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V-2. La venganza de Hitler. José Manuel Ramírez Galván
Читать онлайн.Название V-2. La venganza de Hitler
Год выпуска 0
isbn 9788418403163
Автор произведения José Manuel Ramírez Galván
Жанр Документальная литература
Серия General
Издательство Bookwire
Para culminar la jornada, Hitler le estrechó la mano a von Braun y le llamó «Profesor», felicitándole por sus logros. Von Braun, como no podía ser de otra manera, se sintió muy halagado, pero le recordó que él no gozaba de tal distinción académica. Un poco por detrás, Speer y Dornberger sonrieron. Al cabo de dos semanas, von Braun recibió un certificado de profesor firmado por Hitler, aunque tenía un valor tan sólo honorífico, pues no fue otorgado por el Estado sino por el Führer en persona. Speer y Dornberger lo habían tramado varias semanas antes con el beneplácito del dictador. Era su regalo por el a-4.
Esta no es sólo una foto de Himmler visitando Peenemünde en abril de 1943, es también la única imagen que se conoce de von Braun vestido con el uniforme negro de las ss, medio tapado por el temible jefe de la Gestapo.
La tierna florecilla del Reich
El caso es que con tantas pruebas y problemas, los sabios de Peenemünde no se habían dado casi cuenta de que estaban desarrollando un sistema de armas de una complejidad extraordinaria y no sólo un cohete. Hasta mediados de 1943 no empezaron a plantearse preguntas como, por ejemplo, desde dónde dispararlo, o quién sería el encargado de manejar los cohetes y de qué manera. Fue poco antes de la reunión con Hitler que se decidió asignar la cuestión del sistema de lanzamiento a Klaus Riedel y su equipo. Su tarea no era nada fácil porque hasta ese momento a nadie se le había ocurrido usar un cohete de características semejantes para fines bélicos. Muchas veces tenían que plasmar ideas sueltas en simples bocetos para luego presentarlos a empresas subcontratadas que debían realizar los estudios detallados de esos esquemas y construir las piezas requeridas. Eso es lo que pasó con el famoso remolque Meilerwagen, construido en Múnich por la empresa Meiler (de dónde deriva su nombre), que entró en producción sólo un mes después de que el equipo de Riedel hiciera el dibujo.
Las pruebas siguieron y los disparos se sucedieron desde Peenemünde hasta que, debido a las continuas presiones que recibía, von Braun dio oficialmente por terminado el desarrollo del cohete en septiembre de 1943, aunque sabía perfectamente que era demasiado pronto. En ese momento se introdujo una novedad: el campo de tiro sería real. A unos 150 kilómetros al noreste de Cracovia, entre los ríos Vístula y San, cerca de la ciudad de Blizna, las ss establecieron un campo de entrenamiento para sus tropas bautizado con el nombre en clave de Heidelager. En ese campo de tiro se reunieron las tropas destinadas a usar los a-4 cuando éstos estuvieran listos para entrar en acción. La idea era que llegaran a conocer los cohetes hasta en sus más pequeños detalles. Y de paso, Himmler estaría un poco más cerca de su ansiado control sobre los temibles cohetes. Además, los proyectiles que se lanzaban desde Peenemünde caían al mar y así no había manera exacta de medir la distancia recorrida, ni siquiera usando colorantes para teñir el agua tras la caída, ni los efectos que provocaba su impacto. Tenían que probarse sobre tierra y qué mejor sitio para hacerlo que Polonia, un inmenso terreno conquistado y casi despoblado gracias al intenso esfuerzo de las ss y sus campos de exterminio. En realidad, a Dornberger no le hacía mucha gracia realizar las pruebas finales del a-4 en Blizna, pero en cuanto supo que la responsabilidad de cualquier accidente que ocurriera fuera de la zona de seguridad sería para las ss y no para sus hombres, aceptó a regañadientes. El primer disparo desde el nuevo campo de tiro tuvo lugar el 5 de noviembre de 1943 y, en contra de lo que esperaban los alemanes, las pruebas no resultaron tan satisfactorias como deberían. Explosiones en el aire o en la rampa de lanzamiento se sucedían una y otra vez. La tasa de fracasos era muy alta y en diferentes momentos de la trayectoria. Era tal la poca fiabilidad de los misiles que en alguna ocasión se puso en peligro la vida de los propios técnicos. Más que eso, el punto que se consideraba más seguro era el mismo centro del blanco, porque entre la poca fiabilidad y la gran dispersión que tenía el cohete, ese punto era casi imposible de alcanzar. Y cierto día hacia allí se dirigieron von Braun y Dornberger para observar la trayectoria de reentrada de un cohete. Mientras estaban allí los dos contemplando la estela del a-4 cayeron en la cuenta, de repente, de que el a-4 se dirigía justo a donde estaban ellos. Tuvieron el tiempo justo de empezar a correr cuando el misil impactó y la onda expansiva los envió a una zanja, ilesos. Para colmo de la mala suerte, ese día la cabeza explosiva también funcionó a la perfección. Von Braun y Dornberger volvieron a nacer...
Ajeno a estas vicisitudes, Himmler soñaba, ansiaba con todas sus fuerzas controlar todas las armas secretas, en especial el a-4: su fabricación, su diseño, su uso, el entrenamiento de las tropas... ¿Qué mejor manera para conseguirlo que enfrentar a von Braun y Dornberger convenciendo al primero para que se pusiera a sus órdenes? Sería, además, una buena manera de demostrar quién mandaba en el partido. El Reichsführer ordenó a von Braun que se presentara en su despacho. El influyente jefe de la terrorífica Gestapo y de las no menos temibles ss le prometió su respaldo y todo su apoyo si ponía el programa del a-4 bajo su control. Y atónito escuchó la negativa del ingeniero que, casi ingenuamente, plantaba cara al hombre más poderoso de Alemania después de Hitler (¿o era al revés?): «Herr Reichsführer, no podría pedir un jefe mejor que el general Dornberger. Los retrasos que aún estamos sufriendo se deben a problemas técnicos, y no a la burocracia. ¿Sabe?, el a-4 es como una pequeña florecilla. Para que florezca, necesita la luz del sol, una cantidad apropiada de fertilizante y un jardinero cuidadoso. Me temo que lo que usted está esperando es que le eche un montón de estiércol. Y, ¿sabe?, eso podría matar a nuestra florecilla».
Trío de cohetes a-4 esperando a ser probados en Peenemünde.
Aunque despidió a von Braun con una de sus siniestras sonrisas, el 15 de marzo de 1944 el humillado Himmler mandó encarcelar por traición a los hermanos von Braun, Walter Riedel y Helmut Göttrup. Según la Gestapo, todos ellos estaban más interesados en el futuro uso de los cohetes para ir al Espacio que en aprovechar sus energías y recursos para ganar la guerra. Por tanto, eran saboteadores. La acusación