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en las zonas urbanas de China era de unos 6 hijos por mujer. Para 1979, cuando entró en vigor la política de un solo hijo, ya se había desplomado hasta 1.3 hijos por mujer, es decir, 2 hijos o menos. Mientras tanto, en la China rural la fertilidad se mantuvo alrededor de 7 hijos por mujer a mediados de la década de 1960, una cifra que se redujo a unos 3 para 1979. Durante el periodo de la política de un solo hijo la tasa urbana bajó de 1.3 a 1.0, mientras que la tasa rural cayó de 3 a 1.5. Como han señalado los demógrafos que escriben en el China Journal, “No se puede atribuir la mayoría del descenso de la fertilidad en China a la política de un solo hijo”. La ralentización fue motivada por las decisiones que tomaron las personas en circunstancias cambiantes, no por los burócratas gubernamentales. “La campaña de un solo hijo estaba basada en argumentos políticos y pseudociencia, y no en la necesidad y mucho menos en la buena demografía”, concluyeron los expertos.

      En 2015 China eliminó por completo esta política. ¿Esto quiere decir que se reanudará el crecimiento demográfico de la segunda economía del mundo? El premio Nobel y economista Amartya Sen subraya que “el avance de las mujeres fue la sentencia de muerte para la política china de un solo hijo”. El acceso a la educación y a las oportunidades laborales siguen ampliándose para las mujeres chinas, por lo que es poco probable que veamos un incremento en la fertilidad. Como punto de comparación, en los vecinos Taiwán y Corea del Sur —donde nunca existió dicha política— la tasa de fertilidad ronda 1.1 hijos por mujer, por debajo del nivel actual de 1.6 en China. A fin de cuentas, el popular eslogan “El desarrollo económico es el mejor anticonceptivo” demostró ser tan cierto en China como en el resto del mundo.

      Irónicamente, el mayor impacto de la política de un solo hijo será generacional. Para 2030 China tendrá 90 millones de personas menos de entre 15 y 35 años de edad y 150 millones más de mayores de 60. El país está experimentando el proceso de envejecimiento poblacional más largo y más veloz de todo el mundo. En el capítulo 2 analizaremos las implicaciones de estos enormes cambios generacionales.

      Los inesperados beneficiarios de la política

      de un solo hijo en China

      Últimamente las noticias están llenas de historias sobre déficits comerciales, tecnologías robadas y espías chinos que se hacen pasar por hombres de negocios. “Una de cada cinco compañías afirman que China les ha robado propiedad intelectual”, afirmaba en 2019 un encabezado de la revista Fortune. Muchos opinan que China va con todo contra Estados Unidos y otros países occidentales; que el gigante global en ascenso está en camino de apoderarse del mundo por las buenas o las malas.

      Pocos políticos o periodistas piensan que la política china de un solo hijo ha representado un descalabro importante para los consumidores estadunidenses. En un fascinante ejemplo de pensamiento lateral, algunos economistas han encontrado un vínculo improbable entre la fertilidad y los ahorros. Mientras fue ley, la política de un solo hijo creó un desequilibrio de sexos de cerca de 20 varones por cada mujer, provocado por la preferencia cultural por los hombres. En un encabezado de 2017 en The Economist se leía: “La distorsión en la proporción de sexos causa estragos en los matrimonios chinos”. The New York Times le hizo eco: “Millones de chinos pasan solos el día del amor y la amistad”. Los progenitores decidieron tomar cartas en el asunto. “A causa de la intensa competencia en el mercado de los matrimonios, los hogares con hijos varones aumentan sus ahorros con la esperanza de incrementar las probabilidades de encontrar esposas para sus hijos”, es la conclusión a la que llegan los economistas Shang-Jin Wei y Xiaobo Zhang tras analizar exhaustivamente un gran conjunto de datos. “Esto puede explicar el 60 por ciento del incremento real en los ahorros de los hogares durante 1990 a 2007.” Este fenómeno está tan extendido que ahora China exporta no sólo una variedad de bienes de manufactura sino su exceso de ahorros. El voraz consumo de los estadunidenses ha sido financiado primordialmente con los ahorros de esas familias. Sin el desequilibrio de sexos en China y el subsecuente nivel de ahorro durante las dos últimas décadas los estadunidenses habrían tenido que pagar mayores tasas de interés en sus hipotecas y créditos al consumo. Por ejemplo, si las tasas de interés para un préstamo hipotecario fijo a 35 años hubieran sido en promedio de 6 por ciento durante los últimos 20 años, en vez de 5 por ciento, el pago mensual habría resultado 25 por ciento mayor, dejando menos dinero libre para otros gastos. Así, el costo de comprar una casa en San Francisco en efecto ha tenido algo que ver con el precio del té en China, como reza el viejo refrán.

      El desequilibrio de sexos también ha afectado el consumo en la nueva economía digital. Piense en cuánto dinero gasta la gente en servicios de citas digitales de diversas clases. Las plataformas de citas tienen millones de clientes en todo el mundo que gastan al año unos 5,000 millones de dólares. La gente acude a ellos en busca de posibles cónyuges, parejas románticas o aventuras ocasionales. Pero la diferencia en los patrones de gasto por nación resulta reveladora. En China sólo 2 por ciento del gasto en búsqueda de cónyuges ocurre en las apps de citas casuales, mientras que en Europa y en Estados Unidos plataformas como Ashley Madison, C-Date, First Affair, Victoria Milan y Tinder, representan 21 por ciento. En contraste, 85 por ciento del gasto en China se va a servicios de búsqueda de pareja como Baihe y Jiayuan, en comparación con sólo 40 por ciento en Europa y Estados Unidos. Esta disparidad es fácil de explicar. Para los hombres chinos encontrar una pareja estable (a diferencia de una aventura de una sola noche) es más importante, puesto que el desequilibrio de sexos ha creado una especie de crisis nacional. Tampoco es una sorpresa que las mujeres chinas se hayan vuelto más selectivas. En un experimento con perfiles artificiales de hombres y mujeres en una de las plataformas de citas más grandes de China los autores encontraron que “los hombres de todos los niveles socioeconómicos visitaron nuestros perfiles de mujeres de distintos niveles socioeconómicos con frecuencias más o menos idénticas […] En contraste, las mujeres de todos los niveles socioeconómicos visitaron nuestros perfiles de hombres con ingresos más altos con una frecuencia mayor […] Nuestros perfiles de varones con el nivel más alto de ingreso recibieron 10 veces más visitas que los de menor ingreso”.

      Curiosamente, en otros países el desequilibrio de sexos va en el sentido opuesto. En Rusia hay un déficit de jóvenes varones porque muchos de ellos mueren prematuramente, en particular por beber en exceso. El problema parece ser tan grave que en algunas zonas de Siberia la escasez de hombres de edad casadera ha llevado a las mujeres a cabildear en el gobierno para legalizar la poligamia. Según Caroline Humphrey, antropóloga de la Universidad de Cambridge, las mujeres siberianas se han ido convenciendo de que “la mitad de un hombre bueno es mejor que ninguno”. Argumentan que “la legalización de la poligamia sería un regalo divino: les daría derecho al apoyo económico y físico de un hombre, les concedería legitimidad a sus hijos y las haría obtener apoyos estatales”. Está de más decir que la solución ideal sería que China y Rusia intercambiaran población, dado que China tiene más hombres y Rusia más mujeres. Desafortunadamente el desequilibrio de sexos en China es siete veces mayor que la brecha rusa, porque la población china también es mucho mayor. Sólo quedan las apps.

      Los chicos nuevos de la cuadra: el baby boom africano

      Si bien las poblaciones de Europa, América y el este de Asia no están creciendo a la velocidad de reemplazo sí van en aumento en África subsahariana, aunque mucho más despacio que en el pasado. Aun así, se proyecta que su población pase de los 1,300 millones de la actualidad a 2,000 millones en 2038 y 3,000 millones para 2061. Algunos predicen que una gran guerra o una epidemia devastadora podrían descarrilar el impulso demográfico africano. El conflicto armado que provocó la peor mortandad de la historia fue la Segunda Guerra Mundial, que se cobró entre 50 y 80 millones de vidas, pero sólo afectó África de manera tangencial. La epidemia global de sida ha provocado hasta el momento 36 millones de muertes, de las cuales dos terceras partes ocurrieron en África, en particular en Sudáfrica, Nigeria, Tanzania, Etiopía, Kenia, Mozambique, Uganda y Zimbabue. Y sin embargo, la figura 3, que muestra la distribución regional de población, revela que durante las décadas de 1980 y 1990, cuando la epidemia se encontraba en su punto más letal, la curva demográfica de África apenas si se movió. Así pues, sólo una guerra de gran escala o una epidemia que se cobrara cientos de millones de vidas podría alterar significativamente el crecimiento demográfico del continente en relación con otras partes del mundo.

      Tal

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