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al frente y otro a las espaldas —explicó César.

      —Buena táctica —dijo Hortensio.

      —Hoy es simple escuela militar romana. Cuando un ejército que se mueve contra otro al atacarlo se ve encerrado de alguna manera, está ya tácticamente derrotado. Y eso es lo que hizo Flaminio contra Aníbal.

      »Y cuando un ejército que está quieto al defender algo se ve de alguna manera desplazado, ya está tácticamente derrotado. Y ese fue el otro error que cometieron Flaminio y el Senado contra Aníbal, cuando les ordenaron salir del Rubicón y se pudieron a perseguirlo entre los montes —dijo César sonriendo para sí—. Pero yo, si es necesario, no cometeré errores similares contra Pompeyo —concluyó.

      —¿Entonces qué haremos contra las dos legiones de Pompeyo que nos esperan desplegadas sobre esas líneas? —preguntó Hortensio.

      —Por ahora nada. Iré a entregar oficialmente las tierras que he prometido a las legiones y a los legionarios galos en Romandía y mandaré a Curión y Marco Antonio a Roma para pedir al senado que me nombren cónsul jefe del año —respondió César.

      —¿Y qué haremos si no te nombran cónsul jefe del año?

      —Marcharemos sobre Roma y se lo explicaremos —dijo César.

      —¿Deberíamos también nosotros, como hizo Aníbal, cruzar los Alpes16 en lugar de pasar el Rubicón? —preguntó curioso Hortensio.

      —No, ya no se puede desviar uno fácilmente hacia los Alpes.

      —¿Por qué?

      —Después de la batalla y la muerte de Flaminio contra Aníbal, Roma ha aprendido la lección y ha construido un camino y una línea defensiva nueva sobre los Apeninos llamada Flaminia minor17 en honor de su hijo, que permite, en caso de necesidad desplazar velozmente las tropas desde el Rubicón y disponerlas para guardar la línea defensiva sobre todos los Apeninos. Pero esto no es lo que me preocupa —respondió César, sonriente y seguro de su destino.

      —¿Quieres decir que atacaremos y derribaremos directamente el Rubicón? —dijo Hortensio, un poco preocupado por esta eventualidad.

      —Si se quiere, se puede hacer, pero el Rubicón también se puede socavar —respondió sonriendo César.

      —¿Cómo? —preguntó Hortensio.

      —No te preocupes de eso por ahora, Hortensio. Sabes bien que muchos legionarios no quieren ni pretenden atacar el Rubicón porque podrían atraerse la venganza y la ira de los dioses que lo defienden, pero conozco bien esa frontera y también conozco a algunos comandantes y legionarios que la guardan.

      —¿Y qué?

      —Cuando sea el momento, y solo si no me nombran cónsul jefe del año, como espero, veremos qué hacemos —concluyó César su discurso.

       Breve introducción histórica

      Antiguamente, la Italia del norte y la llanura padana se dividían en Galia Cisalpina18, Transpadana y Cispadana,19 para distinguirlas de la Galia Transalpina francesa, a otro lado de los Alpes, la actual Francia del norte.

      A la Galia Transalpina francesa se la llamaba Gallia Chiomata, por el hecho de que sus habitantes llevaban melenas (chiome) y plumas de alondra sobre sus yelmos, mientras que a la Galia Cispadana italiana, en la práctica casi toda la llanura padana, se la llamaba Gallia Togata, (Galia Togada) porque vestían togas de manera similar a la romana y de hecho estaban federados con Roma, con quien compartían muchas costumbres.

      Cuando César volvió a Italia desde la Galia Transalpina francesa llevó consigo más legiones de las que tenía al ir y las agrupó en las cercanías del Rubicón, que entonces separaba la Gallia Togata italiana de la república de Roma.

      Esto se debió al hecho de que, a medida que procedía a sus conquistas, había enrolado y formado a bastantes legiones, llamadas precisamente legiones galas.

      Estas legiones galas estaban formadas no solo por combatientes, sino también por muchos colonos, mujeres y niños a cuestas, a quienes César les había prometido, en caso de victoria, honores y tierras en suelo italiano y, ahora que había vencido, los había llevado consigo a Italia y los había agrupado en las cercanías del Rubicón.

      Al ver la amenaza, se reforzó el Rubicón a toda prisa con las tropas de Pompeyo, para tratar de frenar de cualquier manera a César, quien, después de haber agrupado sus legiones delante del Rubicón tenía prácticamente las puertas abiertas hacia Roma.

      Esa provincia y esas tierras habían sido devastadas y expoliadas cerca de treinta años antes entre Cesena, Forlí y Faenza, por una violenta guerra civil, ganada por los optimates de Sila sobre los populares de Cayo Mario, tío de Julio César y ahora César, de vuelta de las Galias francesas, estaba repoblando y reconquistando esas tierras con las poblaciones de la Galia y la Provenza20 que lo seguían.

      A muchos legionarios y colonos se les ofrecieron como recompensa esas tierras delante de esa frontera, las aceptaron, depusieron las armas y colonizaron ese lugar, que fue llamado Roman-dia o Roman-via, que significa paso romano o vía a Roma.

      Y todavía hoy una carretera que la atravesaba se llama vía Romea, o sea, vía a Roma y, esas tierras, Romaña.

      Pero César propuso a sus mejores legionarios galos continuar combatiendo y ofreció como premio conseguir a cambio la misma Roma, si lo seguían y apoyaban en su marcha a la conquista de la ciudad.

      Sin embargo, entre los soldados de César había también legionarios y oficiales romanos y entre ellos nacieron enseguida muchas discusiones y dudas sobre la legitimidad y corrección de hacer algo así.

      Muchos legionarios romanos consideraban sacrílega una propuesta de ese tipo y pensaban que debían mantenerse siempre fieles a Roma, mientras que los que estaban a favor de los populares21 y del tío de César, Cayo Mario, derrotados años antes por Sila, no querían otra cosa que redimirse y vengarse de Roma y de sus optimates.22

      Así convencieron a muchos legionarios galos para considerarla como una gran ocasión para rehabilitarse y convertirse, no solo en ciudadanos romanos, sino también en funcionarios públicos, en caso de atravesar el Rubicón y conquistar Roma.

      Además, entonces como ahora, en el norte se hablaban dialectos latinos que eran distintos de los de la Italia central y sur.

      Así que si alguien considera que las polémicas de la Italia del norte con Roma se deben a algo considerado reciente debería mirar un poco más atrás, porque ya en los tiempos de César había diversas cuestiones, como si a los galos togados de la llanura padana les convenía ser considerados ciudadanos de Roma o algo menor y había ya entonces disputas entre poblaciones y tribus, que querían continuar siendo autónomas, federadas o federalistas si preferís, mientras otras querían por el contrario ser ciudadanos Roma, con todas las ventajas y desventajas que esto podía comportar.

      Las fronteras entre el norte y Roma ya existían y estaban para empezar dentro de las cabezas de las personas y de sus tradiciones y solo luego se trazaron en el suelo.

      Y fue el propio César el primero en conceder la ciudadanía romana a las poblaciones de las Galias italianas poco después de haber atravesado el Rubicón y vencido en la guerra civil contra Pompeyo.

      Así César agrupó y dispuso sus tropas delante del Rubicón, en las cercanías de Cesena y se dedicó a distribuir muchas tierras como premios y recompensas de guerra, sobre todo a sus legiones galas, que le habían seguido en su retorno a Italia.

      Las legiones galas estaban compuestas en su mayoría por provenzales provenientes del sur de Francia y de Aquitania, desde lugares llamados Arles, Narbo Martius, Forum Julii, Forum Novempopuli, Forum Gallorum, Libertinorum y, en cierto modo, recrearon en la Romaña lugares similares.

      A través de la Liguria y el paso apenínico entre Parma y La Spezia23

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