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cercanías de la frontera del Rubicón.

      Así, las legiones galas de César, se pusieron a repoblar y reorganizar esa tierra que, ciento sesenta años antes, se la llamaba Flaminia en honor de un cónsul llamado precisamente Flaminio, cuyo nombre significaba entre otras cosas descendiente de los flamines, los sacerdotes más importantes de la antigua Roma, que había construido a marchas forzadas un línea defensiva, llamada Puniceus Rubicon, para impedir la llegada a Roma del cartaginés (o púnico) Aníbal, como hemos visto en un capítulo anterior.

      Después de la grave derrota, que concluye con el sacrificio personal del mismo cónsul Flaminio,24 esas tierras fueron entonces llamadas Roman-dia y Roman-via25 porque seguían conduciendo a Roma.

      Pero a sus legionarios más fieles César les pide y promete mucho más que las tierras romañolas, es decir, Roma e Italia enteras, si deciden seguirlo y conquistar el espacio que se interponía y se asomaba en las Marcas inmediatamente después de Rímini.

      Y así agrupó las tropas más aguerridas que querían seguir combatiendo en las cercanías del Rubicón y se preparó para tomar Roma.

      Esto atrajo a muchos, pero atemorizó a otros, lo que provocó algunas defecciones entre las filas de César, que consideraron que eso era una traición a su misión.

      Uno en particular fue el valeroso general Tito Labieno,26 que lo abandonó y se puso del lado de Pompeyo Magno, el rival político y militar de César, situado al otro lado del Rubicón, que llegó a él trayendo consigo a cerca de 3.700 efectivos entre caballeros y legionarios.

      Pero hubo también algunos grupos de galos que no quisieron seguir a César y se contentaron con establecerse para siempre en las tierras de la Romaña que les había prometido, aunque César les pidió que le defendieran las espaldas frente a las tropas de Pompeyo que podían llegar desde España hasta Italia.

      Así que algunas legiones galas se pusieron a repoblar la actual Romaña, despoblada por las recientes revueltas civiles de Mario y Sila.

      Pero volvamos al viaje de César a Cesena.

       César llega a Cesena ( Curva Caes Arena )

      César y el comandante Hortensio, después de recorrer la Via Decimana llegan a Curva Caes Arena,27 donde les esperaban muchos hombres siempre fieles a los populares28 de su tío Cayo Mario.

      Unos diez años antes en la Romaña, los populares, encabezados por el tío de César, Cayo Mario, habían sufrido una severa derrota militar por parte de los optimates de Sila entre Forlí y Faenza, que había despoblado los campos.

      César estaba reconstruyendo y reorganizando muchas cosas.

      En esas tierras había prometido y entregado muchos terrenos y cargos públicos a sus veteranos y con los impuestos sobre las tierras y sus productos estaba embelleciendo y romanizando muchas cosas en la Romaña.

      Edificios públicos, teatros, escuelas de gladiadores, lugares y calles, crecían para asegurarse fidelidad política, estabilidad militar y logística sobre el territorio.

      Cesena fue llamada Curva Caes Arena, que significaba Arena Circular de César y con ese nombre aparecía entonces en un antiguo mapa romano.29

      La Curva Caes Arena era una pequeña copia del Circo Máximo para las carreras de caballos que Cesar casi había terminado de construir, pero que, debido a su muerte producida pocos años después, la acabó de completar su sobrino, el emperador Augusto.

      Una vez llegado a Cesena, César reunió a sus mejores oficiales, Labieno, Quinto Hortensio, Curión, Marco Antonio, Casio y Asinio Polión, para revisar la situación militar de Pompeyo al otro lado del Rubicón.

      —Te saludo César. Para la fiesta de tu llegada hemos organizado espectáculos ecuestres dentro de tu arena, que está casi terminada —dijo Curión.30

      —Gracias, ya sabéis que me gustan las carreras de caballos, pero antes hablemos de la situación estratégica de Pompeyo —respondió César.

      —Pompeyo sospecha que quieres atacar Roma, ha salido de la frontera del Rubicón y ha avanzado con las dos legiones hasta apropiarse del Prissatellum,31 justo enfrente del Caes solum32 y las tierras donadas por ti a los galos. En este momento están enfrente de nuestras tropas a pocas millas de nosotros —dijo Marco Antonio.

      —Sí, lo he sabido por los correos. Pompeyo ha hecho más o menos lo que hizo Flaminio cuando se puso a esperar la llegada de Aníbal —respondió sonriendo César.

      —Exacto, mi César; solo tiene dos legiones y las ha dispuesto en formación de defensa sobre el Rubicón —dijo Marco Antonio.

      —¿Y qué más está haciendo para defenderse? —añadió César.

      —Pompeyo está amenazando a través de algunos sacerdotes con maldiciones y pérdida de la ciudadanía contra aquellos que osemos atravesar el Rubicón, pero solo lo hace para ganar tiempo y asentar una tercera legión de refuerzo en retaguardia y cubrir mejor la línea defensiva —respondió Marco Antonio.

      —¡Mortatibus sui!33 —exclamó César con fuerza—. ¿Tal vez pretende usar el miedo a los dioses y la fidelidad a Roma de nuestros legionarios como arma de disuasión?

      —Parece que sí, César. Y ha anunciado el envío de flamines y vaticanos34 aquí, a Caes Arena, para encontrarse contigo, pero veremos si tienen valor para atravesar el Rubicón y venir a hablar contigo —respondió Marco Antonio.

      —Sin duda lo veremos. Como representantes de los dioses de Roma tienen acceso a cualquier lugar ocupado por legiones y legionarios romanos —respondió Labieno, el mejor general romano de César.

      —¿Y si vinieran, que creéis que harían? —preguntó César.

      —Normalmente hacen dos cosas. Negociar una paz en nombre del senado y disuadir a quien quiera atacar Roma o maldecir a todos contra los Dioses y nuestros antepasados guerreros —explicó Labieno.

      —Somos mis antepasados y yo los que ya les hemos maldecido y les hemos declarado la guerra mucho antes que ellos —respondió César, sin poder seguir manteniendo la calma.

      —¿Es que has hecho oficiar maldiciones y contrasacrificios mágicos a los sacerdotes druidas35 de nuestras legiones para tratar de protegernos? —preguntó Labieno.

      —He hecho todo lo que es necesario para vencerlos y derrotarlos, general Labieno, y esto puede incluir tener buenos legionarios, como vosotros, y bastantes otras cosas —respondió César.

      —Es una cosa malvada y prohibida atormentar con sacerdotes a un ciudadano romano o un amigo por intervención divina. Solo a los enemigos de Roma se los puede matar legítimamente por medio de sacerdotes y de los dioses del Hades, sin incurrir en la venganza de los dioses de Roma —respondió Labieno, que, como muchos legionarios romanos, respetaba los preceptos de la religión de Roma.

      —Esta vez te equivocas, general Labieno. Soy también Pontefix Massimum36 y sé muy bien qué hacen en secreto nuestros sacerdotes no muy lejos de aquí, en el Mons Jovis,37 inmediatamente después del Rubicón y te puedo decir que también allí ordenan matar a los enemigos del estado, primero con rituales divinos y luego, si esto no basta, con otras cosas —respondió César.

      —¿Y entonces por qué, en lugar de ponernos en contra las maldiciones de nuestros sacerdotes y antepasados, no llegamos a un acuerdo de paz con ellos? —dijo el general Labieno, que no quería guerrear contra Roma.

      —Porque ellos se han convertido en enemigos del estado, debido a sus crímenes cometidos contra los ciudadanos y contra nuestros representantes populares y no tendrán de su lado, ni a los dioses, ni a nuestros antepasados. Pero no es con rituales mágicos como pretendo derrotarlos —concluyó

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