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no hablo ninguno correctamente, ni siquiera mi idioma materno, el castellano. Sin duda que es mi intención tocar de alguna manera “tu sensibilidad” y poder mirar profundamente a descubrir lo que es amarse a uno mismo y amar a la persona que camina a nuestro lado. Sea durante un tiempo en nuestras vidas, sea durante toda nuestra existencia.

      Para compartir todo esto, “me ayudé” de las muchas parejas que he seguido a lo largo de estas dos décadas. He elegido algunos ejemplos, entre los muchos que conozco. Surgieron espontáneamente en mi memoria y mí sentir, y su intimidad está del todo protegida. En realidad, se trata sobre todo de las posibilidades de vivir las relaciones.

      La segunda parte del libro tiene el nombre de “Pinceladas” pues así lo siento. Son ideas y comparto posibilidades para la consulta. No ha sido mi intención profundizar en esta temática, pero si lanzar algo de forma inicial, esperando con esto ayudar tanto a profesionales como a “las parejas” en estas áreas.

      Soy una mujer de acción, me gusta experimentar, viajar, conocer por mí misma, arriesgar y estudiar, me gusta el movimiento de la vida, hacer varias cosas al mismo tiempo, y de hecho, la idea de empezar este viaje compartiendo a través de la escritura, siempre ha estado presente en mí.

      Soy hija de un escritor. Mi padre, Juan Cegarra Pérez, que ya hizo su gran viaje hace más de una década, y con el cual yo tenía una relación maravillosa y profunda, escribía casi todos los días. Publicó varias obras, hizo radio, escribió en el Periódico de la ciudad de Huelva, en el Sur de España, habiendo escrito varias obras de teatro. Aún recuerdo como si fuera hoy, el sonido de las teclas de la máquina de escribir, que a altas horas de la noche, se hacían oír en nuestra casa de España. Aquello me era tan familiar que casi funcionaba como una canción para adormecer. En cierta manera, este también es mi homenaje a ese hombre maravilloso, culto y dulce que él fue.

      Buena lectura

      Con cariño.

      María del Mar Cegarra Cervantes

      Parte I

      Capítulo I

      Ya son más de las 8 de la noche.

      A Laura no le gusta salir tan tarde del consultorio, pero a veces pasa.

      Como tantas otras personas, también ella tiene que gestionar su tiempo.

      En el pasado era mucho peor. Frecuentemente llegaba al final del día con una sensación de cansancio y de haber dejado muchas cosas “por hacer”. Invariablemente surgía la culpa, el malestar, la irritabilidad. Y las tareas se acumulaban. En esa fase, el malestar se había instalado de tal manera que se convirtió en algo físico. Era como si tuviera trozos de piedra donde termina el cuello y empieza la espalda, aunque la “casi hernia”, la famosa L5, va mejorando. Como psicoterapeuta corporal, sabía muy bien lo que origina ese cúmulo de tensiones, esa “carga de más”. Aún sentía que nadie lo podría hacer tan bien como ella, por lo tanto, era mejor no delegar y controlar todo lo posible. Poco a poco, se fue dando cuenta de que estaba equivocada, en la manera en como miraba el mundo y su relación con los demás. Pero principalmente consigo misma. Además del fantástico “complicómetro mental” con frases y más frases diciéndole “lo que debía o no debía, o lo que ya debería saber”, seguía irritándose por sentir cosas tan normales (y lo que el más común de los mortales entiende), sin ser capaz de ofrecer una respuesta evolucionada (¿¿¿qué es eso de ser evolucionado???) y simplemente ser más eficiente, o evolucionada, u organizada o.. tantas cosas que en ese momento conocía en teoría, comprendía cognitivamente, pero que aún entraba por alguna puerta difícil de mantener cerrada. Entonces se agotaba, cayendo en un esfuerzo tremendo para “poder con todo”: familia, trabajo, estudios, peso de más, peso de menos, dinero, sistema.. ¡¡¡Todo!!!

      Pero un día en que salió tarde del consultorio, la última sesión le había “perturbado” más de lo habitual. No porque tuviera algo de extraordinario o traumático, sino porque, como otras tantas veces, se habló de Amor, de lo que es, de cómo se puede expresar. Laura atiende adultos individualmente, pero sobretodo parejas. En ese día, la última sesión se centró en una pareja algo atípica. Eran jóvenes de 27 y 30 años. Aún, ni siquiera, vivían juntos. Buscaron a Laura para que con ella pudieran descubrir lo qué es el Amor, lo que es tener una relación sana. Estaban comprometidos en entender si andaban “engañados” con todo aquello. “¡No queremos fracasar!” decían, “todos a nuestro alrededor fracasan y nos da miedo que eso nos pase también”.

      Este reto era delicioso, envolvente, raro y, al mismo tiempo maravilloso y profundo. Era imposible dejar de mirar esta oportunidad como algo que permitiría una importante evolución.

      Laura estaba pensativa. No tenía dudas sobre lo que era el Amor en su vida. Por lo menos así lo sentía. ¿Pero no se estaría auto engañando también a veces? ¿Cómo se construye el ideal de una pareja? ¿Qué historias son esas, que acompañan nuestra historia y que van construyendo nuestra realidad interna?

      Sintió un impulso de encontrar una forma de ayudarles en lo que pedían, en la búsqueda y validación del Amor que sentían. Y como si esto no fuera suficiente, ella era la tercera psicoterapeuta que esta pareja consultaba, y empezaban a desanimarse. Nadie parecía entender la profundidad de su petición.

      Como solía hacer, les alertó sobre el hecho de la psicoterapia no tenía como objetivo que permanezcan juntos. La psicoterapia tenía por finalidad que ellos encontraran motivos suficientes entre el sentir, el pensar y el hacer, para quedarse juntos. Si alguno de los dos no lograra encontrar motivos suficientes, de común acuerdo, tras el proceso psicoterapéutico, se iniciaría entonces, una separación consciente, con respeto, permitiendo que cada uno se llevara para su futuro camino, lo que hubiera “aprendido”.

      Mientras se explica esto a las parejas, normalmente se siente una tensión en la sala. Quizás porque no lo esperan, quizás porque la expectativa sea que “lo cierto es quedarse juntos”. Quizás porque uno puede estar seguro de sí, y el otro no tenerlo tan claro. En este caso, uno siente “pánico”, el otro, se queda en cierta manera “aliviado”.. Se trata de un momento que trabaja la relación en una dinámica más humana y realista, menos ilusoria. Laura suele decir que “la expectativa mata el flujo”. Fácil de decir, difícil de comprender, y aún más difícil permitir que pase. Todos tenemos tantas expectativas e ideas preconcebidas. Hipotecamos tantas veces nuestra existencia, al considerar que sólo vamos a ser felices “si esto o aquello pasa”, “si tenemos esto o aquello”. De este modo, el recorrido hasta supuestamente tener “esto o aquello”, se transforma en un camino bastante tortuoso.

      Durante un minuto, los dos se quedan en silencio, escuchando la “explicación”. Todo corresponde a lo que ellos querían. Un minuto se hace eterno cuando hay involucrados sentimientos tan profundos y delicados. Durante ese silencio, hondo, cargado de tensión y tristeza, no se miran a los ojos. Después, vuelven a mirarse. Una respiración que suena a valentía, da lugar a la voz, y con ella en unísono, se oye “eso es lo que nosotros queremos”.

      El primer grano de consciencia está colocado. Por delante hay ahora mucho trabajo que hacer. ¡Mucho!

      Él es un hombre enorme y corpulento. Mide casi dos metros de altura.

      Tiene la parte superior del cuerpo muy desarrollada. Está tenso. La respiración es acelerada, ansiosa. El discurso exaltado, las palabras rápidas. La mirada esquiva, a veces casi enfadada, y otras profundamente triste y delicada, propia de un niño de tres años.

      Es un hombre atractivo, con movimientos bruscos. Y sin embargo, a pesar de ser grande, parece no ocupar gran espacio Ωen la sala. Hay personas más pequeñas cuya presencia se nota mucho más.

      Se dice que el cuerpo traduce lo que nos viene del alma. Es el que abraza, el que se mueve, el que habla, el que se inquieta. El que conecta con la vida. El cuerpo ocupa más o menos espacio, de acuerdo con la energía disponible que tiene para expresarse en el mundo, expresando de forma más o menos adecuada la vivencia interior de quien lo habita. Así, hay personas pequeñas que ocupan mucho

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