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      Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

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      Editado por Harlequin Ibérica.

      Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

      Núñez de Balboa, 56

      28001 Madrid

      © 1999 Vicki Lewis Thompson

      © 2020 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

      Sueños de verdad, n.º 1337- octubre 2020

      Título original: Bringing Up Baby New Year

      Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

      Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

      Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

      Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

      ® Harlequin, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

      ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

      Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

      Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

      Todos los derechos están reservados.

      I.S.B.N.:978-84-1348-864-6

      Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

      Índice

       Créditos

       Capítulo 1

       Capítulo 2

       Capítulo 3

       Capítulo 4

       Capítulo 5

       Capítulo 6

       Capítulo 7

       Capítulo 8

       Capítulo 9

       Capítulo 10

       Capítulo 11

       Capítulo 12

       Capítulo 13

       Capítulo 14

       Si te ha gustado este libro…

      Capítulo 1

      JOE Northwood entró en la casa que cuidaba, en Scottsdale, mientras el dueño estaba ausente, y se quedó boquiabierto ante las maravillas que podía hacer el servicio. Él nunca lo había tenido y tampoco lo tendría en ese momento de no ser porque el propietario, Edgar DeWitt, era quien lo mantenía. Y debía pagar una fortuna. El lugar estaba reluciente y había tres jarrones con flores: dos en la sala de estar y uno sobre la mesa del comedor. Toda la casa olía a limón, a pino y flores silvestres. Cuando Joe respondió al anuncio de DeWitt solicitando un cuidador para su casa, nunca imaginó que algo tan fabuloso estuviera incluido en el trato. Le daban ganas de ponerse a dar volteretas por la alfombra, pero era lo suficientemente curioso como para buscar la que debía ser su habitación. ¡Más flores! La cama estaba hecha y abierta mostrando las sábanas y sobre la almohada encontró una pequeña nota con adornos de flores en el borde. Cuando la tomó, hasta el papel estaba perfumado.

      Estimado señor Northwood:

      Como parte de mis servicios, he hecho lavar toda la ropa blanca con productos especiales para las pieles sensibles. No obstante, si notara irritación, por favor, no dude en decírmelo. En cuanto a las flores, si hay alguna que usted prefiera, estaré encantada de facilitársela. Mi único propósito es su comodidad y entera satisfacción.

      Au revoir

      Darcie, la doncella francesa

      —Ummm, la pequeña Darcie. Nos entendemos en eso de la satisfacción —Joe se llevó la notita a la nariz y aspiró con fuerza el aroma. Después se la acercó a la nuca como si desde allí pudiese captar telepáticamente la persona que la había escrito—. Veo ojos oscuros —recitó—, y ojos color miel con unas pestañas tan espesas como los flecos de una alfombra persa, y el pelo, una mata de rizos hasta los hombros, y un cuerpo precioso —suspiró anhelante y olisqueó la notita por segunda vez en busca de inspiración—. Llevará puesto algo… algo de cachemir y seda, y cuando elige ropa interior, se decide por un diminuto conjunto de encaje negro. Habla con acento francés y dice oui a todas horas, pero se la entiende perfectamente, sobre todo cuando dice con boquita de piñón «Te quiero chéri, mi hombretón guapo».

      Sonriendo burlonamente decidió responder a su nota. Quien no arriesga, no gana. Tras buscar un bolígrafo, dio la vuelta al papel que le había escrito ella y ya se disponía a escribir cuando se le ocurrió algo mejor. Tomó un bonito papel y lo decoró simplemente con sus iniciales en la parte superior, en azul. Seguro que a una mujer con la clase de Darcie le gustaría algo así.

      —¡Gus, pequeño renacuajo! ¡Te has hecho pis encima! —Darcie secó con un pañal limpio el reguero que salía del cuerpecillo de Gus y se llevó la ropa mojada—. ¿Es que siempre tienes que demostrar lo pequeño que eres? ¡Otra vez llegando tarde! —Gus lloriqueaba mientras ella le limpiaba la cara—. Lo siento, pero es que seré muy feliz cuando aprendas a controlar ese pequeño capricho de tu cuerpo —se inclinó y lo besó en la mejilla mientras le hacía cosquillas hasta que el niño empezó a reírse entre dientes sin poder contenerse—. ¿O acaso estás haciendo que llegue tarde a propósito?

      Gus jugaba con ella y le hacía pedorretas como diciendo «Yo lo hago todo a propósito, pequeña. A veces lo que quiero es que hacerme un poquito de pis, y mancharme entero, para que así me des otro baño».

      —Tal vez sabes qué día es hoy. Hoy vamos a limpiar la casa de Joe Northwood otra vez, y estás celoso; verde de envidia como una carretilla llena de tréboles, como solía decir tu abuelo Angus. Le habrías gustado mucho, lo sé —le masajeó la tripita y el niño se rio—. Tengo guardada

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