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Introducción

      1. ATENCIÓN DE LA DIVERSIDAD

      El currículum establecido a partir de la reforma educativa cumple con la finalidad básica de atender a todo el alumnado para proporcionarle un marco de aprendizaje que facilite su progreso en el desarrollo de diferentes tipos de capacidades (motrices, sociales, cognoscitivas, afectivas, expresivas, etc.).

      Los principios sobre los cuales se fundamenta dicho currículum son: la enseñanza comprensiva, la atención a la diversidad y la enseñanza personalizada. Estos principios están íntimamente interrelacionados entre sí.

      La enseñanza comprensiva contribuye a aportar coherencia y rigor a la sistematización del proceso de enseñanza-aprendizaje, avanzando a partir de aquello que se sabe y no de aquello que no se ha aprendido.

      Una concepción comprensiva implica, a su vez, asumir la diversidad del alumnado. No sólo es conveniente no separarlo ni clasificarlo en función de sus diferencias, sino que hace falta definir planteamientos sobre su tratamiento y prever estrategias para dar respuesta a estas diferencias, entendiendo la diversidad como algo positivo y enriquecedor y no como un elemento segregador y discriminativo. Ser diferentes no es una característica específica del alumnado, lo es también de los docentes y de todas las personas que conforman la sociedad humana.

      Esta enseñanza comprensiva, que asume la diversidad, obliga a tener muy en cuenta la enseñanza personalizada para poder dar respuesta a las diferentes realidades y necesidades del alumnado. Representa acudir a estrategias que tengan en consideración los diferentes ritmos de aprendizaje y las dificultades que se presentan durante la secuencia de enseñanza-aprendizaje, tanto en el ámbito cognoscitivo y de la comprensión como en los ámbitos motrices y socio-afectivos.

      El lector no dudará de la validez de los principios hasta ahora planteados; pero ¿cómo adecuar y hacer posible en la práctica docente estos principios?

      Sin duda, considerar la diversidad no es una tarea que afecte únicamente a una sola área curricular, sino que tiene que ser abordada desde las diferentes áreas que configuran el currículum, ya sea ésta contemplada desde una perspectiva disciplinar o interdisciplinar.

      Se necesita una cohesión mínima del equipo docente sobre los principios integradores y una aplicación transversal en la programación de aula, en los comportamientos reales hacia el alumnado, en los valores y las actitudes que se transmiten cotidianamente, en los criterios y en la práctica de la resolución de los conflictos, en la normalización del centro, en la promoción de los valores de la convivencia, de la tolerancia, de la solidaridad y del respeto a la diferencia.

      El profesorado, de manera conjunta, en la elaboración de los proyectos educativos y en los proyectos curriculares de centro, tiene que mostrar el currículum oculto y revisar de manera explícita no sólo las estrategias metodo-lógicas empleadas en la consecución de unos determinados contenidos y objetivos, sino también cuestionar la coherencia, validez y eficacia de éstos.

      El problema no es únicamente resolver cuál es la mejor manera de guiar las intenciones educativas, sino, sobre todo, poner en el punto de mira, en primera instancia, las propias intenciones educativas.

      Establecer unos determinados objetivos y contenidos en lugar de otros constituye de hecho una tarea que además de ser prioritaria, determina el proceso. Es a partir de su secuenciación en los diferentes niveles de concreción que van a realizarse determinadas actividades y no otras, y que se van a emplear determinados recursos y materiales en lugar de otros, estableciendo actividades de evaluación para contrastar el grado de adquisición de los objetivos y contenidos fijados.

      En este sentido, educar en la diversidad más que un recurso didáctico es una actitud y una convicción cultural o ideológica, y se convierte en un contenido esencial a desarrollar en el proceso de enseñanza-aprendizaje, si lo que se pretende es preparar a las personas para que se integren activamente en la sociedad de manera crítica y creativa.

      La educación física, por tratarse de una disciplina fundamentalmente procedimental en la cual también juegan un papel importante los contenidos actitudinales, es una de las áreas curriculares que mejor permite ahondar en el tratamiento de la diversidad.

      E l presente volumen, que gira en torno a la presentación de abundantes juegos cooperativos, pretende ser una eficaz herramienta para que alumnos y alumnas reconozcan, valoren y acepten la diversidad de opinión y de acción. Entre otras posibles opciones se ha escogido el juego porque, ¿qué hay mejor que aprender jugando? Con toda la intención pedagógica estos juegos tienen exclusivamente una estructura cooperativa, porque la cooperación es considerada como un contenido imprescindible a la hora de educar en el respeto y en la tolerancia por las diferencias.

      La selección expuesta permite profundizar en las dos estrategias válidas para el tratamiento de la atención a la diversidad, siendo la combinación de ambas la que va a permitir un mayor desarrollo de las potencialidades de todo el alumnado.

      La primera consiste en profundizar en las situaciones de diversidad. Se trata de respetar e, incluso, promover e intensificar los aspectos diferenciadores: valores culturales, sexo, intereses y motivaciones, ritmos y proceso de desarrollo, heterogeneidad de capacidades, peculiaridades individuales, multiplicidad de puntos de partida, etc.

      En esta estrategia predominan las tácticas que subrayan las diferencias y, sin olvidar que las personas tienen numerosas características comunes, hace hincapié no en las concordancias sino precisamente en todo aquello que hace que no todo el mundo piense igual, sienta y actúe de una misma manera.

      Desde la educación física no se tiene que conseguir una respuesta motriz única y válida para todos y todas, sino mejorar la competencia motriz del alumnado en relación a las especifidades y características individuales y de grupo.

      La segunda estrategia impulsa a la superación de situaciones de diversidad: estriba en igualar, compensar, sensibilizar; tiende a la aproximación de los niveles y de las situaciones de partida desiguales –ritmos y procesos de desarrollo–; desigualdades de origen sexista; desajustes importantes en relación a los objetivos convenidos socialmente; necesidades educativas especiales; disminuciones físicas, psíquicas o sensoriales, etc.

      Esta línea de actuación persigue la homogeneización, el establecimiento de la igualdad por encima de las diferencias.

      Ambos modelos de actuación enunciados pueden ser llevados a la práctica a través de la experimentación lúdica que nos brinda el juego cooperativo.

      2. NOCIÓN DE JUEGO COOPERATIVO

      ¿Por qué apostar por los juegos cooperativos? El juego no es neutro. Transmite y potencia un determinado código de valores, una manera de establecer las relaciones entre las personas, una forma de entender la diversión.

      Una estructura interna competitiva exige que los jugadores actúen unos contra otros y ello, frecuentemente, provoca la no aceptación de reglas con la finalidad de ganar, la realización de trampas y el surgimiento del juego sucio, las discusiones, las críticas, los disgustos, los conflictos, la aparición de líderes y de marginados, el rechazo y la discriminación en función del grado de habilidad o de sexo, etc.

      En cambio, la utilización de estructuras lúdicas cooperativas que requieren la implicación de todo el grupo en el juego provoca el surgimiento de sentimientos de aceptación y de consideración hacia las demás personas. Saber compartir, ser más consciente de como siente el otro, apoyarse mutuamente para conseguir los objetivos propuestos son actitudes que facilitan la realización de aprendizajes en un ambiente distendido y alegre.

      Se pone en duda la validez de emplear estructuras competitivas si, previamente, no se han favorecido ni consolidado las estructuras de juego cooperativas. En el supuesto de que se considere oportuno explorar las sendas de la competición, se requiere la adquisición de un bagaje lúdico que permita afrontar la acción con madurez y contemplar, si acaso, la rivalidad como una forma más, no la única ni la más importante, en la que puede transcurrir el juego.

      Muchas veces, los amantes de usar la competencia, excusándose en que resulta un planteamiento

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