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ahora lo harás como obrero en trabajos de construcción.

      A la mañana siguiente, Memet va a un sitio de construcción, donde el capataz lo contrata inmediatamente como ayudante de albañil. Memet trabaja todo el día, sin quejarse. Cuando el albañil jefe le pide el mortero, se lo entrega de inmediato, cuando le pide cemento, también rápido se lo da. Así, Memet está haciendo un trabajo que muchos trabajadores ni siquiera podrían haber hecho. Su dinamismo y su afán por el trabajo preocupan al resto de los trabajadores del lugar. Creen que si continúa así, pronto no habrá más trabajo para ellos, y también llegan a la conclusión de que se le debería dar algo de dinero para que deje de trabajar como ayudante de la construcción.

      Una vez más, Memet, muy feliz, toma el dinero y se va a casa. Al llegar le dice a su esposa:

      — Cariño, mira, me volvieron a dar dinero para no trabajar.

      Su esposa está muy feliz de que su esposo regrese a casa con mucho dinero, pero no quiere que se quede sin hacer nada. Le dice :

      — Esta vez te vas a comprar un caballo y vas a trabajar como comerciante ambulante. En los pueblos y las aldeas venderás dulces, zapatos, calcetines, ropa y otras cosas pequeñas.

      — Muy bien, dijo Memet.

      A la mañana siguiente, Memet va a comprar un caballo y algunas cosas más. Luego se pone en marcha hacia pueblos y aldeas.

      En el camino, llega a un pozo, donde hay muchos otros comerciantes esperando que llegue el agua. Para conseguir agua hay que bajar hasta el fondo del pozo y pedirle al guardia que abra el grifo. Ninguna de las personas en el lugar se atreve a bajar al pozo. Al notar esto, Memet ofrece sus servicios y es inmediatamente atado a una cuerda. Lo llevan hasta el fondo. Al llegar, Memet ve a un anciano y dos mujeres sentados en un diván.

      El anciano, al ver a Memet, le pregunta:

      — ¿Que vienes a hacer hasta aquí, hijo ?

      Memet le responde :

      — Vine para abrir el grifo. Arriba hay un grupo de gente en caravanas que esperan el agua.

      El anciano le explica que para abrir el grifo primero tendrá que responder una pregunta. Si la respuesta es correcta, abrirá el grifo, pero si está mal, no lo hará.

      Un poco confundido, Memet dice:

      — Está bien, ¿cuál es su pregunta?

      — Es muy sencilla. Dime cuál de mis dos esposas me gusta más.

      Avergonzado por esta pregunta, Memet piensa un poco antes de responder:

      — Depende de su gusto. Ambas son encantadoras. Cualquiera de ellas puede complacerlo sin dificultad.

      El anciano, satisfecho con esta respuesta, pide a su esposa morena que vaya a buscarle a su visitante una granada del jardín. La mujer entra al jardín y regresa con dos granadas. Se las entrega a Memet y le dice:

      — Si regresas aquí, tráeme una bola de estambre.

      Memet toma las granadas y vuelve a subir. Poco después, el anciano abre el grifo del agua y los comerciantes sacian su sed. Para recompensar a Memet por su buena acción, los comerciantes realizan una colecta.

      Memet envía inmediatamente a su esposa las dos granadas que estaban llenas de monedas de oro y el dinero que los comerciantes habían recolectado. Luego, con uno de los comerciantes llamado Ali, se dirige hacia una aldea. Mientras Ali toma una siesta al pie de un muro, Memet aprovecha para visitar el pueblo.

      Mientras camina por las calles, ve un buey atado por los cuernos y tirado por un hombre. Memet se acerca al hombre en cuestión y le dice tímidamente:

      — Perdone, señor, ¿adónde lleva este buey?

      — Lo llevo al matadero.

      — ¿Puedo ir con usted?, pregunta Memet.

      — ¡Como quieras!

      Memet sigue al hombre a una mezquita donde saca sus herramientas, corta la garganta al animal y lo degolla. Luego le dice a Memet:

      — Acuéstate sobre la piel del animal para ver si es lo suficientemente grande.

      Sin sospechar las intenciones del hombre, Memet obedece. Tan pronto como yace sobre la piel del animal, el hombre lo envuelve y le da una violenta paliza. Memet aterriza en lo alto del minarete de la mezquita. Cuando abre los ojos, se ve a sí mismo en lo alto de un minarete sin escaleras. No encuentra una solución para descender.

      De repente, escucha una voz. Mirando hacia abajo, ve al hombre que lo lanzó al minarete. Este le dice:

      — Dime, ¿qué hay ahí arriba?

      — Memet responde:

      — ¡Hay de todo! Oro, plata, piedras preciosas, seda, etc.

      El hombre le pregunta:

      — ¿Pero qué esperas para enviármelo?

      De repente, una cigüeña se posa en el minarete y le dice a Memet:

      — No te preocupes, yo te ayudaré a bajar.

      — ¿Cómo me ayudarás?

      La cigüeña le responde:

      — Bajaré despacio, y tú, me seguirás poniendo tus pies donde yo ponga los míos. Esto nos llevará abajo.

      Con ciertas dudas, Memet sigue las instrucciones de la cigüeña. De esta manera, puede llegar hasta abajo con bastante rapidez. Al ver descender a Memet, el hombre huyó.

      Una vez abajo, Memet se apresura a ver a su compañero, Ali. Cuando este lo ve, le pregunta dónde había estado.

      Sin entrar en los detalles de su aventura, Memet explica que se había ido a dar un paseo por la aldea. Los dos hombres parten entonces en busca de una posada para pasar la noche.

      A la mañana siguiente, Memet se disfraza y va al lugar donde el día anterior había encontrado al hombre que tiraba de un buey. Después de unos minutos de espera, finalmente ve llegar al hombre, tirando por los cuernos a un buey.

      Memet se le acerca y le dice:

      — ¡Hola señor!

      — ¿Sí?

      — ¿Dónde lleva este buey?

      — Lo llevo al matadero.

      — ¿Puedo ir con usted?

      — Si lo deseas.

      Memet lo acompaña y llegan al mismo lugar que el día anterior. El hombre saca sus herramientas, sacrifica al buey, lo despelleja y le dice a Memet que se acueste sobre la piel para ver si es lo suficientemente grande.

      Memet le responde:

      — No sé cómo acostarme. Enséñeme usted. Acuéstese primero, para que pueda ver cómo lo hace. Entonces sabré si yo puedo hacerlo bien.

      En el momento en que el hombre se acuesta, Memet lo cubre con la piel del animal, azota la piel y el hombre aterriza en el minarete.

      Memet le grita y le pregunta:

      — ¿Qué hay allá en lo alto?

      — Diamantes, oro, piedras preciosas, plata, etc., responde el hombre.

      — ¿Pero qué esperas para enviármelos?

      El hombre le envía todo lo que recolecta.

      Memet llena varios sacos que luego coloca en los lomos de sus caballos y se va para reunirse con su amigo Ali.

      Cuando los dos hombres dejan la aldea, Memet recuerda a la mujer en el fondo del pozo que quiere una bola de estambre. No quiere irse sin comprarla y le dice a su amigo:

      — Disculpa Ali, olvidé mi bastón en

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