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distinta a como lo hacen con otras personas (amigos, familiares…).

      Es importante que le dediquemos unas líneas a aquellas personas que se definen como asexuales. La asexualidad se entiende como falta de atracción sexual hacia otros, bajo o nulo interés por la actividad sexual. Desde la perspectiva que abordamos en este capítulo, la actividad sexual no es sinónima de intimidad y pasión, de forma que las personas asexuales pueden tener una vida de pareja llena de intimidad y pasión mientras que sexualmente no tienen actividad alguna.

      Compromiso

      El compromiso es otro de los pilares fundamentales en el establecimiento de una relación madura. Este compromiso simboliza la voluntad de permanencia afectiva y, por lo tanto, la intención de invertir esfuerzo en la misma. Algunas cuestiones que ayudan a pensar sobre el compromiso y la estabilidad que el mismo necesita tienen que ver con la honestidad, el agradecimiento, el respeto y la búsqueda de simetría en la relación.

      En este compromiso no debemos confundir conceptos: mantener un vínculo amoroso sano no significa tener que compartir todos y cada uno de los aspectos de nuestras vidas. Nuestra individualidad debe ser preservada, acostumbrándonos a compartir inquietudes, reflexiones, opiniones, etc.

      Estos espacios para compartir hacen que los miembros de la pareja se conozcan en profundidad y, por lo tanto, bañan la relación de honestidad, de verdad. Por otro lado, cuando hablo de respeto, me refiero a la idea de admirar y confiar en que la pareja es un ser con criterio y voluntad propios, capaz de tomar sus propias decisiones de manera autónoma.

      Si la relación crece con esta idea y además se acompaña de agradecimiento, tenemos una importante garantía en el diseño de una relación con capacidad de mirar hacia delante y pensar en el futuro juntos.

      Por último, en cuanto al compromiso, será importante que la relación busque la simetría relacional; es decir, ambos deben estar comprometidos al mismo nivel para el trabajo que requerirá la relación.

      Como veremos más adelante, las parejas que trabajan unidas en el crecimiento de la relación tienen muchas más posibilidades de que esta sea equilibrada y fuerte por ambas partes.

      Hace unos días recibí una llamada de Carmelo; me comentaba que va a casarse y que siente que necesita sentarse con su futura mujer a hablar con un profesional para poder dibujar un matrimonio lleno de compromiso y pactos:

      «La quiero, no tengo dudas de que me voy a casar con ella, pero ambos tememos el momento de tener hijos; creo que es bueno que nos ayudes a pensar juntos para no bloquearnos y hacerlo bien».

      Laura, su futura mujer, estaba encantada con la idea de seguir creciendo en pareja y de ser acompañados por una terapeuta. Es un claro ejemplo de compromiso, lleno de respeto y de pensamiento común que mira hacia el futuro.

      Ana, por otro lado, es un ejemplo de una relación desigual. La conocí cuando acudió a terapia tras su ruptura de pareja. Ella siempre fue el motor de la relación, se compró un piso donde Javi se acopló fácilmente. Él nunca iba a comer a casa, lo hacía con sus padres y pasaba las tardes en el gimnasio con sus amigos. Ana trabajaba incansable buscando un futuro juntos y con máximas comodidades. Él era como un hijo adolescente en la convivencia; no existía simetría ninguna en la relación.

      El compromiso de la relación se llenó de esfuerzos de Ana que rompieron sus sueños cuando descubrió a Javi con otra mujer. En ese momento, ella se hace consciente de la importancia de sentirse ayudada, acompañada, en una relación «par» donde la simetría sea parte de lo cotidiano y la asimetría se dé únicamente en momentos de crisis para alguno de ellos. Ana ahora tiene pareja de nuevo, y explica asombrada de forma habitual:

      «Y pude decirle… antes nunca hubiera creído que sería capaz de comentar… pedir…».

      Aprender de las experiencias pasadas nos hace ser más conscientes del tipo de relaciones de pareja que establecemos.

      Afecto e interés

      El afecto y el interés serían los últimos puntales imprescindibles en una buena relación de pareja, que de alguna manera hemos ido mostrando en los ejemplos anteriores. El primero de ellos, el afecto, se manifiesta en detalles satisfactorios para el otro.

      Y el segundo, el interés por el otro, se entenderá que va más allá del «yo te doy para que tú me des» o para recibir de ti. En este sentido será fundamental que pensemos en aspectos que apoyen la idea de conocer más y mejor a tu pareja:

      • ¿Conoces bien cuáles son sus inquietudes?

      • ¿Qué cosas le emocionan?

      • ¿Qué temas de conversación le duelen o son tabú?

      • ¿Qué es lo que más admiras de tu pareja?

      Pregúntate todos estos aspectos y ponte en marcha; cuánto más trabajes sobre estas ideas, más motivarás el crecimiento de la relación.

      Paula acudió a consulta con problemas para sentirse plena en sus relaciones de pareja. En la exploración psicológica, me encontré que sus muestras de afecto eran puramente sexuales. Durante su adolescencia fue muy precoz en el inicio de la sexualidad en pareja; cuando aún no se había autoexplorado ya mantenía relaciones sexuales con sus parejas.

      Había aprendido que su «valor» se encontraba focalizado en lo sexual, de manera que, posteriormente, mostraría su afecto en la relación buscando intimidad sexual. En muchas ocasiones describía cómo buscaba relaciones sexuales con sus parejas, no desde la pasión que pudiera sentir, sino como una forma de agradecimiento y de muestra de afecto. Lo peor de estas situaciones es que, en las descripciones, Paula relataba que no disfrutaba, que lo hacía por ellos.

      «Él no me lo pide, a veces le sorprende que me acerque, pero yo siento que tengo que hacerlo y me obligo… no me gusta».

      Posteriormente analizaremos este aspecto, ya que constituye una forma de violencia en pareja ejercida por uno mismo, siempre que se haga sin presiones o miedos dentro de la relación.

      Con estos cinco elementos —pasión, intimidad, compromiso, afecto e interés—, García Vega diseñó el llamado «pentágono del amor», y afirmaba que la pasión constituye el elemento diferenciador entre el amor y la amistad.

      Sentimiento de pertenencia

      En el ciclo de la relación podemos referirnos a una primera etapa que forja la cohesión en la relación. En esta etapa, la pareja se siente unida y cada uno de los miembros tiene el sentimiento profundo de verse apoyado y respaldado por el otro. Esto será lo que denominaremos el «sentimiento de pertenencia» donde ambos sienten que son una misma unidad que les da la fuerza, el respaldo y el empuje para superar cualquier momento o situación.

      En la evaluación que se debe hacer en cualquier terapia de pareja, es importante la valoración de la presencia o no de este sentimiento de pertenencia y la profundidad del mismo en la relación. En definitiva, si la presencia del sentimiento tiene carácter vincular, con los aspectos comentados anteriormente como son la pasión, compromiso, e intimidad o si, por el contrario, lo que mueve el sentimiento de pertenencia es una cuestión más de carácter instrumental.

      En un buen número de terapias de

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