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hermano me nombró tutor de su hija. Fue su deseo expreso que yo tuviera la custodia de Emma –le comunicó con un tono suave.

      La mano de Roxy tembló, derramando el café.

      –Mi hermana me pidió explícitamente que cuidara de su hija si algo les ocurría.

      Cam levantó una ceja.

      –Estoy seguro de que Hamish no me hubiera nombrado tutor sin el consentimiento de Serena. Tu hermana debió de cambiar de opinión. Sin duda Hamish le hizo ver lo poco práctico que resultaría esperar que tú, una mujer entregada a su carrera que está fuera de Australia la mayor parte del año, cuidaras de un bebé. Debió de convencerla de que sería mejor que yo tuviera la custodia.

      –¡Mi hermana nunca cambiaría de opinión! Hamish debió de querer decir que quería que cuidaras de Emma temporalmente… ¡solo hasta que yo pudiera volver de donde estuviera! O que quería que fueras su tutor financiero. Eso es lo más probable. No su tutor para siempre, para todos los días.

      –No lo creo.

      –¡Pelearé contigo por la custodia! –lo amenazó.

      –No puedes querer la custodia permanente, Roxy. Nunca estás en casa. Siempre estás en alguna excavación remota donde ni siquiera recibes el correo importante. Y cuando lo haces te tropiezas con cosas y atrapas virus extraños que te mantienen fuera de juego durante semanas.

      –Dejaré las excavaciones, naturalmente.

      –Eso es fácil de decir, Roxy… pero no es fácil de creer. Lo siento, querida, pero mi hermano quería que yo tuviera la custodia de nuestra sobrina. Tu hermana no dejó testimonio escrito de que estuviera en desacuerdo.

      –¡No esperaba morir a los veinticuatro años! –protestó Roxy–. Está claro que es mejor para una niña que la críe una mujer, una tía que sea una figura materna para ella, no un don… –se detuvo. Estuvo a punto de decir donjuán, pero se lo pensó mejor–. No un tío soltero. Seguro que ya sabes lo que atan los niños.

      –Una hija debería tener un padre y una madre, y yo trataré de darle a Emma las dos cosas tan pronto como pueda hacerlo.

      A Roxy se le paralizó el corazón. Así que su padre tenía razón. Cam estaba pensando en casarse otra vez. Sintió una punzada aguda. Por el bien de Emma. Pobre criatura, tener a una de las chicas bombón de Cam cuidando de ella.

      –¿Te refieres a Belinda? –preguntó. Cerró la boca. La imagen de la jugadora de tenis casada con Cam y ayudando a criar a su sobrina hizo que le hirviera la sangre. ¡Jamás!

      –¿Belinda? –exclamó como divertido–. No, no será Belinda. Ha vuelto con su ex marido. Ahora vive en Melbourne.

      Roxy sintió un alivio irracional antes de que su ánimo decayera de nuevo. Si las esposas podían volver con sus ex maridos…

      –¿Va a volver contigo tu ex mujer? –inquirió de sopetón.

      Cam se rió.

      –Difícilmente. Mi mujer está felizmente casada y tiene una nueva vida más de su estilo que la que yo le ofrecí.

      Su mirada burlona se tornó fría al observarla. Roxy se humedeció los labios. ¿Escondía aquel cinismo mordaz un dolor profundo? Sintió compasión por él.

      Hasta que recordó lo que estaba en juego. Su sobrina. Tomó la taza de café para templar su ánimo mientras bebía.

      No se podía permitir ninguna debilidad ante Cam Raeburn. Tenía que ser fuerte para luchar contra él.

      En medio del silencio, la niña comenzó a llorar.

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