Скачать книгу

nacionales e internacionales.9 No eran meros anuncios al mundo ni se limitaban a dar fe de una resolución. Cada una de ellas se redactaba con gran celo para influir en una audiencia particular y obtener un propósito específico. Como respuesta a las Leyes Coercitivas [Coercitive Acts] de 1774, que habían impuesto severas medidas económicas y punitivas en Massachusetts, el Primer Congreso Continental había aprobado una serie declaraciones y resoluciones, mensajes al pueblo de Gran Bretaña y sus otras colonias y peticiones al rey que, en conjunto, tenían la intención de que se cambiaran las leyes aborrecidas y exhortaban a que se eligiera un nuevo Parlamento más comprensivo con las demandas de los colonos, o a que el monarca interviniera para eliminar dichas leyes.10

      Este impasse se rompió a primeros de 1776, pero no por la enorme altura intelectual que alargaba sin fin los debates de los congresistas en la Pennsylvania State House (actual Independence Hall), sino por un desconocido editor de periódico que, casi arruinado, había emigrado de Londres a Filadelfia apenas un año antes. En aquel breve lapso, Thomas Paine había escuchado suficientes rumores de café y divagaciones tabernarias como para llegar a una conclusión que algunos políticos debatían en privado: las distintas declaraciones y peticiones emitidas hasta entonces por el Congreso eran un planteamiento equivocado. Era Jorge III, no sus ministros ni el Parlamento, el responsable de las desgracias que padecían las colonias; por tanto, de nada servían las peticiones al monarca para que cambiara las leyes: para asegurar la prosperidad de las colonias era necesario romper del todo con Gran Bretaña, no una reconciliación. Los claros y sencillos razonamientos de Paine lo llevaron también a una segunda conclusión, aún más radical: la separación solo se podría alcanzar por la vía militar y esta solo sería posible con el apoyo de Francia y España. Dicho apoyo dependería por completo de que las colonias, de manera formal y por escrito, se declararan una nación soberana independiente de Gran Bretaña.

      Las páginas finales de Sentido común dejaban clara la relación directa entre la idea de la declaración de independencia y la necesidad de asegurar la ayuda de Francia y España:

      Nada puede resolver nuestros problemas de forma tan expeditiva como una declaración de independencia clara y decidida.

      Primero.—Es costumbre entre las naciones, cuando dos están en guerra, que algunas otras potencias no implicadas en la disputa intercedan como mediadoras y que preparen los acuerdos preliminares para la paz: sin embargo, mientras América se declare Súbdita de Gran Bretaña, ninguna potencia, por muy bienintencionada que sea, puede ofrecerle mediación. Por tanto, en nuestro estado actual podríamos seguir en una disputa perpetua.

      Segundo.—Es iluso suponer que Francia o España nos proporcionarán algún tipo de ayuda si para lo único que deseamos dicha ayuda es para solucionar el conflicto y reforzar la conexión entre Gran Bretaña y América […].

      Tercero.—Mientras nos profesemos súbditos de Gran Bretaña, debemos, a ojos de las naciones extranjeras, ser considerados como rebeldes […].

      Cuarto.—Si se publicara un manifiesto y se despachara a las cortes extranjeras […] [este] tendría mejores efectos para este Continente que si un barco zarpara repleto de peticiones a Gran Bretaña.

      El público de las colonias no necesitaba ninguna explicación para comprender el plan de Paine de solicitar ayuda directamente a Francia y España. Igual que él, sabía que las dos naciones llevaban tiempo deseosas de medirse de nuevo con Gran Bretaña. Habían salido mal paradas de la Guerra de los Siete Años, un conflicto global que había comenzado en las colonias norteamericanas de Francia e Inglaterra en 1754, apenas como una batalla fronteriza entre ambos imperios, pero que había absorbido con rapidez a todas las grandes potencias europeas. La guerra acabó en 1763: Francia había tenido que entregar Canadá al Imperio británico y España había perdido su posición dominante en el golfo de México al ceder Florida a Gran Bretaña. Era sabido que ambas naciones buscaban ahora recuperar los territorios y el prestigio perdidos y que el creciente conflicto en las colonias británicas podía ofrecerles la oportunidad de venganza, deseada durante tanto tiempo.

      DECLARAR LA INDEPENDENCIA E INCORPORARSE A LA ESCENA MUNDIAL COMO UNA NACIÓN SOBERANA

Скачать книгу