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desconfianza... (32)

      De ahí resultó naturalmente la resolución de aprender a conocer ‘mi’ mito, y consideré que esa era la misión por antonomasia, pues –me dije–, ¿cómo podría tener en cuenta frente a mis pacientes mi factor personal, mi ecuación personal, (33) tan indispensable para el conocimiento del otro, sino tuviera consciencia de él?

      El estudio del mito había revelado a Jung su propia falta de mito. A continuación se comprometió a conocer su mito, su ‘ecuación personal’. Advertimos de este modo que la autoexperimentación que Jung llevó a cabo fue en parte una respuesta directa a las cuestiones teóricas surgidas de su investigación, que culminaron en Transformaciones y símbolos de la libido.

      ‘MI EXPERIMENTO MÁS DIFÍCIL’

      En 1912 Jung tuvo algunos sueños significativos que no comprendió. Les concedió particular importancia a dos de ellos, los cuales, según él sentía, mostraban las limitaciones de las concepciones de Freud respecto de los sueños. A continuación, el primero:

      Estaba en una ciudad sureña, una calle ascendente con descansillos, angosta. Eran las doce del mediodía –un sol radiante–. Un viejo guardia austríaco o alguien similar pasa a mi lado, ensimismado. Alguien dice: “Ése es uno que no puede morir. Por cierto, murió hace treinta o cuarenta años, pero aún no se pudo descomponer.” Me asombro mucho. Se acerca una curiosa figura, un caballero de porte poderoso, vestido con una armadura amarillenta. Parece sólido e inescrutable y nada lo impresiona. En su espalda lleva una cruz maltesa roja. Sigue existiendo aún desde el siglo XII y todos los días, entre las doce y la una del mediodía hace el mismo camino. Nadie se maravilla ante estas dos apariciones, pero yo me asombré desmesuradamente. Me abstengo de mis artes interpretativas. En cuanto al viejo austríaco se me ocurre Freud; en cuanto al caballero, yo mismo. Íntimamente una voz exclama: “Todo está vacío y repugnante”. Tengo que soportarlo. (34)

      Jung encontró este sueño opresivo y desconcertante, y Freud fue incapaz de interpretarlo. (35) Cerca de medio año después, Jung tuvo otro sueño:

      En aquel entonces soñé (fue poco después de la Navidad de 1912) que estaba sentado con mis hijos en una habitación magnífica y copiosamente amueblada –un salón abierto con columnas–; estábamos sentados alrededor de una mesa redonda cuya tabla era una magnífica piedra color verde oscuro. De repente entró volando una gaviota o una paloma y se sentó ligeramente exaltada sobre la mesa. Exhorté a los niños a mantener silencio, de modo que no ahuyentasen al bello pájaro blanco. De pronto este pájaro se transformó en una niña de aproximadamente ocho años, una pequeña niña rubia, y correteó jugando con mis hijos alrededor de los magníficos pasillos de columnas. Luego la niña se transformó repentinamente otra vez en la gaviota o paloma. Ella me dijo lo siguiente “Sólo en las primeras horas de la noche puedo transformarme en un ser humano, mientras el palomo está ocupado con los doce muerto”. Con estas palabras el pájaro salió volando y me desperté. (36)

      En el Libro negro 2, Jung observa que fue este sueño lo que lo decidió a embarcarse en una relación con una mujer que había conocido tres años antes (Toni Wolff). (37) En 1925 comentó que este sueño “fue el inicio de la convicción interna de que lo inconsciente no sólo consiste en material inerte, sino que había algo viviente allí abajo”. (38) Agregó estar pensando en el cuento de la Tabula smaragdina (la tabla esmeralda), los doce apóstoles, los signos del Zodíaco, y así, pero que “[no podía] extraer nada del sueño excepto la tremenda vivificación que experimentaba lo inconsciente. No conocía ninguna técnica con la cual pudiera llegar al fondo de esta actividad; no me quedaba más que esperar, seguir viviendo, y prestar atención a mis fantasías”. (39) Estos sueños lo condujeron a analizar sus recuerdos infantiles, pero hacerlo no resolvió nada. Se dio cuenta de que necesitaba recobrar el tono emocional de la infancia. Recordó que, cuando niño, le gustaba construir casas y otras estructuras, y retomó esa afición.

      Mientras estaba ocupado en esta actividad autoanalítica, continuaba desarrollando sus investigaciones teóricas. En el Congreso Psicoanalítico de Münich, en septiembre de 1913, dio una charla acerca de los tipos psicológicos. Sostuvo que había dos movimientos básicos de la libido: extraversión, que orienta los intereses del sujeto hacia el mundo exterior, e introversión, en la cual los intereses del sujeto están dirigidos hacia el interior. De acuerdo con ello, propuso dos tipos de personas, cada uno de los cuales se caracterizaba por la predominancia de una de estas tendencias. Las psicologías de Freud y Adler eran ejemplos del hecho de que las psicologías frecuentemente toman lo que es verdadero para su tipo como lo válido en general. De aquí que lo que se requería era una psicología que hiciera justicia a ambos tipos. (40)

      Al mes siguiente, durante un viaje en tren hacia Schaffhausen, Jung experimentó una visión –que se repitió dos semanas después en el mismo trayecto– de Europa siendo devastada por una catastrófica inundación. (41) Al referirse a esta experiencia en 1925, comentó: “Yo podría ser comparado a Suiza cercada por montañas, y la inmersión del mundo, con los restos de mis relaciones anteriores”. Esto lo llevó al siguiente diagnóstico de su condición: “Pensé para mí mismo: ‘Si esto significa algo, es entonces que estoy extraviado y sin esperanzas’ ”. (42) Luego de esta vivencia, Jung temió volverse loco. (43) Recordó que primero pensó que las imágenes de la visión indicaban una revolución, pero ello le resultaba inconcebible, concluyó que estaba “amenazado por una psicosis”. (44) Después de eso, tuvo una visión similar:

      En el invierno siguiente estaba yo una noche junto a la ventana y miraba hacia el norte, allí vi un brillo color rojo sangre, como un destello del mar visto desde lejos extendiéndose desde el este al oeste sobre el horizonte septentrional. Y en aquel momento alguien me preguntó qué pensaba acerca del futuro próximo del acaecer del mundo. Yo dije que no pensaba nada, pero que veía sangre, torrentes de sangre. (45)

      En los años inmediatamente anteriores al estallido de la guerra, una imaginería apocalíptica se extendió en las artes y la literatura europeas. Por ejemplo, en 1912, Wassily Kandinsky escribió acerca del arribo de una catástrofe universal. Entre 1912 y 1914 Ludwig Meidner pintó una serie de obras conocidas como los paisajes apocalípticos, con escenas de ciudades destruidas, cadáveres y caos. (46) La profecía estaba en el aire. En 1899, la famosa médium norteamericana Leonora Piper predijo que, en el siglo venidero, habría una guerra terrible en diferentes partes del mundo, que lo limpiaría y que revelaría las verdades del espiritismo. En 1918, Arthur Conan Doyle, espiritista y autor de los relatos de Sherlock Holmes, interpretó todo aquello como profético. (47)

      En las reflexiones de Jung en el Liber Novus sobre la visión en el tren, la voz interna dice que lo que aquella visión representaba se volvería completamente real. Inicialmente él interpretó esto de manera subjetiva y prospectiva, esto es, como una representación de la inminente destrucción de su mundo. Su reacción a esta experiencia fue llevar a cabo una investigación psicológica de sí mismo. En esa época, la autoexperimentación era utilizada tanto en Medicina como en psicología. La introspección era una de las principales herramientas de la investigación psicológica.

      Jung se dio cuenta de que Transformaciones y símbolos de la libido “podía ser tomado como yo mismo y que su análisis conduce inevitablemente a un análisis de mis propios procesos inconscientes”. (48) Él había proyectado su material en el de Miss Frank Miller, a quien nunca había conocido. Hasta ese momento, Jung había sido un pensador activo y había tenido aversión por la fantasía: “como una forma de pensamiento –así opinaba– era totalmente turbia, una suerte de relación incestuosa e inmoral desde un punto de vista intelectual”. (49) Pero entonces, en cambio, se dedicó a analizar los productos de su propia imaginación, tomando cuidadosa nota de todo, para lo cual debió superar una considerable resistencia: “Permitir que hubiera fantasía en mí mismo tuvo el mismo efecto que el que se produciría en un hombre que llegara a su puesto de trabajo, encontrase todas las herramientas volando alrededor y las viera hacer cosas independientemente de su voluntad”. (50) Al analizar estas fantasías, Jung comprendió, estaba estudiando la función de la mente que creaba los mitos.

      Jung echó mano de su libreta marrón, abandonada desde 1902, y comenzó a escribir en ella. (51) Anotó sus estados

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