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      Universidad de Guadalajara

      Dr. Ricardo Villanueva Lomelí

      Rector General

      Dr. Héctor Raúl Solís Gadea

      Vicerrector Ejecutivo

      Mtro. Guillermo Arturo Gómez Mata

      Secretario General

      Dr. Aristarco Regalado Pinedo

      Rector del Centro Universitario de los Lagos

      Dr. Francisco Javier González Vallejo

      Secretaria Académica

      Dra. Rebeca Vanesa García Corzo

      División de Estudios de la Cultura Regional

      Mtra. Yamile F. Arrieta Rodríguez

      Jefa de la Unidad Editorial

      Primera edición, 2019

      © Marco Antonio García Muñoz

      ISBN 978-607-547-590-5

      D. R. © Universidad de Guadalajara

      Centro Universitario de los Lagos

      Av. Enrique Díaz de León 1144, Col. Paseos de la Montaña, C.P. 47460

      Lagos de Moreno, Jalisco, México

      Teléfono: +52 (474) 742 4314, 742 3678 Fax Ext. 66527

      http://www.lagos.udg.mx/

      Se prohíbe la reproducción, el registro o la transmisión parcial o total de esta obra por cualquier sistema de recuperación de información, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electro-óptico, por fotocopia o cualquier otro, existente o por existir, sin el permiso previo por escrito del titular de los derechos correspondientes.

      Se editó para publicación digital en septiembre de 2020

      A mi sangre, nombre y lengua:

      las mujeres de mi vida.

      Desde que tuve fuerzas para roer un hueso, tuve deseo de hablar para decir cosas que depositaba en la memoria.

      MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA,

      El coloquio de los perros

      Si pudiera consultar un reloj, como se escruta las olas distintas de un mar desnudo, me daría cuenta de que el color del cielo anudado en un beso se pudre en las calles como manzana que se muerde. Cruzo el puente que va desde el firme de la realidad al rehoyo de la pesadilla o sueño, con la camisa remangada, de espaldas, viril, con el rayo divino erguido, dando de puñetazos contra las paredes de mi corazón. Quiero alimentar con somníferos la desnudez de la lluvia. Llueve. Siempre escucho tu nombre en los inicios de la lluvia. Pertenezco al mundo de tu aroma y viento. Mis besos crepitan en las brasas del mundo, se tuestan al sol con el gruñir de las olas que devoran todo, incluso el poniente. Llueve. Nuestros besos en forma de tiempo, con tinta negra y con sangre, relámpagos donde el amor fosforece encueros y la lluvia transcurre ciega de orden en un memorial:

      I

      CON TINTA NEGRA

      Esto es amor

      I

      A veces el amor tropezándose con las paredes,

      los gritos,

      los juegos,

      el aire,

      las piedras

      que unos pies revuelven;

      de noche con la antigua niña durmiendo

      o el diablo debajo de la cama

      o la luz del poste entre las ramas

      o el tiempo mirando en la terraza

      o en las aceras

      o en la casa opaca

      o en la esquina

      o en la vacilante náusea ante el espejo.

      A veces el amor negándose a sanar

      en su lecho de pasos,

      mientras los vivos de esta hora

      escarban sus heridas,

      deletrean las letras de su amada,

      las dispersan,

      y antes de olvidarse,

      la luz cristalina,

      la imagen de cristal,

      es la sombra que devora sombras.

      A veces el amor se detiene y grita,

      silba,

      dobla,

      y al fin,

      ciego,

      se carboniza

      como un puño se cierra.

      II

      Amores a la deriva

      entre calles,

      nombres y lugares,

      Sión o Jerusalén o Edén,

      hendidos como gritos,

      sitios enterrados en un pozo

      sobre el instante escupido de un vientre,

      donde un rostro arranca imágenes

      o levanta letras un alma.

      III

      Un solo rostro,

      un solo instante:

      el amor es nube o puerta,

      árbol donde una envoltura de piedra se curva

      o canta el mar.

      IV

      Esto es amor:

      lentitud de hormigas entorpecidas

      por un claro silencio de huellas.

      V

      La soledad negra, el mar

      dormido, nos rodean.

      Dentro, la ceniza y la sangre.

      Atrás, alcohol y tiempo

      cohabitando escondidos.

      Allá, una visión teñida.

      Del otro lado, el instantáneo beso,

      la columna transparente,

      el sitio de la distancia.

      De lejos, la hora de la intimidad con el sol.

      Todo sale a luz.

      Nuestra muerte

      I

      Años de piedra,

      días de polvo,

      cielo sin voz,

      el morir doble de nuestros muertos:

      abandonados en el centro del cielo y en la semilla de sombra.

      II

      Sueño infinito de memoria ciega;

      atado hacia el fragmento oscuro del olvido,

      desgarrado;

      torneado con los cielos imaginarios

      del odio y del amor,

      o incendiado con un resplandor familiar.

      III

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