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desde nuestro criterio, es la que empieza por conceptualizar a la personalidad como una construcción clasificada en tipos, para pasar después a una concepción basada en rasgos o sumatoria de rasgos, hasta finalmente llegar a definirla como la interacción de un grupo de dimensiones que a pesar de estar ahí de manera permanente, no se manifiestan ostensiblemente todo el tiempo (Almeida, 2014).

      Un tipo de personalidad, es algo que un individuo es o no es, al más puro estilo de categorización griega, basada en la lógica y por tanto sumamente rígida e inmutable. Ahondando en el concepto, desde una perspectiva psicológica, el tipo de personalidad, puede entenderse como una forma característica de constitución física y consecuente estructura mental, que posee estabilidad en el tiempo y distingue o particulariza a un individuo de otros.

      Uno de los primeros exponentes del enfoque de tipos de personalidad, es Ernst Kretschmer (1888-1964), autor que observa en sus investigaciones, una correlación entre la estructura somática y psíquica de las personas y a partir de ello establece una clasificación que toma como punto de partida inicial a la conformación física del sujeto, así: leptosomático, de aspecto delgado y enjuto; pícnico, corto y con tendencia a la gordura; atlético, más fuerte y muscular y displásico que presenta características atípicas (malformaciones). Sobre estos sustratos, construye estructuras de personalidad concomitantes: esquizotímico relacionado al leptosomático, de conducta poco sociable, con intereses de corte intelectual; ciclotímico ligado al pícnico, de carácter sociable y en ocasiones voluble y gliscrotímico construido sobre el atlético, de temperamento enérgico e incluso explosivo. Los displásicos no poseen una correspondencia psicológica específica (Gutierréz Rodríguez, 2005).

      Fundamentado también en el enfoque de tipos de personalidad, Herbert Sheldon (1898-1977), establece una serie de tipos morfológicos, los cuales están basados en el desarrollo embrional: endomórfico, mesomórfico, ectomórfico. A cada uno de los cuales asigna un tipo de temperamento, a los que llama: viscerotónico, somatotónico y cerebrotónico; donde predomina respectivamente la actividad visceral (buen comer y vida sedentaria), muscular (actividad física) o del sistema nervioso (tendencias intelectuales). Los esquemas de esta naturaleza, absuelven las exigencias de una teoría de la personalidad, pues son biológicamente posibles, atienden a los componentes externos y establecen comercio entre el cuerpo y la mente (Ibíd.).

      Una segunda forma de entender la personalidad es a través de la sumatoria de rasgos generalizados; entendiéndose a los rasgos como cualidades básicas del sujeto que se expresan con relativa consistencia en diversos contextos. La teoría de rasgos se construyó inicialmente de manera adjetiva, es decir, se basó en la recopilación de todos los calificativos que un idioma (el inglés), utilizaba para definir el comportamiento de las personas. Posteriormente dichos calificativos fueron sintetizados en unos cuantos grupos, para lograr que muchas conductas puedan encasillarse en pocas categorías; finalmente dichas categorías se generalizaron, hasta hacer de ellas rasgos abstractos aplicables a las conductas de cualquier sujeto; razón por la cual la teoría es denominada categorial léxica. De tal manera, que las conductas que un sujeto exhibe, se abrevian y catalogan para que se ajusten a las categorías establecidas de una manera cuantitativa y sistemática. Los principales teóricos de los rasgos son Gordon Allport y Raymond Cattell.

      Desde el punto de vista de G. Allport (1897-1967), los rasgos de personalidad son comportamientos estables y característicos en cada individuo y representan la explicación de las consistencias conductuales de los mismos, al tiempo que permiten establecer comparaciones entre un sujeto y otro. Los rasgos son predisposiciones o tendencias básicas que rigen las conductas o respuestas del sujeto frente al ambiente, que se articulan en un sistema generalizado y focalizado (personalidad), mismo que permite que diversos estímulos adquieran determinadas equivalencias y debido a ello posibilitan formas constantes de respuestas conductuales al medio, sean estas de adaptación o no.

      Los rasgos determinan y causan el comportamiento, pues no son simplemente respuestas a ciertos estímulos ambientales, sino verdaderos factores que llegan a motivar al sujeto a buscar los estímulos consecuentes a su propia naturaleza, estableciendo una relación dialéctica con los mismos, a partir de lo cual interactúan con el ambiente para engendrar la conducta. Dichos rasgos se interrelacionan y superponen y aunque sean antagónicos, frecuentemente se observan en concurrencia en el comportamiento de la misma persona.

      Para Allport los rasgos se dividen en comunes e individuales, los primeros corresponden a rasgos frecuentes en un grupo o colectivo, mientras que los segundos se refieren al individuo concreto y a su vez se dividen en: rasgo cardinal (aquel que subyace de manera permanente y direcciona a todos los demás); rasgos centrales, los cuales se manifiestan con regularidad en casi todas las conductas del sujeto y rasgos secundarios ligados a comportamientos esporádicos. El orden propuesto tiene una progresión de importancia más o menos jerárquica; la confluencia de todos los rasgos conforma el proprium, término empleado por Allport para referirse al Yo o al Sí-Mismo, el cual se desarrolla a través de diversas etapas evolutivas y permite la formación de un adulto estable y saludable.

      Basado también la teoría de rasgos, Cattell (1905-1998), estima que la exploración de la personalidad basado en el análisis de los rasgos de un sujeto, permite tener un concepto suficientemente claro de la misma y establecer una predicción al respecto de sus respuestas frente a una situación determinada; aunque puntualiza que ello no constituye una definición última de la personalidad, la cual es mayor y más compleja que dicha exploración al respecto de la conducta observable y los conceptos que puedan surgir de ella. La perspectiva de Cattell es empírica y no pretende modificar la conducta anormal, sino estudiarla, pues su teoría no se desarrolló en un ambiente clínico, sino investigativo.

      El enfoque en cuestión es estrictamente científico y responde al método experimental, fundamentado en la observación del comportamiento, a partir de la cual se registran y procesan enormes cantidades de datos (análisis factorial); dichos factores serán considerados como los rasgos sobre los que trabaja la teoría y se definen como elementos mentales que recogen la mayor parte de las posibilidades de expresión observable de la personalidad de un sujeto. El conocimiento de los rasgos de personalidad de cualquier individuo, nos permitirá elaborar hipótesis al respecto de su comportamiento ulterior, frente a una situación determinada; figuración que de cumplirse, nos acercaría más a una ley general de la personalidad

      Al igual que Allport, Cattell establece una clasificación de rasgos, que empieza con rasgos comunes (normativos en la mayoría de individuos de una cultura) y continúa hacia rasgos únicos (individuales), los que a su vez se subdividen en: rasgos dinámicos, relacionados a las motivaciones de conducta del sujeto; rasgos de capacidad, ligados a los recursos que este posee para solucionar problemas; rasgos de temperamento, que son la tendencia estilística o atracción/repulsión por determinados escenarios; rasgos fuente, aquellos que están fuertemente arraigados, manifestándose de manera constante y finalmente rasgos superficiales, que son aquellos que aparecen fortuitamente. Todos los elementos señalados, se configuran e instauran a través de procesos de maduración que requieren el concurso de varias etapas de desarrollo. Los trabajos desarrollados por Cattell, finalmente agrupan una multiplicidad de rasgos o factores en categorías dicotómicas más amplias (condensadas en su famoso test 16PF); momento en el que la concepción categorial avanza hacia un enfoque dimensional de la personalidad (Schmidt y otros, 2010).

      Los modelos de rasgos, eventualmente fueron superados por los modelos estructurales, entre los cuales, el de Hans Eysenck (1916-1997) es uno de los precursores. Eysenck establece que la personalidad de cualquier individuo se compone de ciertas dimensiones de conducta o superfactores: la extraversión, el neuroticismo y el psicoticismo. Cada una de ellas está ligada a las que Eysenck consideró motivaciones fundamentales de la conducta y que son: la reproducción, la conservación y la autodefensa respectivamente. Debido a su talente biologista, este enfoque se encuentra dentro de los modelos categoriales biológicos de la personalidad (Polaino-Lorente, Cobanyes Truffino, & del Pozo Armentia, 2003). Añadió ade más un cuarto factor, la Inteligencia, no vinculado estructuralmente a su teoría.

      La

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