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aérea

      Esta especialidad puede sonar inaccesible para el fotógrafo novel. Sin embargo, sin precisar de técnicas ni de cámaras distintas a las empleadas en situaciones más normales, fotografiar desde el aire puede proporcionarnos una visión completamente distinta y fresca de un mismo lugar.

      Siempre que puedo intento completar mis proyectos con imágenes aéreas. A menudo no es sencillo, porque volar en determinados lugares y con condiciones apropiadas puede ser muy caro y requerir de autorizaciones complejas. Avionetas y helicópteros son los mejores sistemas, pero pueden suponer precios desorbitados. Volar con un globo aerostático, sin embargo, es una forma muy sencilla y económica de probar la fotografía aérea y experimentar nuevos puntos de vista.

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      Hay varias maneras de fotografiar desde el aire. La avioneta es tal vez la más razonable en cuanto a posibilidades y precio.

       Fotografía astronómica, nocturna y pintar con luz

      La evolución tecnológica de las cámaras fotográficas permite, desde hace unos pocos años, la realización de fotografías con sensibilidades (ISO) impensables hace una década. Esa es la clave para la toma de imágenes nocturnas, captando tantas estrellas en el cielo como jamás se había hecho antes con cámaras convencionales, por citar solo un ejemplo. Las técnicas de iluminar con luces artificiales, ya sean focos, flashes u otros sistemas, permiten una dosis extra de creatividad al modelar espacios oscuros —como cuevas o grutas— o paisajes nocturnos, con la única limitación de la imaginación del fotógrafo.

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      Mientras que las técnicas que consisten en pintar con luz se han utilizado desde siempre, las cámaras actuales permiten captar escenas sorprendentes, como los cielos estrellados, gracias a los sensores de alta sensibilidad.

      image MI EQUIPO FOTOGRÁFICO

      Es imposible comenzar con un equipo fotográfico completo y equilibrado desde el primer día. Los precios elevados de los materiales de gama alta y la falta de criterio por parte del fotógrafo no iniciado, hacen que lo habitual suele ser realizar la compra de una cámara réflex con algún objetivo sencillo para, posteriormente, ir ampliando ese equipo.

      También es habitual que más tarde se acabe sustituyendo aquel primer objetivo e incluso la cámara por otro modelo superior, pero hay un tópico que todos los fotógrafos conocemos y es el de que una cámara de gama alta no te asegura buenas fotografías. El equipo debe ir creciendo en objetivos, accesorios y calidad en función de nuestras necesidades reales y no sobre expectativas infundadas. La mayoría de cámaras fotográficas avanzadas —podemos considerar las cámaras réflex y las cámaras sin espejo o mirrorless dentro de esta tipología— poseen la calidad y las opciones suficientes para comenzar una gran aventura sin limitaciones técnicas. Sólo es necesario cambiar de cámara cuando realmente necesitemos dar un paso más porque la propia cámara nos está limitando en el aprendizaje o en la obtención de fotografías algo más complejas.

      Mi caso es un claro ejemplo de un equipo que ha ido evolucionando con los años. He adquirido objetivos para realizar trabajos por encargo, una cámara nueva porque la anterior se inundó en el mar o un equipo de iluminación más moderno para poder realizar una fotografía imposible. He tardado unos 20 años en tener un equipo compensado y completo, que es con el que trabajo en la actualidad. Eso no significa que sea el equipo definitivo, porque el material —y más trabajando en la naturaleza— se estropea, se rompe o se pierde, o incluso se queda obsoleto. Pero no me obsesiona adquirir el último modelo de cámara si las que tengo no me limitan realmente.

       Cámaras

      Mi primera cámara réflex fue una Minolta X300 que adquirí a los 13 años. Era una cámara sencilla, sin funciones automáticas a excepción de un fotómetro. Me acompañó durante años en exploraciones subterráneas, cuando me dedicaba a fotografiar cuevas y simas e inventaba mis propios sistemas de iluminación. Le saqué un inmenso partido.

      En una segunda etapa, cuando comencé a interesarme por la fauna y a publicar en revistas de naturaleza de un modo más continuado, di el salto a las réflex electrónicas de la mano de Nikon. Una F801 primero, seguida por una F4 y posteriormente una F5 fueron mis compañeras. A este equipo se le sumó otro de medio formato o 6 x 4’5, una Bronica ETRSi. Tanto el cuerpo de cámara como los objetivos eran bastante más aparatosos que las réflex de formato universal, pero la calidad de sus negativos o diapositivas enamoraba a cualquier editor de revista. Durante años viajé con ambos sistemas: utilizaba el medio formato, de mayor calidad pero mucho más lento, para los paisajes y mi equipo Nikon para la fauna y los motivos que requerían de mayor rapidez de respuesta.

      En la nueva era digital han pasado por mis manos cámaras como la Nikon D2x, la Nikon D70 —que acabó siendo devorada por un oso polar en el ártico canadiense— la Nikon D700 y la extraordinaria Nikon D3.

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      Trabajando en situaciones límite es habitual perder material por diversas causas, como caídas, inundaciones u otros incidentes. En esta fotografía, tomada con una cámara sencilla, se ve un oso polar mordiendo mi Nikon durante una expedición al ártico canadiense.

      Actualmente, trabajo con equipos full frame o de sensor completo (la D2x y la D70 no lo eran) y toda la combinación de objetivos que he conseguido durante este tiempo responde a este formato. Durante los últimos años mis cámaras han tenido una resolución de entre 13 y 18 megapíxeles, tamaño suficiente como para cubrir las necesidades de un fotógrafo profesional en situaciones habituales. En alguna ocasión, incluso, he realizado ampliaciones para exposiciones de más de 2 metros a partir de un archivo de 13 megapíxeles con un excelente resultado. El número de megapíxeles no es algo de lo que debamos preocuparnos en exceso. Las dos cámaras con las que trabajo en estos momentos son la Nikon D4, de 16,2 megapíxeles y una D800, de 36’3 megapíxeles. La primera es una cámara rápida, robusta y muy fiable. La segunda es capaz de competir con las cámaras de medio formato, extraordinaria para fotografía estática como la de paisaje, aunque algo lenta y con un exceso evidente de megapíxeles para mis necesidades.

       Objetivos

      La lista de ópticas que han pasado por mis manos es muy larga, sobre todo teniendo en cuenta que he combinado varios formatos fotográficos. Además, el hecho de trabajar en casi todas las especialidades fotográficas en la naturaleza, me obliga a disponer de objetivos muy distintos y variados. Cuando salgo al campo escojo la combinación que más se adapta al trabajo que voy a realizar aunque, en algún caso, cuando viajo por períodos largos de tiempo o realizo expediciones en las que puedo tratar casi cualquier motivo fotográfico, el equipaje compuesto por cámaras, ópticas y complementos puede llegar a pesar más de 60 kilos.

      Mi objetivo más polivalente, el que llevo montado en una de mis cámaras por defecto, es el 24-70 mm f/2.8. Es versátil, lo suficientemente angular como para fotografiar paisajes y lo bastante tele como para realizar algún retrato o fotografiar algún detalle. Cuando necesito una óptica más abierta recurro a mi 14-24 mm f/2.8; este ultra gran angular es excelente para fotografía de interiores y para paisajes más amplios, aunque su lente frontal esférica complica enormemente la utilización de filtros. Ya existen hoy día filtros y portafiltros para este tipo de ópticas, pero cualquier fotógrafo que base su trabajo en viajar a lugares tan remotos y hostiles como yo sabrá que su uso y transporte es incómodo y que el riesgo de rotura es demasiado alto. Este zoom ultra gran angular es muy adecuado en fotografía nocturna y del firmamento.

      Capítulo aparte se merece una óptica de gama paralela a las anteriores que durante muchos años utilicé para fotografiar paisaje, pero que ahora uso bajo el agua, en mi carcasa subacuática, debido a su versatilidad: el 17-35 mm f/2.8.

      En ocasiones,

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