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público de jardín que de carácter muy sencillo iría evolucionado hacia tres formas bien definidas. El origen de este era simplemente una ordenación arbórea que permitiese el paseo estival junto a los edificios académicos y del mismo modo proyectar la imagen de la gruta, aunque sin peso romántico o historicista en este caso. La evolución de los xystos fue dirigida hacia la práctica de deporte y la protección de la inclemencias meteorológicas en la práctica de este, de esta forma se fue articulando un recinto cerrado con plantaciones arbóreas donde los atletas entrenaban y al que finalmente se añaden cubiertas para dar cabida a la actividad aún con adversidad climática.

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       Nota

      El jardín griego (Kepos) tenía escasa consistencia como tal, pues su bagaje ornamental era absorbido por la huerta ola viña en un sentido más práctico y especulativo.

      Roma, en lo relativo a su jardinería contrastó felizmente con el pueblo Griego, pues era una sociedad que participaba de la agricultura y la naturaleza, a las que imitaron realizando construcciones jardineras que además consumían. Como otros aspectos importados por el imperio, este podía haber sido uno más, pero no lo fue de forma pasajera o banal, ya que el romano, necesitaba cubrir un anhelo casi existencial como era la veneración a las fuerzas naturales que finalmente se traduciría e impondría. Villas o casas, parques o palacios, patricios o los más humildes hortelanos, todos ellos necesitaban del jardín y vivían el jardín. Y es curioso como precisamente la historia del Imperio suma el que cuando el romano se dedica al jardín como fábrica propia, este abandona paulatinamente la vida pública ante el descubrimiento de la mejora de calidad de vida que les proporcionaba. “El hortuli” y en su seno la “taverna” era un pequeño huerto y punto de encuentro respectivamente, que los ciudadanos de Roma consolidaron en las periferias de la ciudades, en ellos además del cultivo de ricas verduras y frutas, se hacia vida al fresco de los árboles. Asumido, por el romano la importancia del jardín para la calidad de vida, se resuelve la producción de jardines con carácter propio y autóctono por doquier y tanto en las ciudades como en la zona rural. Así, a medida que fueron desarrollándose las ciudades y la densidad edificatoria fue aumentando, la clase alta intentaba dar de lado a la urbanidad construyéndose grandes mansiones en la periferia, en las que se perpetraba la integración jardinera en la arquitectura, al igual que en las casas urbanas pero con una magnitud y un refinamiento destacado. Así, la casa ejemplar (Domus) en Roma integraba el “atrium” fue solo la antesala de las “insulae” y las villas, pero bien es cierto que el “tablinum” sería el corazón de la vivienda. En todas ellas, la calidad de vida de sus moradores era un requisito muy a tener en cuenta y con él, el jardín. La vivienda se abría hacia el interior, situándose el jardín en su corazón y para desde él dar luz y aire a sus estancias, que se comunicaban a través de este.

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       1. Vestíbulo 2. Atrium 3. Impluvium 4. Triclinium 5. Tablinum 6. Sala de recepción 7. Cocina 8. Baño 9. Peristilum 10. Fuente 11. Triclinium 12. Exedra. (Según Stierlin)

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       Definición

       Tablinum

      Era una estancia construida destinada a lecho de los padres que se situaba en un sitio preferente como lo era estar entre el huerto y el atrio, en un sentido de primacía de los progenitores sobre el resto de la familia.

      Era lugar de ocio, juego e incluso trabajo, mientras que en el estío se convertía en una habitación más para mitigar las duras noches. El poder contar con abundancia de agua y manantiales, facilitaba la labor de introducción de juegos de agua en los ajardinamientos. Los setos y los arbustos recortados perennes irrumpen de igual forma en el trazado del jardín romano, pues de esta forma la imagen del mismo permanecía invariable en el devenir estacional. Mirto o boj, ciprés o laurel, especies soporte para los más inimaginables elementos vegetales y escultóricos recortados y tallados para deleite de los romanos, lo que terminaron en denominar arte topiario (ars topiarium). Pero si hay un momento donde el jardín romano como monumento al naturalismo vegetal se entroniza, es bajo el reinado del Emperador Augusto, en este momento se enfatiza y constituyen claramente cuáles serían los elementos compositivos del un jardín lleno de connotaciones ornamentales y sorpresas: deleite en su máxima expresión.

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       Definición

       Ars topiarium

      La talla de vegetales mediante técnicas de poda y recortes, puede llegar a alcanzar niveles artísticos destacados, lo cual fue motivo de denominación e incentivo por parte del pueblo romano.

      2.2. El jardín medieval

      Para comprender bien lo que ocurrió con la jardinería del medievo, periodo histórico que llegó a acumular casi un milenio, hay que partir de una situación cual fue la máxima exuberancia del jardín romano, fiel reflejo de una sociedad imperial que bajo el liderazgo que practicaba en Europa, consumía y circulaba a una velocidad de vértigo. Llegado el segundo tercio del siglo III, el imperio se prestaba a vivir momentos de inestabilidad e inseguridad que provocaron la vuelta de la nobleza propietaria de haciendas, palacios y villas, al abrigo y seguridad del núcleo urbano. Esto entre otras circunstancias supuso que los jardines quedaron huérfanos y de la mano de los trabajadores y siervos, que debían ya no solo prestarse a la labranza de las tierras y los jardines, sino que además habían de responder a los ataques e intrusiones bélicas que sufrían las propiedades a su custodia. Tras un largo siglo de decadencia y conflictos que hacían de pregón del final imperial, el jardín y el paisaje romano, cambia radicalmente.

      Tras la disipación del imperio romano, Europa se habría de acomodar a grandes cambios sociales, políticos y culturales que caracterizaron la época medieval. Cristianos, árabes y bizantinos toman Europa para definir un nuevo modelo sociológico y organizativo, que de igual forma observa una importante carga eclesiástica sobrevenida a la vieja Europa desde oriente medio. El momento clave de esta irrupción, es el año 313 con la promulgación del edicto de Constantino en relación al “culto libre”. Desde este momento, se emprenden numerosas órdenes religiosas que por doquier construyen de igual forma notables espacios conventuales asegurando presencia en multitud de plazas geográficas. De cara sobre todo a la resolución de la custodia y preservación del importante patrimonio clásico fue una autentica peripecia. Y gracias a las distintas obras monacales, se protegió el conocimiento botánico y con él la farmacopea y el cultivo ornamental. La gran masa poblacional que captaron las distintas ordenes, compaginaban con el rezo y la adoración, el trabajo de la huerta y el jardín, hecho que animó e hizo de gentil transición ante el declive paisajístico que imprimió el suceso romano, así, de la dedicación que estos muros adentro, vino un importante revulsivo hacia la historia de la jardinería protagonizado por el “claustro”. Los claustros erigidos según la norma de cada orden, se levantaban sobre algún resto romano, ampliándolo o adaptándolos al nuevo uso. El nuevo espacio construido se hacia en torno a varios patios de planta cuadrada porticados y cerrados. Eran muy parecidos al peristilo romano aunque a bien es cierto que si su trazado no se distanciaba de sus antecesores clásicos, su objeto, significado e inspiración formaban un denso y antagónico muro separador con los clásicos. Fundamentalmente la distancia entre ambos se hacía en el aspecto estético y de ocio, pues para nada estos habrían de contener elementos distorsionantes de cariz ornamental o placentero. La presentación debía responder concienzudamente a la leyenda de la “Ciudad perfecta y sublime” que se narra en el texto bíblico de la Jerusalén Celeste.

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