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Las almas rotas. Patricia Gibney
Читать онлайн.Название Las almas rotas
Год выпуска 0
isbn 9788418216077
Автор произведения Patricia Gibney
Жанр Языкознание
Серия Lottie Parker
Издательство Bookwire
Página de créditos
Las almas rotas
V.1: diciembre de 2020
Título original: Broken Souls
© Patricia Gibney, 2019
© de la traducción, Luz Achával Barral, 2020
© de esta edición, Futurbox Project S.L., 2020
Todos los derechos reservados.
Publicado mediante acuerdo con Rights People, Londres.
Diseño de cubierta: Taller de los Libros
Imagen de cubierta: Maria Heyens - Arcangel | Jan Lambert Photography - Shutterstock
Publicado por Principal de los Libros
C/ Aragó, 287, 2º 1ª
08009 Barcelona
www.principaldeloslibros.com
ISBN: 978-84-18216-07-7
THEMA: FH
Conversión a ebook: Taller de los Libros
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser efectuada con la autorización de los titulares, con excepción prevista por la ley.
LAS ALMAS ROTAS
Dos muertes, una desaparición y un secreto que pondrá a todos en peligro
Una mañana de diciembre, Cara Dunne aparece colgada en su cuarto de baño. Va vestida de novia y todo apunta a que se trata de un suicidio, pero esa misma tarde la policía encuentra otro cuerpo, el de la enfermera Fiona Heffernan, frente al hospital del pueblo de Ballydoon. Fiona iba a casarse al día siguiente y también llevaba un vestido de novia en el momento de su muerte.
La inspectora Lottie Parker intuye que estas muertes no son meros suicidios y, al comenzar la investigación, descubre otra pieza del inquietante puzle: la hija de ocho años de Fiona ha desaparecido. A partir de ese momento, Lottie se embarca en una búsqueda frenética por encontrar al asesino y salvar a la niña. Sin embargo, los habitantes de Ballydoon guardan un peligroso secreto, y cualquiera podría ser el culpable.
«Con más de un millón y medio de ejemplares vendidos, Gibney es uno de los mayores fenómenos literarios del año.»
The Times
El nuevo fenómeno del thriller internacional
Más de un millón y medio de ejemplares vendidos
Best seller del Wall Street Journal y del USA Today
A Marie Brennan, por todo.
Prólogo
El pequeño de cuatro años arrancó el papel y se metió el caramelo en la boca. El tofe se le adhirió a los dientes de leche. Trató de sacarlo con un dedo, pero se le quedó pegado y comenzó a llorar.
El golpe de la regla en los nudillos lo cogió por sorpresa y, durante un momento, el llanto cesó. Cuando sintió el dolor que le subía por la mano, gritó.
—¡Quiero irme a casa!
—Cállate, no digas ni una palabra más. Molestas a los demás. Mira a tu alrededor. Eres un niño malo y, si no paras, te quedarás fuera bajo la lluvia. Ya sabes que hay gente malvada, y esa gente viene a llevarse a los niños que se portan mal. ¿Quieres que te pase a ti?
El pequeño sorbió, contuvo las lágrimas y se mordió el labio; aún tenía el caramelo pegado en el diente.
—Te he hecho una pregunta, contéstame. —Otro golpe de regla, esta vez sobre el pupitre.
—No. —Sacudió la cabeza vigorosamente. No quería sentir la regla en la mano de nuevo o en ninguna otra parte. Sería un niño bueno.
—Tira ese papel en la papelera y abre el silabario.
El pequeño no tenía ni idea de cuál era su silabario.
—¡Ven aquí!
Mientras avanzaba hacia el frente de la clase, trató sin éxito de despegarse el papel del caramelo de la mano.
—Está pegado. —Con el trozo de papel adherido a sus dedos palpitantes, miró a la profesora.
Una vez más, la regla cayó con fuerza sobre su mano.
—Vuelve a tu silla.
Su primer día de colegio era incluso peor que la vida en casa. Mientras regresaba al pupitre, sintió que algo cálido le goteaba por la pierna y se encharcaba en su calcetín blanco. Sin duda, la regla volvería a visitarlo muchas veces, hoy y en los días venideros. No quería quedarse allí a esperarla. Pero ¿dónde más podía ir?
Se pasó la mañana sentado sobre los pantalones mojados; ni siquiera salió al patio cuando los demás niños se marcharon al recreo. Permaneció en el pupitre, abrió la fiambrera y mordisqueó el plátano maduro. La profesora estaba en su escritorio a la cabeza del aula; sus ojos parpadeaban con cada movimiento de la mandíbula del pequeño.
—Ven aquí —ordenó cuando regresaron los demás.