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Contentar al demonio. Eleanor Rigby
Читать онлайн.Название Contentar al demonio
Год выпуска 0
isbn 9788418013379
Автор произведения Eleanor Rigby
Серия Desde Miami con amor
Издательство Bookwire
—Supongo que habrá leído toda clase de libros románticos ya... Por lo menos los famosos. Tendría que pensar en escritoras menos típicas en este rincón del mundo. ¿Sabe hablar español a nivel nativo? —Marc asintió—. Entonces podría probar con la última que estoy leyendo yo...
Metió una mano en su bolso mágico y sacó un tomo bastante grueso.
—No escribe solo romance, también tiene fantasía, policíaco... Esta saga me gustó mucho hace años. Ahora ha perdido un poco,
tal vez, pero... —Hizo una mueca al leer el título—. Jolín, este no.
Es muy desagradable.
—¿Por qué no? —preguntó con curiosidad—. Parece interesante. Si tuviera tiempo lo leería antes de regalárselo. De hecho, pretendo hacerlo.
—¿Cómo? ¿Vas a leerte un libro de romance?
—¿Por qué no? Me gusta saber qué estoy regalando. Si es un libro, qué mínimo que enterarme de si es bueno y merece la pena.
—¿Y si no te gusta?
—Hay una diferencia entre la opinión personal y la calidad. Si es buena, es buena. Da igual si me gusta o no. Como Mozart. Puede no gustarte, pero no puedes negar que fue un genio y su música está muy por encima del nivel de su género.
Aiko sonrió.
—Te descuido y te pones a disertar, Marcus Enrico.
Marc rodó los ojos.
—Mi madre formaba parte de la Orquesta Sinfónica de Miami. Sentía la música tan dentro que me tuvo que poner Enrico por uno de los Crivelli.
—Entonces se pronuncia Enrrricco —resolvió ella, agitando una mano con los dedos juntos al estilo italiano.
Marc soltó una pequeña carcajada y ladeó la cabeza hacia ella, que se ruborizó enseguida.
—Sí, supongo que sí.
Aiko carraspeó.
—Puedes llevarte este, y si te gusta... lo compras. Pertenece a una saga. Yo la leí en un momento vulnerable y me animó, a lo mejor a ella le sirve. Toma.
Le entregó el libro. Marc lo cogió y echó un vistazo a la portada. Un enseñando los abdominales. Dudaba que pudiera interesarle a Victoria nada que tuviera que ver con eso. Le costó años admitir que el libro erótico de la biblioteca de su casa era de ella. Pero todo fuese por tener una excusa para comunicarse con Aiko fuera de lo laboral.
—Te diré qué me parece —decidió, agitando la novela—. Espero que no me decepcione.
—Toca un tema controvertido. A ver qué opina un abogado sin escrúpulos.
—Así que esa es la idea final que tienes de mí.
—No es la idea final, solo un boceto. —Le guiñó un ojo pizpireta, y se dirigió al mostrador con el libro que había elegido para «Cal». No en la misma sección, por lo que apreció a simple vista.
A Marc no se le ocurrió ninguna razón para seguir allí, o para acompañarla. Y era demasiado pronto para animarla a tomar un café con él. Aún tenían que asentarse muchos aspectos de su relación. Debía hacerse ver un poco más como el amigo gay y no el prototípico depredador sexual que solo sabía decir guarradas, aunque Marc se consideraba bastante por encima de ese modelo de macho heterosexual.
Tuvo que posponer su lectura y próximo contacto con Aiko para atender sus obligaciones. Por primera vez en la historia, se le hizo muy largo el día. Quería llegar a casa, una ratonera en la que no soportaba pasar ni veinte minutos, y sentarse con el libro «controvertido» entre las manos. Era lo más cerca que Aiko Sandoval estaría de su habitación en mucho tiempo.
—¿Eso que llevas ahí es A pesar de todo, de Lila Parton? —preguntó Nick cuando bajaron juntos en ascensor—. ¿Ahora te va la erótica?
—De alguna forma me tengo que entretener mientras Sandoval decide si acostarse conmigo —comentó sin mirarla. Aun así, capturó la sonrisa de Nick.
—¿Cuánto tiempo llevas sin sexo? ¿Desde que coincidisteis con lo de Campbell, tal vez?
La pregunta le pilló desprevenido.
Claro que no. No.
No, ¿verdad?
¿O sí? ¿Era posible...?
Ahora que lo pensaba, podía ser.
Joder, sí. Llevaba semanas sin una mujer. Semanas. Y eso en él era complicado por muchos motivos.
—Debe ser casualidad.
—Claro —aceptó Nick, sacando una barra de labios del bolso—. Casualidad o que solo se la quieres meter a ella.
Marc la miró de reojo mientras se pintaba los labios en el espejito de mano.
—¿No quedamos hace tiempo en que dejarías de consumir alucinógenos?
—Qué forma tan sutil de evitar admitir que, como siempre, digo verdades como soles. No me ataques porque no seas capaz de afrontar tus emociones, chico, porque tampoco pasa nada. Todos nos hemos encaprichado alguna vez de quien menos nos convenía.
—Y toda esta psicología viene del hecho de que no haya tenido tiempo para invitar a alguien a mi apartamento.
—Entre otras cosas, como que generalmente no puedes guardarte el rabo por mucho tiempo.
—Te pareces a mi hermano diciendo esa palabra todo el rato.
—¿De quién te crees que la aprendió? —Y sonrió con todos los dientes. Se pasó la lengua por los incisivos, donde había quedado una mancha de carmín.
Marc la ignoró aprovechando que el ascensor llegaba a la planta baja. Un hombre de casi dos metros y pelo castaño peinado hacia atrás recibió a Nick con una sonrisa de galán que Marc despreció en el acto. Sobre todo viendo que la cara de Verónica era la misma que cuando se limaba las uñas, salvo por una sonrisa de plástico. Ni siquiera le interesaba su cita.
—Hola, guapo. ¿Nos vamos?
Marc lanzó una mirada de «¿a dónde vas con ese pringado?», a lo que ella solo se encogió de hombros y aceptó el brazo que el hombre le tendía. Verónica se había obsesionado con los tíos con aspecto de caballeros, educados, bien puestos y que sujetaran la puerta al pasar. Marc lo celebraría si no supiera que los peores solían ser los que iban encorbatados, y si no le constara que buscaba indirecta o muy directamente —aún no estaba seguro— a su hermano mayor en todos los que hombres con los que salía.
—Buenas noches, Marcus —le espetó ella, ya de espaldas, como si supiera que le estaba dando vueltas.
Marc se mordió el interior de la mejilla y negó. Ella sabría lo que hacía. No podía pasarse el resto de su vida cuidándola, frustrándole las citas con payasos que días después volvían a dejarla tirada. Estaba en su derecho de buscar el amor donde quisiera y frustrarse por su cuenta si no resultaba como pretendía. No más sobreprotección. Al final era a él a quien afectaba más andar pendiente de cómo los hombres trataran a sus mujeres.
Solo esperaba que en las novelas de Aiko Sandoval no hubiera fantoches como ese, o como alguno de los quince anteriores. Como su hermano... O como su padre.
Iba a dar la una de la madrugada y Aiko aún seguía intentando meterle en la cabeza a su hermana menor una explicación sobre Derecho Civil. No es que Mio fuese obtusa, porque era toda una listilla cuando quería, pero empollar leyes de memoria no era su fuerte. ¿Y de quién lo era después de seis horas seguidas estudiando? Lo raro no era que no lo comprendiera, sino que no se le hubiera derretido el cerebro.
—Vamos a dejarlo aquí —decidió Aiko, empujando el borde de la mesa para separar