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vez en cuando, ocurre. Es normal que suceda porque eso significa que hay algo que nos está movilizando. El problema viene cuando tratamos de reprimirlo y vamos acumulando ira en nuestro interior, convenciéndonos de que el mundo está contra nosotros. No hay nada peor para nuestra creatividad que estar siempre enfadados pero, si entendemos lo que nos está enojando y somos capaces de gestionarlo, nos sentiremos mucho mejor. A veces, vale la pena relativizar para darnos cuenta de que quizá no es tan importante. Y si vemos que sí lo es, quizá tengamos ahí un tema estupendo para nuestro proyecto.

      •Quedar con amigos. Siempre es una buena idea hablar con otras personas y escuchar otros puntos de vista. El intercambio de opiniones nos permitirá ver más allá de nuestros ojos, podremos aprender, discrepar y argumentar nuestras ideas y también conectar con pensamientos de otros. Y divertirnos, ¿por qué no? Es posible pasarlo en grande mientras realizamos importantes descubrimientos.

      •Perder el miedo a equivocarnos. Todos cometemos errores, sin ellos, no hay aprendizaje. Lo importante es tomar conciencia de lo que ha fallado para poder mejorar la próxima vez. Sin asumir ningún riesgo, es muy difícil avanzar. La mayoría de las grandes ideas y proyectos han surgido de fracasos previos.

      •¡Vivir! Ser actores en lugar de espectadores de nuestra propia vida. Experimentar, curiosear, sorprendernos, arriesgarnos y atrevernos a hacer aquello en lo que creemos.

      Recomendación 2

      Desarrolla tu ecosistema creativo

      Busca un lugar en el que te sientas cómodo e identifícalo como tu espacio de creación. Si ya lo tienes, mejóralo, hazlo más agradable, redecóralo, si es necesario. A veces basta con realizar cambios muy sencillos como colocar una planta o un objeto que te guste, añadir una lámpara más luminosa o una caja en la que ordenar tus objetos de papelería.

      Haz una relación de hábitos que propicien la creatividad en tu vida diaria. Escribe tu propia lista de acciones para identificar aquellas cosas que alimentan tu estanque creativo y trata de llevarlas a cabo tan a menudo como puedas.

      El proceso creativo

      Cada ser humano tiene una manera particular de generar ideas; el punto de partida consiste en asumir, de manera más o menos consciente, que tenemos un reto. Aunque el proceso creativo de cada uno puede ser distinto, existen diversos modelos que tratan de explicar cómo las personas, de forma general, originamos las ideas. Uno de los más aceptados en la actualidad es el esbozado por Mihály Csíkszentmihályi en 1998, que consiste en las siguientes etapas:

      •Preparación, en la que se produce una inmersión, ya sea consciente o no, en el objetivo creativo. Suele conllevar el reunir información sobre el tema, algo que sucede normalmente y de manera natural cuando estamos interesados en algo. El adquirir conocimientos muy diversos potencia la construcción de nuevas conexiones mentales; cuanto más improbables sean éstas, más originales serán las ideas que se generen.

      •Incubación, en la que se lleva a cabo un trabajo inconsciente. Se suele producir en momentos de nuestra vida diaria en los que parece que estamos descansando o no prestando atención a nada en concreto, mientras nuestro cerebro inventor trabaja de manera no consciente y puede acercarnos a la idea buscada.

      •Iluminación, en la que por fin aparece la idea.

      •Evaluación, en la que decidimos si la idea es valiosa o no.

      •Elaboración, en la que desarrollamos, comunicamos y damos una aplicación práctica a la idea. Lo cierto es que todo lo anterior no sirve de mucho si no culminamos el proceso creativo llevándolo a cabo.

      Por supuesto, se trata de un modelo teórico por lo que no siempre tienen que darse todas estas fases ni tampoco en este orden, pero se trata de un buen punto de partida para entender el funcionamiento del proceso creativo.

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      ©Raúl Kalesnik, El lugar donde vivo

      Raúl es un autor mexicano, que actualmente reside en España, interesado en la representación de la realidad y los límites de la ficción de la imagen fotográfica. En esta serie, su proceso creativo comenzó con una investigación sobre la violencia en su país, potenciada por el tráfico de armas, tema central de su proyecto Cuerno de Chivo, al que pertenece este trabajo. Estas indagaciones le llevaron a abrir dos caminos diferentes que terminaron conectándose para dar lugar a un nuevo planteamiento.

      Por un lado, encontró en internet un artículo sobre una convocatoria de dibujo infantil titulada El México que yo vivo, en la cual los niños habían representado escenas muy violentas como parte de la vida que les rodeaba. Esto impactó a Raúl y decidió iniciar una vía de trabajo.

      De manera paralela, comenzó a preguntarse cómo eran realmente los lugares que aparecen marcados con los mayores índices de violencia, por lo que se le ocurrió entrar en Google Street View para conocer qué aspecto tenían exactamente las 10 ciudades con la estadística más elevada de homicidios. Decidió comenzar a hacer capturas de estas pantallas pero desde un punto de vista fotográfico, como si estuviera allí y caminara, tomando fotos de esos lugares.

      En un momento determinado, las dos ideas confluyeron en un único proyecto, en el que se incluyen los personajes de los dibujos infantiles, a modo de collage, sobre lugares comunes de las ciudades con más crímenes de México. La estética final fue diseñada para invitar al espectador a reflexionar sobre el problema de la violencia, más allá de impresionarlo con escenas terribles que cierren el diálogo.

      Son muchos los que afirman que no tiene porqué producirse un instante eureka como tal sino que lo que suele suceder es que existen momentos en los que se crea el espacio (físico o mental) adecuado para que tomemos conciencia de que tenemos esa idea. Charles Darwin sitúa el nacimiento de su teoría de la evolución un 28 de septiembre de 1838, mientras leía un ensayo sobre la población del reverendo Thomas Malthus. “De repente, el mecanismo de la evolución pareció obvio; qué increíblemente estúpido fue no haberlo pensado antes”, afirmó Darwin. Sin embargo, el estudio de sus manuscritos nos han revelado que la idea ya le rondaba por la cabeza al menos un año antes. Es lo que Steven Johnson, una gran autoridad en el ADN de la creatividad, denomina corazonada a paso lento. Johnson, autor del libro Las buenas ideas. Una historia natural de la innovación, defiende que, a menudo, ideas muy importantes se mantienen borrosas ante nuestros ojos durante largos periodos de incubación hasta que se da el momento propicio para que tomen forma y podamos verlas con claridad. Es como si tuviéramos en la cabeza una serie de piezas de puzle pero, o bien no las tenemos todas o no se nos ha ocurrido que, justo esas piezas, juntas, son las que completan el rompecabezas y, sólo en un instante determinado pero no antes, somos capaces de verlo, por el motivo que sea.

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      ©Gonzalo Puch, Falsos soles

      Gonzalo Puch estuvo trabajando durante largo tiempo en su proyecto Falsos soles. El punto de partida fueron unas fotografías en blanco y negro que vio y que le inquietaron. Con el tiempo, volvieron a su cabeza y fue entonces cuando comprendió que la razón de su desasosiego venía de que los extraños espacios que mostraban, habían sido construidos digitalmente, aunque la manipulación pasaba casi desapercibida. Gonzalo siempre había trabajado con foto preparada, por lo que, hasta ese momento, construía las escenas para después fotografiarlas. Decidió comenzar a realizar fotomontajes, combinando elementos de sus propias fotos para construir nuevas imágenes. Tras un año, había creado 15 fotografías que aunaban cierta pobreza minimalista, recursos constructivos propios de las chabolas, geometría deteriorada y algún que otro vestigio humano como ventanas y ladrillos que se mezclaban con las finas maderas que sostenían, casi de milagro, la construcción. Llegó a pensar que se trataba de autorretratos. Trabajó las imágenes

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