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sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.” (Mateo 26:26-28)

      Las palabras de Cristo establecen este patrón básico para la Cena, a saber, el uso del pan para significar su cuerpo y el vino para significar su sangre. Cuando estos son respectivamente rotos y vertidos, se da testimonio de la muerte sacrificial de Cristo en la cruz. La participación toma la forma de comer y beber. Pablo aún establece la perpetua observancia del sacramento hasta el regreso de Cristo: “Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga” (1 Corintios 11:26). Al meditar en la institución bíblica, debemos notar la conexión de la Cena con la comida de la Pascua judía y considerar su significado como señal y sello del nuevo pacto de Cristo.

      Benjamín Warfield escribió, “Nada puede ser más cierto de que [Jesús] escogió deliberadamente la comida de Pascua para la institución del sacramento de su cuerpo y sangre.”1 Dos pasajes hacen evidente que Jesús y sus discípulos estaban reunidos en el Aposento Alto para la comida de Pascua (Marcos 14:12; Lucas 22:7-8). La clara intención de Jesús fue conectar este nuevo sacramento con su prefiguración del Antiguo Testamento.

      Existe un número de continuidades entre los dos ritos. Ambos son fiestas religiosas en las que la participación toma la forma de comer y beber. Ambos se centran en la muerte expiatoria; ciertamente, el Nuevo Testamento enseña que el cordero pascual era el tipo de Jesucristo en su obra expiatoria (Juan 1:36; 1 Corintios 5:7; 1 Pedro 1:19). Pablo dice explícitamente que los elementos de la Cena del Señor “proclaman la muerte del Señor hasta que él venga” (1 Corintios 11:26). Warfield, entonces, afirma, “La Cena del Señor es la comida pascual cristiana. En la Iglesia cristiana, ella toma, y se concibió que tomara, el lugar que la Pascua ocupaba en la iglesia judía. Es el sustituto cristiano para la Pascua.”2

      La Pascua fue un memorial de la liberación del éxodo de Israel. La primera comida de Pascua se comió en Egipto en la noche de la plaga de los primogénitos. Se llevaron corderos a las casas israelitas que tenían que ser protegidas, indicando una intimidad entre el pueblo y el sacrificio (Éxodo. 12:3). Tenían que ser corderos sin defecto, que representaban la idoneidad para ser ofrecidos al Dios santo (1 Pedro 1:19). Se mataban a los corderos y se untaba su sangre en los dinteles y los postes de los marcos de las puertas como señal, no sólo para el pueblo sino también para Dios. “Veré la sangre”, dijo el Señor, “y pasaré de vosotros” (Éxodo 12:13). Aquella noche, mientras la plaga traía el terror a los hogares de Egipto, los israelitas comieron el cordero con hierbas amargas y panes sin levadura. “Y lo comeréis así:”, se les dijo, “ceñidos vuestros lomos, vuestro calzado en vuestros pies, y vuestro bordón en vuestra mano; y lo comeréis apresuradamente; es la Pascua de Jehová” (Éxodo 12:11).

      Desde el principio, la Pascua fue concebida como un memorial perpetuo. En su celebración era de gran importancia el hecho que se tenía que quitar la levadura no sólo del pan, sino de toda la casa. El pan sin levadura se describe en Deuteronomio como un símbolo de apresuramiento y de aflicción –se podía llevar cómodamente en un viaje largo y era el tipo de pan que uno podía preparar con poca antelación (Deuteronomio 16:3). El Nuevo Testamento también entiende que es un llamamiento a la santidad a través de la remoción del pecado (1 Corintios 5:6-8).

      La fiesta de la Pascua tenía que ser observada por toda la comunidad del pacto, y por ellos sólo. Los esclavos o los extranjeros residentes podían participar sólo después de haber recibido la señal de la circuncisión (Éxodo 12:43-48). Asimismo, la Pascua era una de las tres fiestas para las cuales el pueblo debía aparecer ante el Señor en Jerusalén una vez que Israel hubiera entrado en la tierra santa (Deuteronomio 16:16). Por estos medios, los descendientes de Israel recordarían la liberación del Señor en el éxodo y la sangre que los redimió de la muerte. En el libro del Éxodo se ordenaba en tres ocasiones a los padres que contaran a sus hijos la historia de su liberación por medio de la celebración de la Pascua (Éxodo 12:26; 13:8; 13:14). Mientras que el éxodo fue un acto de liberación hecho una vez y para siempre, la Pascua era un rito repetitivo por el cual las generaciones sucesivas estaban ligadas a esta salvación. Hughes Old comenta, “Al participar en la comida, cada nueva generación era añadida al pueblo que había sido salvo de los ejércitos de Faraón y de los amos de Egipto.”3

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