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relaciones y cooperación. No olvides que la política en muchas ocasiones participa de ellos.

      5. La imagen pública. Tomarás sin darte cuenta el control de aquello que antes pasaba desapercibido o no te preocupaba tanto: tu vestimenta, tu forma de actuar, tu manera de expresarte y cómo comportarte en determinadas situaciones, eventos o escenarios.

      6. La autopromoción política. Ahora puedes, con cierta discreción y moderación, publicitar mejor y con más sentido tu marca política personal. Las marcas venden, las marcas políticas personales también.

      7. La cercanía. Una marca personal siempre conectará más que una marca empresarial. Puedes hablar de tú a tú y eso es muy diferente, muy real, muy cercano.

      8. La accesibilidad. Si los medios de comunicación te identifican mejor, te visualizarán como alguien referente o experto en alguna temática. La política requiere de especialización. ¿Cuál es tu especialidad política como marca personal?

      9. La humanización. Una marca política personal es sinónimo de ser humano. La gente prefiere hablar en redes sociales con un perfil personal mucho más que con unas siglas o una marca empresarial.

      Cuenta contigo, deja de buscar ahí afuera. Las soluciones están dentro de ti.

      Cuando intentamos comunicarnos con las audiencias lo políticamente correcto empieza a perder su protagonismo en el argumentario de cualquier partido político, también en las marcas políticas personales. La oferta de mensajes que tenemos en la actualidad y la gran cantidad de medios de comunicación han provocado que haya que ser mucho más conciso y claro para conectar con la ciudadanía, con los clientes políticos.

      La ambigüedad es enemiga de la sociedad actual, una sociedad que escanea todo lo que le llega, a la vez que va dedicando muy poco tiempo a descifrar lo que los partidos o líderes políticos quieren transmitir. Si la incorrección política acerca al mismo tiempo que llega a sorprender, empezamos a entender a muchos comunicadores y políticos.

      Las ideologías llegan en muchos casos a solaparse. Donde antes había casi un acaparamiento total del voto nacional entre prácticamente dos partidos políticos ahora tenemos un espectro de múltiples opciones para el ciudadano, marcas políticas a la carta. Ya no se venden ideologías, se venden soluciones personalizadas. Y cuando hablamos de personalización hablamos de grupos pequeños donde la micropolítica empieza a ser decisiva. Es ahí, en esa segmentación del mercado electoral, donde impacta la incorrección política, que en muchos casos se enfrenta de lleno con el populismo y la demagogia. No es cuestión de que sea o no políticamente correcto, es cuestión de facilitar la comprensión de lo que se dice y, sobre todo, del cómo se dice. Menos es más, en política y en casi todo lo que nos rodea. Lo políticamente correcto ya no es suficiente.

      Las limitaciones en lo políticamente incorrecto, si las tiene que haber, las ponen las urnas cada cierto tiempo. La incorrección política que estamos escuchando y viendo en estos últimos años tiene un lado positivo: ha hecho que todos los agentes relacionados con la política (medios de comunicación, gobiernos, partidos políticos, oposición y líderes de opinión pública) hayan entendido que se debe comunicar mejor y de manera más entendible por el ciudadano.

      Me decía un amigo mío, Daniel Eskibel, un reconocido psicólogo y consultor político internacional, en referencia a la opinión pública una frase muy interesante: «No me des lo que te pido porque no era eso». Los medios de comunicación trabajan lo noticiable y diario, sea lo que sea, políticamente correcto e incorrecto. Quizás un poco de sensatez y veracidad ante aquello de lo que se «informa» nos vendría muy bien a todos. Soy consciente de que no son momentos para contrastar todo lo que llega a un periódico o a un canal de televisión, pero hay que respirar. Las personas primero compran personas; luego, cómo estas cuentan las cosas.

      Las limitaciones en lo políticamente incorrecto, si las tiene que haber, las ponen las urnas cada cierto tiempo.

      Por eso vemos presidentes de países a los que hace unos años era impensable ver al frente de naciones u organizaciones políticas. Casos como Trump, Bolsonaro y otros son un buen ejemplo del manejo de la incorrección política. Ahora bien, me pregunto si tantos millones de personas al dar su confianza a estos líderes mundiales estaban equivocadas. Nadie imaginaba un caso como el de Vladimir Zelenski, que pudiera llegar a la presidencia de Ucrania tras su pasado como comediante o actor. Es por lo que la incorrección política no tiene por qué estar asociada al engaño o al discurso excluyente o negativo. Si quieres conectar con la mayoría de una sociedad tienes que hablar con términos que entienda esa mayoría.

      La incorrección política es llamar a las cosas por su nombre. Mejor dicho, utilizar palabras y términos que todos podamos comprender de manera fácil y rápida. No tenemos tiempo y si lo tenemos lo queremos utilizar en otras cosas. De hecho, el mejor ejemplo lo tenemos en el propio uso del término «incorrección política». Dudo de que mucha gente sepa ya su significado.

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