiva moralizante, para mostrar la intervención de la divina providencia en el curso de la historia, según sus postulados estoicos. Este volumen, que incluye los fragmentos de los libros IX y X y los libros XI y XII, abarca desde la época de Solón de Atenas hasta el año 415 a.C.

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Con las Vidas paralelas, Plutarco compuso un original conjunto de biografías de personajes destacados en los mundos griego y romano, que hoy se lee con sumo agrado e interés y que en su tiempo iba dirigido, con intención ejemplarizante, a jóvenes comprometidos en la administración. El tercer volumen de las Vidas paralelas de Plutarco (50-125 d.C.) incluye las biografías de Pelópidas y Marcelo, Coriolano y Alcibíades, Timoleón y Paulo Emilio. La inmensa galería de espejos que nos ofrece Plutarco en sus «Vidas» se abre de nuevo para mostrar cómo los seres humanos, en los diferentes momentos que dibujan el trazado de su existencia, se convierten en encarnaciones de virtudes y vicios. Para ello Plutarco se sirve de un modelo de narración biográfica que pretende servir de «maestra de la vida», según el antiguo adagio romano, pues su intención es capturar el éthos, el carácter moral de estos héroes, vislumbrar cómo la naturaleza resulta modificada ante los avatares de la vida, sus éxitos y sus fracasos. La historia se convierte en una fuente de modelos éticos, desde la sublimidad moral a la abyección. Las biografías de Pelópidas, artífice junto a Epaminondas de la hegemonía militar de Tebas, y de Marcelo, el gran rival de los Escipiones en la vida política romana y «el único general al que Aníbal rehuía», aparecen unidas por su amor a la patria, por una vida consagrada a la milicia y a la política. Ambos encontrarán la muerte a causa del odio a sus enemigos: el cruel Alejandro de Feras y el gran Aníbal respectivamente, al confundir el valor en la batalla con la osadía y el desprecio a la vida, lo que es reprochable en un jefe militar. Asimismo es reseñable el célebre episodio de la derrota romana en Siracusa ante el matemático Arquímedes, narrado por Plutarco en la «Vida de Marcelo». Las biografías de Coriolano-Alcibíades y Timoleón-Paulo Emilio se centran en figuras que tuvieron un papel positivo o negativo en momentos de crisis de sus respectivos pueblos. En efecto, Alcibíades y Coriolano son responsables directos de los éxitos y fracasos militares de Atenas con los espartanos y de Roma con los volscos; lo mismo cabe decir de Paulo Emilio respecto de la guerra macedonia, que puso en peligro la estabilidad internacional de Roma. Por último, los cartagineses son el enemigo exterior al que se enfrenta y vence Timoleón, hacedor de la libertad para toda Sicilia, convertida en su auténtica patria. No obstante, la actitud de estos cuatro respecto a la tiranía fue bien diferente: el autoritarismo, la codicia y el egoísmo fueron rasgos esenciales de Alcibíades y Coriolano, ambos condenados por sus conciudadanos y muertos en el destierro; por el contrario, las figuras de Emilio y de Timoleón, con su espíritu de sacrificio y entrega a la lucha por la libertad, surgen como verdaderos estadistas y padres de la patria, aunque también se vieron obligados a vencer el descontento de sus conciudadanos o la desconfianza de los pueblos extranjeros. Es menester señalar aquí que la «Vida de Coriolano» sirvió de fuente para la tragedia Coriolano de William Shakespeare, que, gran lector de Plutarco, no dejó de acudir a sus Vidas como fuente documental y moral de sus demás tragedias de ambiente clásico (Julio César, Antonio y Cleopatra).

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Las Confesiones, honda reflexión acerca del ser humano y de su relación con Dios, es tal vez la autobiografía más célebre de la historia occidental. Las Confesiones, escritas entre el 396 y el 400, son la obra más conocida e influyente de Agustín de Hipona. Pero más allá de los pasajes que la han hecho memorable, como el análisis del tiempo, su recorrido por la memoria o la narración de las peripecias y extravíos intelectuales en pos de la Verdad que culminan en la célebre revelación del jardín de Milán, esta obra ofrece un autoanálisis único en la Antigüedad y una peculiar reflexión sobre la naturaleza del ser humano y de su relación con Dios y con el resto de la creación. Aunque parece destinada a un público concreto (los maniqueos a los que Agustín se unió en su juventud y a los que ahora intenta atraer a la fe cristiana e iniciar en una lectura alegórica de la Biblia), la forma en que se articula el diálogo interior y el lirismo sálmico de su palabra hacen que cualquier lector pueda acceder al corazón de Agustín y también al suyo propio. Agustín de Hipona, San Agustín, (c. 354-430) Es una de las personalidades más fascinantes y complejas de la historia del cristianismo. Durante su juventud en el norte de África, perteneció a la secta maniquea, que aunaba cristianismo, gnosticismo e influencias persas, y desde allí inició un periplo vital e intelectual que le condujo a Italia, al escepticismo y al neoplatonismo, hasta que en Mediolano (Milán) en el año 386, bajo el influjo de san Ambrosio, encontró la síntesis de neoplatonismo y cristianismo que le convertiría en el más influyente pensador cristiano hasta la Escolástica medieval. Se bautizó en 387, en 391 ingresó en un monasterio y se convirtió en obispo de Hipona en el año 396. Conocemos mucho de su vida gracias a sus Confesiones, quizás la más célebre autobiografía de la historia occidental.

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Esquines puso sus enormes dotes de orador al servicio de la idea de alcanzar un acuerdo con Macedonia a fin de alcanzar la paz, y por ello se enfrentó enconadamente al antimacedonio Demóstenes, el gran orador ático. Esquines (Atenas, c. 360 – Rodas, c. 322 a.C.) fue, en el campo de la oratoria, el gran rival de Demóstenes. Su fama se basa en los tres únicos discursos que de él hemos conservado: «Contra Timarco», en el que reclama una ley que prohíba dirigirse a la asamblea ateniense a los ciudadanos disolutos; «Acerca de la embajada fraudulenta», en el que Esquines se defiende de la acusación hecha contra él por Demóstenes, en un discurso homónimo, de haber pactado una paz perjudicial con Macedonia; y «Contra Ctesifonte», donde impugna una propuesta de otorgar una corona de oro a Demóstenes en reconocimiento a su labor, y deplora los efectos que la actividad de éste ha tenido para Atenas. De los dos últimos discursos conservamos también los enfrentados de Demóstenes (publicados en esta misma colección). La comprensión cabal tanto de los escritos de Esquines como de la enconada animadversión entre éste y Demóstenes requiere el contexto histórico. En el siglo IV a.C., la amenaza de Filipo II de Macedonia se cernía sobre toda Grecia, y no tardaron en formarse un partido favorable y otro adverso al rey macedonio. El conflicto llegó al ágora ateniense, donde ambos ardorosos oradores se enfrentaron dialécticamente: Demóstenes, al frente del partido antimacedónico, y Esquines, partidario de llegar a un acuerdo con Filipo. Aunque la tradición posterior se inclinó a favor de Demóstenes, pues lo veía como una especie de héroe nacionalista, la crítica actual tiende a ser más objetiva y a poner a Esquines en el lugar que le corresponde dentro de las letras griegas.

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Constitución de los atenienses, un estudio sobre la historia de las legislaciones de Atenas hasta el tiempo de Aristóteles, formaba parte del desaparecido tratado Constituciones, obra compilatoria elaborada en el Liceo acerca de las leyes de más de ciento cincuenta ciudades griegas y extranjeras. La Constitución de los atenienses (de autoría dudosa para algunos estudiosos) forma, con la Política, la parte conservada de la obra aristotélica dedicada a la organización social de la pólis, teoría política que entronca con su pensamiento ético y metafísico. Aristóteles, discípulo de Platón y estudiante en la Academia, subraya la necesidad de estudiar la política según principios filosóficos, referidos a la naturaleza misma y a la verdad, y señala la insuficiencia de los simples empíricos que imitan las constituciones de lacedemonios, cretenses y otros pueblos. El gran tratado Constituciones, perdido en gran parte, era una enorme colección que pretendía recoger las legislaciones de ciento cincuenta y ocho ciudades griegas y extranjeras, compiladas por colaboradores del maestro de Estagira. Hemos conservado su primer libro, la Constitución de los atenienses, que se cree que compuso Aristóteles como modelo para los otros trabajos constitucionales del Liceo. En su primera parte expone la evolución del régimen político de Atenas desde una época anterior a Solón hasta el arcontado de Euclides y la restauración de la democracia (analiza, pues, la obra constitucional de Ión, Teseo, Dracón, Solón, Clístenes y Pericles); la segunda parte describe la organización del Estado ateniense en la época del autor: las instituciones del derecho positivo de Atenas en el siglo IV. Completa el volumen un texto falazmente atribuido a Aristóteles dedicado a la administración de la tierra y el patrimonio.

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A caballo entre el mundo helenístico y el cristiano, Sinesio aúna en sus escritos ambas culturas, y es muy representativo de su apasionante época y la pugna por la hegemonía entre paganismo y cristianismo. Sinesio (Cirene [actual Libia], h. 370-Ptolemaida, 413 d.C.) fue un poeta, orador y pensador de filiación neoplatónica. Miembro de una familia rica, fue discípulo de la matemática y filósofa Hipatia en Alejandría, ciudad donde vivió tres o cuatro años; en la Academia de Hipatia se formó en un amplio espectro de saberes, que incluía desde la ciencia hasta la metafísica: astronomía, matemáticas y el pensamiento neoplatónico. Visitó Atenas, pero quedó defraudado porque «la filosofía se había alejado de la ciudad». En 410 se le nombró obispo de Ptolemaida, cargo que aceptó sin entusiasmo y sin renunciar a su esposa ni a sus principios filosóficos. En sus escritos se advierte que junto a la fe cristiana siguió albergando sus convicciones neoplatónicas adquiridas en Alejandría, y según algunos estudiosos las segundas predominaron sobre la primera. Los Himnos de Sinesio, mezcla de ideas paganas y cristianas, revelan un alma profundamente religiosa. Fueron compuestos en dialecto dórico, y muestran influencia de modelos clásicos, así como de los cantos litúrgicos de su época. El primero, dentro de un misticismo neoplatónico, celebra la Trinidad. El segundo es un hermoso canto matutino al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. El tercero y el cuarto ensalzan la identidad de la Mónada y Tríada divinas. En los que siguen se advierte una mayor familiaridad con la fe cristiana. Así, por ejemplo, el quinto, quizás el mejor de toda la colección, y el sexto glorifican al Hijo de la Virgen. El séptimo trata de la adoración de los Magos y de una interpretación de sus dones. En este himno, Sinesio advierte que es el primero en componer un canto lírico sobre Cristo con acompañamiento de cítara. El octavo es una plegaria al «Hijo insigne de la Virgen». El noveno, un himno acerca del descenso de Cristo al Hades, un poema vigoroso, lleno de imágenes mitológicas. En estos Himnos se percibe la influencia del pitagorismo, del orfismo, del gnosticismo, de los tratados herméticos y de los oráculos caldeos, además, claro está, de los predominantes elementos platónicos y neoplatónicos. Sinesio escribió multitud de tratados, algunos de índole seria y filosófica, otros donde más bien se limitaba a exhibir sus habilidades retóricas, que había adquirido en los primeros años de formación, antes de viajar a Alejandría. Cabe mencionar Sobre la Realeza, alocución pronunciada en Constantinopla acerca del rey ideal y la monarquía filosófica (en la línea de la República platónica), y contra los funcionarios corrompidos e ineptos apoyados por la corte; Sobre los sueños, enviado a Hipatia en 405, e importante en la literatura onirocrítica por sus atisbos de psicología moderna; Dión o sobre su forma de vida, escrito en defensa de la dedicación a la filosofía y la retórica, de la existencia al modo de los filósofos griegos y de la independencia personal; Elogio de la calvicie, ejercicio sofístico y humorístico cuyo título responde perfectamente al contenido.