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Un príncipe de incógnito. Кейт Хьюит
Читать онлайн.Название Un príncipe de incógnito
Год выпуска 0
isbn 9788413751979
Автор произведения Кейт Хьюит
Жанр Языкознание
Серия Bianca
Издательство Bookwire
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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2020 Kate Hewittt
© 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Un príncipe de incógnito, n.º 2828 - enero 2021
Título original: Vows to Save His Crown
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.
Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-1375-197-9
Conversión a ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Capítulo 1
LO SIENTO, hijo.
Mateo Karavitis se quedó mirando aturdido la pantalla del ordenador. Estaba teniendo una videoconferencia con su madre. El rostro de la reina Agathe reflejaba tristeza y resignación. Tristeza por la tesitura en la que acababa de colocarlo, y resignación por haber tenido que llegar a esa situación: que habiendo tenido tres hijos fuera el menor el que se viera de pronto forzado a ocupar el trono.
–Sé que no es esto lo que quieres –añadió.
Mateo no contestó. Era el tercero en la línea de sucesión, y no lo habían preparado para ocupar el trono. Nunca se había esperado de él que gobernara Kallyria como había hecho durante treinta años su padre, Barak, un monarca respetado, amado por su pueblo y temido por sus enemigos.
Su hermano Kosmos, el primogénito, era a quien habían preparado desde la infancia para suceder a su padre. Había estudiado en una academia militar, se había codeado con dignatarios y diplomáticos, y a los catorce años había sido nombrado príncipe heredero. Sin embargo, a los treinta años había perdido la vida en el mar. De eso hacía ya diez años.
La repentina muerte de Kosmos había supuesto un golpe tremendo para su familia. Su padre había envejecido de golpe varios años: había perdido mucho peso y su figura, antaño corpulenta, parecía haberse encogido, mientras que su pelo, fuerte y entrecano, se había tornado blanco y frágil. Tres meses después de la muerte de su primogénito había sufrido una apoplejía que había afectado a su capacidad del habla y el movimiento, pero había permanecido en el trono. Sin embargo, su salud había continuado deteriorándose, y cuatro años después había muerto y su segundo hijo, Leo, había sido coronado rey. Y ahora, de pronto, sin previo aviso, Leo había abdicado.
–¿Has hablado con Leo? –le preguntó a su madre–. ¿Te ha dado alguna explicación?
–Se… se ve incapaz de seguir… –la voz de su madre, normalmente firme y calmada, sonaba trémula, como si se fuera a quebrar.
Mateo giró la silla hacia un lado para que su madre no viera en su rostro las emociones que se revolvían en su interior. Jamás se hubiera esperado algo así. Diez años atrás Leo había parecido más que dispuesto a ocupar el lugar de su padre; incluso ansioso. Siempre había estado a la sombra de Kosmos, y por fin había llegado su momento. El brillo en sus ojos el día del funeral de su padre le había revuelto el estómago a Mateo, que había abandonado Kallyria decidido a establecerse de forma definitiva en Inglaterra, lejos de las presiones de ser un miembro de la familia real.
Y ahora tenía que regresar porque Leo había levantado sus manos para desentenderse de sus deberes como monarca. Llevaba en el trono más de seis años; ¿cómo podía dejarlo así, por las buenas? ¿Dónde estaba su sentido del deber, del honor?
–No lo entiendo –masculló entre dientes–. ¿De repente ha decidido que lo de ser rey no va con él?
–No es eso –replicó Agathe con suavidad y tristeza–. Tu hermano se ha visto superado por sus obligaciones como rey.
–¿Que sus obligaciones lo han superado? Pues parecía encantado el día de su coronación…
Su