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ONTOLOGÍA DEL LENGUAJE

      Es una tesis que trata de explicar al ser humano como un ser intrínsecamente lingüístico. Está basado en trabajos desarrollados por pensadores como Fernando Flores, Humberto Maturana, Rafael Echeverria, Francisco Varela, partiendo de previas lecturas de Friedrich Nietzsche, Martin Heidegger, Martin Buber, Ludwig Wittgenstein, John L. Austin y John Searle.

      Los tres postulados básicos de la ontología del lenguaje son:

      1 Interpretamos a los seres humanos como seres lingüísticos.

      2 Interpretamos al lenguaje como generativo.

      3 Interpretamos que los seres humanos se crean a sí mismos en el lenguaje y a través de él.

      El lenguaje es activo. Crea realidades. Esa acción genera ser. Generamos sentido a través del lenguaje y mediante la acción que nos permite transformarnos como observadores, como personas, haciéndonos responsables de nuestra existencia y asumiendo la responsabilidad de transformar nuestro mundo.

      Es importante hacer una distinción entre ontología del lenguaje, y, filosofía del lenguaje. El foco de atención de esta última al igual que en la lingüística está puesto en el lenguaje, mientras que el principal interés de la ontología del lenguaje son los seres humanos y el sentido del vivir.

      En este sentido, la ontología, nuestra comprensión de lo que significa ser humano, no implica necesariamente la adopción de una perspectiva metafísica. Podemos tener una ontología metafísica, como la tuvieron los metafísicos griegos, pero podemos también generar ontologías no metafísicas, como lo reivindica la ontología del lenguaje. (Echeverria, 1995:28)

      EL CONCEPTO DE DISTINCIÓN

      El lenguaje nos proporciona la capacidad de distinguir aquello que nombramos. Cuando distinguimos algo nuevo, adquirimos un aprendizaje que amplía nuestra mirada y que, por tanto, modifica nuestra capacidad de acción.

      Con el avance de los conocimientos tecnológicos, científicos, médicos, etc., tenemos hoy la posibilidad de observar realidades que ya existían pero que no podíamos ver, como por ejemplo el descubrimiento de nuevos nueroreceptores, planetoides en el espacio, etc. También tenemos más competencias para poder intervenir en ellas en la acción.

      Allí donde yo veo solamente cables, metal, tapas, gomas, etc., un mecánico automotor puede ver, definir y operar en un problema de carburación de mi automóvil.

      En el mundo empresarial u organizacional acontece lo mismo. Las diferentes áreas o gerencias que la constituyen se especializan en distinciones que responden a distintos ámbitos de acción: ventas, recursos humanos, finanzas, informática, marketing, etc.

      Cuanto mayor es nuestra capacidad de hacer distinciones, tenemos más posibilidades de acción.

      No podemos distinguir algo que no conocemos, para lo cual no tenemos una distinción lingüística; aquello, en suma, que no podemos nombrar. Solo somos capaces de observar lo que podemos distinguir o separar en el lenguaje como algo diferente. El mundo existe independientemente con todo su misterio a la espera de una observación y explicación.

      El poder de acción de una persona o una organización en determinados ámbitos depende del conjunto de distinciones disponibles para observar y operar en ese dominio de realidad.

      En coaching utilizamos las distinciones que el lenguaje nos proporciona como herramientas de intervención. Trabajamos con palabras cotidianas que el coacheado suele utilizar en su estilo coloquial con otra interpretación: somos observadores diferentes.

      EL OBSERVADOR

      Quien distingue es siempre un observador, alguien que mira desde su propia concepción del mundo, desde su historia, su cultura, sus experiencias; su vida toda.

      El mundo se constituye a partir de las distinciones con las cuales vemos y operamos en la realidad. Personas u organizaciones son observadores diferentes porque poseen un universo de distinciones diversas que les dan otras capacidades de acción.

      Llamamos observador a la particular manera que cada uno tiene de dar sentido a algo que observa. Es imposible separar el objeto que es distinguido del observador que distingue. Si la percepción de la realidad es subjetiva y depende del observador y de su concepción del mundo, entonces tenemos que aceptar la posibilidad de que existan tantas interpretaciones como observadores y que todas ellas son igualmente legítimas.

      Somos observadores diferentes porque tenemos o construimos modelos mentales diferentes y porque tenemos mayores o menores posibilidades de hacer distinciones.

      ESCUCHA ACTIVA Y ESCUCHA EMPÁTICA

      Señalo esta distinción porque muchas personas, incluidos coaches certificados, confunden estos conceptos hasta el colmo de hablar de simpatía como sinónimo de empatía.

      La escucha activa significa hacerlo con atención y confirmar que hemos entendido. Es estar totalmente presente y legítimamente interesado en el discurso del otro.

      Según S. Covey (1996), cuando otra persona habla, por lo general, la escuchamos en uno de los cuatro niveles siguientes:

       Podemos estar ignorándola, no escuchando en absoluto.

       Podemos fingir y solo estar esperando que termine su alocución.

       Podemos practicar la escucha selectiva, oyendo solo ciertas partes de la conversación.

       Podemos brindar una escucha activa, prestando atención y centrando toda nuestra energía en las palabras que se pronuncian.

      Para que este tipo de escucha sea efectiva es conveniente:

      1 Prestar atención a lo que se está diciendo, mirando de frente, y no estar ocupado al mismo tiempo con alguna otra tarea o cuestión.

      2 Solicitar aclaración o pedir que se repitan las ideas si hay alguna ambigüedad o duda.

      3 Proponernos que mientras estemos escuchando no interrumpiremos el discurso del interlocutor, no completaremos sus frases o ideas cuando esté en alguna pausa reflexiva de su discurso y mucho menos estaremos pensando en nuestra respuesta.

      4 A veces –no siempre, porque sería tedioso e irritante para el otro– hacer un chequeo de comprensión de lo escuchado.

      La escucha empática va más allá de registrar, reflejar y entender las palabras pronunciadas. Es aquella en la que tratamos de comprender al otro pero no meramente desde el significado de sus palabras; propone ponerse en el lugar de la otra persona, intentando ver la realidad desde el marco de referencia de nuestro interlocutor, evitando teñir toda la comunicación con nuestras propias apreciaciones y preconceptos.

      Decimos comúnmente, y con acierto, “ponerse en los zapatos del otro”. En cambio cometemos un error cuando decimos “Yo, en tu lugar, haría otra cosa”, porque desde ese lugar –el del otro, siendo ese otro-, diría/haría lo mismo. Más correcto sería decir: “Yo en esa situación, desde este que soy haría…”. Se trata de hacer el esfuerzo de entrar en el marco de referencia de la otra persona, intentar ver con los ojos del observador que es el otro, identificar lo que siente. Poder hacerlo aun sin estar de acuerdo, tratando de comprenderlo emocional e intelectualmente.

      Un encuentro de dos: ojo a ojo, cara a cara

      Y cuando estés cerca, tomaré tus ojos

      y los pondré en lugar de los míos,

      y tú tomarás mis ojos,

      y los pondrás en lugar de los tuyos.

      Y luego te miraré con tus ojos,

      Y tú me mirarás con los míos.

      Jacobo L. Moreno

      Acceder a una comprensión de su modelo no significa acordar con él. Empatía es tratar de comprender desde el sistema de creencias del interlocutor, la lógica de su respuesta frente a las circunstancias. Empatía no es justificar; es validar su opinión

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