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y otros folletos que sucesiva e incansablemente emitía Justo. En octubre de 1939, publica “Frente al momento del mundo: qué quiere la Cuarta Internacional”, donde enfatiza el carácter semicolonial de Argentina y la perspectiva estratégica de la “liberación nacional”, lo que genera una aguda discusión en las filas del GOR.

      Por entonces, se integran al GOR un grupo de estudiantes de extracción anarquista compuesto por Jorge Abelardo Ramos, Enrique Rivera y Adolfo Perelman, que se escinde rápidamente. En 1940, se retiran del GOR también los grupos de Córdoba y La Plata en disidencia con las posiciones de Justo acerca de la “liberación nacional”. Asimismo, se desata una fuerte polémica entre Liborio Justo y Antonio Gallo, quien lidera el grupo trotskista rival, la Liga Obrera Socialista (LOS), y enfatiza el carácter capitalista de la formación social argentina y la estrategia socialista contraria a la “liberación nacional”.

      En 1941, con el arribo al país de un delegado del Comité Ejecutivo de la Cuarta Internacional, Terence Phelan, con el objetivo de unificar a los grupos trotskistas en lo que será el Partido Obrero de la Revolución Socialista (PORS), Justo acepta integrar, en un principio, el Comité de Unificación. Sin embargo, argumentando que la unificación solo podía darse sobre una base de principios y percibiendo que Phelam se apoyaba sobre todo en la perspectiva política de la LOS de Antonio Gallo, publicó una serie de folletos de crítica corrosiva a las otras figuras del trotskismo. Pero fue todavía más lejos: desde las páginas de Claridad denunció a Phelan –que era corresponsal de revistas estadounidenses como Times y Fortune– como “agente imperialista”.

      Fuera ya del proceso de unificación, en 1941, el GOR decide transformarse en Liga Obrera Revolucinaria (LOR) y lanzar un nuevo periódico: Lucha Obrera (1941), donde reafirma sus posiciones a favor de la neutralidad argentina en la guerra imperialista y la estrategia de la liberación nacional. Sin embargo, la ruptura de Justo con el Comité Ejecutivo de la IV Internacional provoca el alejamiento de Fossa, quedando el GOR reducido a dos militantes: Justo y Carmona. Este último, decepcionado, se suicida, y Justo, desilusionado de los magros resultados prácticos de su organización, abandona la práctica política y se recluye durante todo el ciclo peronista en las islas del Ibicuy, en la provincia de Entre Ríos, a plantar y explotar la madera, y a escribir en una vida agreste. En 1955, vuelca su experiencia isleña en Río abajo, un libro de relatos que, en 1960, el director, Enrique Dawi, llevó al cine.

      De retorno en Buenos Aires, traza un balance de su experiencia política en el trotskismo argentino en Estrategia revolucionaria (1957). Pero en 1959 termina rompiendo espectacularmente con el trotskismo con la aparición de su libro León Trotsky y Wall Street. Cómo el líder de la Cuarta Internacional se puso al servicio del imperialismo yanqui en México.

      Desde entonces, se concentra en escribir una obra monumental: una historia argentina en cinco gruesos volúmenes y un apéndice, que van apareciendo sucesivamente entre 1968 y 1992: Nuestra Patria vasalla, un severo enjuiciamiento a una clase dominante carente de cualquier proyecto de nación. En 1962, con el seudónimo de Quebracho, publica Pampas y Lanzas, subtitulado Fundamentos histórico-económico-sociales de la nacionalidad y de la conciencia nacional argentina y, en 1974, con el seudónimo de Lobodón Garra, da a conocer otro volumen de relatos: Masas y balas.

      En 1976, publicó también como Lobodón Garra su libro Literatura argentina y expresión americana, un juicio a las letras argentinas, centrado en la oposición entre lo que denomina “literatura metafísica” (Borges, Martínez Estrada, Sabato) y “realista” (Arlt, Castelnuovo, etc.). Omite en esta edición, por publicarse bajo la dictadura militar, los capítulos críticos consagrados a Julio Cortázar y David Viñas, pero los repone en la edición definitiva de 1998: Cien años de letras argentinas.

      Entre 1995 y el año 2000, Justo publicó una trilogía sobre la historia de las ideas políticas en Argentina, desde Mariano Moreno hasta el momento, que tituló Subamérica y que concluye con su utopía andina de integración continental, bautizada Andesia. También, consagró una serie de obras monográficas a los procesos revolucionarios que tuvieron lugar en Bolivia, Brasil, Chile y Perú en el siglo XX. Una de ellas –Así se murió en Chile, concluido en julio de 1975– es la que el lector tiene en sus manos, rescatado hoy por estas dos editoriales que lo presentan.

      Liborio Justo murió en Buenos Aires a los 101 años en 2003. Un poco antes, el 6 de febrero de 2002, este rebelde de edad centenaria hacía pública una “Declaración al cumplir cien años de vida” en la que reafirmaba su fe socialista y pronosticaba el fin próximo del imperialismo simbolizado en el reciente ataque a las torres gemelas de Nueva York. Era un modo de reafirmar que aquel grito juvenil –“¡Abajo el imperialismo!”– todavía permanecía vigente.

      Horacio Tarcus

      Prólogo

      Marisa Gallego

      Este libro inédito de Liborio Justo propone una apasionante lectura de la historia de Chile y de sus luchas sociales hasta la década del 70.

      Si bien son conocidos los sucesos del 11 de septiembre de 1973 con el golpe militar contra el gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende, Liborio presenta un análisis pormenorizado de la trama política que lo antecedió, el contexto regional hostil para un presidente socialista (con dictaduras en Argentina, Paraguay, Brasil y Bolivia), y el fuerte intervencionismo del gobierno de Richard Nixon, con el lobby de las empresas norteamericanas radicadas en Chile en la gran minería del cobre y la telefonía (ITT). Estas, junto a la embajada y la CIA, habían intentado frustrar la llegada de Allende a la presidencia, y luego promovieron el caos económico y el bloqueo financiero.

      Como demuestra el autor, la historia económica de Chile desde el siglo XIX es la historia del latifundio, de las salitreras y del cobre, que propició la subordinación de la economía a Gran Bretaña. Este sometimiento se agudizó a partir de la Guerra del Pacífico (1879), momento en el que las inversiones del imperialismo inglés cambiaron la rentabilidad relativa de cada región, y valorizaron la explotación del guano y del salitre en el desierto de Atacama. El autor enfatiza las radicaciones extranjeras y su imposición de una “factoría” británica en la región de los yacimientos salitreros, con el control de puertos y del ferrocarril (fue el primero de Sudamérica) que se prolonga hasta la Primera Guerra, y que tiene su correlato político en la llamada República oligárquica y conservadora.

      La década del 20 acentúa la penetración de los capitales estadounidenses mediante amplias concesiones en la minería del cobre, su principal industria extractiva, además de su presencia en empresas eléctricas, compañía de teléfonos (ITT) y una posición estratégica en la manufactura chilena. De este modo, Chile pasa a tener, después de Cuba, las mayores inversiones norteamericanas del continente, convirtiéndose en “factoría” de Estados Unidos.

      Como la explotación del estaño en Bolivia, la historia del cobre es la de las poderosas empresas mineras, verdaderos feudos que funcionan con sus propias leyes, con restricciones a la sindicalización, control del precio y prohibición de exportaciones a los mercados socialistas. Desde 1908, Estados Unidos explota el cobre chileno de “El Teniente”, bajo control de la Braden Copper Co., y también la Andes Copper Mining (en Antofagasta), luego concentrados en Kenecott Copper Corporation y Anaconda Company, que serán nacionalizadas en el gobierno de Salvador Allende.

      Así, la plena incorporación de Chile y de toda América Latina al sistema capitalista mundial tiene lugar en el siglo XIX cuando este alcanza su estadio imperialista.

      Para la economía chilena, significó la mayor concentración obrera en la región del Norte Grande, con un proletariado minero que organiza sindicatos y propicia las primeras huelgas en el puerto de Iquique. También, derivan

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