Скачать книгу

centro del mundo, de su mundo, todo te lo deben a ti. Bueno, a ti y a Jaime, que fue el ingeniero que lo construyó. Jaime está copiado en este correo por explícito deseo de Ahmed, ya que para él Jaime es tan responsable del pozo como tú. No hay un solo día en que Ahmed no le dé las gracias a Jaime de una u otra forma por el pozo, tu pozo.

      Ahmed me ha pedido que te escriba esta carta de agradecimiento; yo simplemente he hecho de traductor y emisario. He de reconocer que redactarla y enviártela ha sido un ejercicio muy reconfortante. Como te decía al principio, aunque hasta hace un rato no sabía nada de ti, siento como si nos conociéramos de toda la vida. Ese pozo mágico que has ayudado a construir de alguna manera nos ha conectado y, como el agua que contiene, nos da la vida dando sentido a nuestras vidas. En el caso de Ahmed y su familia no se trata de una metáfora: el agua de tu pozo les ha devuelto a la vida.

      Un fuerte abrazo y hasta siempre

      José Ramón

      ***

      18-2-17

      De: Jaime Villamor

      A: Daniel Cortiñán

      CC: José Ramón Zunzunegui

      Querido Daniel,

      Soy Jaime Villamor, el ingeniero. A mí esto de escribir no se me da bien; como buen ingeniero de Caminos, entiendo más de números, cálculos volumétricos y materiales de obra. Lo cierto es que, leyendo la carta de mi amigo José Ramón, me ha surgido un impulso y el resultado de ese impulso son estas letras.

      Tengo algunos mensajes que compartir contigo. El primero es que no sabes lo que reconforta ver la cara de Ahmed estos días, su satisfacción profunda, su rebosante felicidad porque un amigo de España les ha regalado un pozo, tu pozo. Creo que si vieras ese rostro angelical solo unos segundos cargarías tus pilas al menos diez años más.

      Mi segundo mensaje tiene que ver conmigo, y seguramente algo te toca a ti también. La mayor obra de ingeniería del mundo, la más desafiante y complicada, en el lugar más interesante de la Tierra, encargada por el mejor y más prestigioso cliente, no tendría el más mínimo valor comparado con la inmensa satisfacción de haber puesto al servicio de esta pobre gente mi humilde conocimiento construyéndoles ese pozo.

      El tercer mensaje, seguramente es el menos importante por innecesario, pero por si acaso ahí va. Sigue con tu obra y con tu fundación. Hay muchos pozos de agua que construir, muchas vidas que salvar. «Los Ahmed» del mundo esperan y desean que tu labor no cese.

      Un abrazo

      Jaime

      ***

      22-2-17

      De: Daniel Cortiñán

      A: José Ramón Zunzunegui; Jaime Villamor

      Queridos José Ramón y Jaime,

      Ayer fue uno de los peores días de mi vida. Uno de los proyectos más importantes que estamos financiando en Nigeria se ha venido completamente abajo porque la persona encargada de supervisarlo allí ha resultado ser un ladrón; se ha llevado todos los fondos que teníamos destinados al lanzamiento inicial. Por otro lado, una institución financiera española con presencia internacional nos ha denegado unos fondos que eran importantes para cofinanciar con un socio local en Somalia una obra de ingeniería básica que facilitaría el día a día de miles de personas que tardan horas en llegar a sus lugares de trabajo. Por último, y para rematar la faena, uno de mis socios, con el que originalmente me embarqué en esta aventura, va a dejar la fundación pues le han diagnosticado un cáncer muy agresivo en estado muy avanzado de repente, de un día para otro.

      Vuestras cartas han sido el socorrista que te saca de la última ola cuando estás a punto de ahogarte. No podéis imaginaros el bien que me habéis hecho con ellas. Sudán es un país en el que sin duda tendremos más proyectos que financiar y gestionar. Os aseguro que aprovecharé la más mínima ocasión que tenga para dejarme caer por allí y conoceros personalmente. No me perdería la sonrisa de Ahmed por nada del mundo. Esa sonrisa la necesito hoy más que nunca.

      Hace cinco años se murió un hermano mío, el mayor. Mi hermano fue ejemplar en vida y también lo fue a su muerte. Cuando supo que le había llegado la hora, fue llamando a cada uno de sus tres hermanos, yo entre ellos, para despedirse. En mi caso, el mensaje fue tan tierno y tan potente que lo llevo grabado en mi corazón. «Daniel, ya sabes que te quiero y que siempre te he querido. Quédate en paz cada vez que pienses en mí porque así me voy yo, en paz. Creo que después de esta vida nos espera algo bueno en compañía de los seres queridos que nos han adelantado en la marcha. Finalmente, por favor, en la medida que puedas cuida de mi mujer y de mis hijos. Marta es fuerte, lo sabrá encajar pero le vendrá bien sentirse acompañada. Tus sobrinos son buenos chicos, ya lo sabes, pero esto les ha tocado muy pronto en su vida; les llevará un tiempo entenderlo plenamente. Para ellos sí que es una putada. Adiós, hermano, te quiero, gracias por todo».

      Recuerdo haber hablado alguna vez con este ser tan excepcional, mi hermano, sobre si había algo en la vida de lo que se arrepentía. Se quedó pensando y, después de unos segundos, me comentó que tenía la sensación de no haberla exprimido plenamente en cuanto a dedicación profesional. Su trabajo estaba bien porque pagaba su nivel de vida, que no era poco, pero sin más.

      ¿Por qué os cuento esto? Porque hace cinco años fue cuando decidí dedicarme a lo que ahora me dedico, básicamente a ayudar a gente que ha tenido mucha peor suerte que yo en la vida. ¿Cómo? Haciendo lo que creo que se me da mejor: buscar fuentes de financiación a proyectos viables en manos de personas muy competentes y profesionales como vosotros.

      Ahmed y vosotros, vuestras cartas, me reafirman en que, aunque a veces los nubarrones aparezcan o las cosas se tuerzan, estoy donde debo estar y hago lo que debo hacer. Muchas gracias a los tres por recordármelo. En breve espero estar allí para agradecéroslo personalmente. No me perdería la sonrisa de Ahmed por nada del mundo.

      Un fortísimo abrazo

      Daniel

      AUARA5, El agua con valores

      Auara es una marca de agua mineral que invierte el 100% de sus dividendos en llevar agua potable a personas que no la tienen, y que además fabrica sus botellas con un 100% de plástico reciclado R-Pet.

      Su reto es llevar agua potable a las personas más necesitadas y reducir el impacto ambiental de las botellas que consumimos.

      Auara convierte un hecho cotidiano como beber agua en un acto extraordinario.

      Entrevista a ANTONIO ESPINOSA DE LOS MONTEROS, presidente y fundador de Auara

      IAM ¿Qué valores personales han sido piedras angulares en tu vida?

      AEM Cuando te paras a pensar de manera un tanto crítica en aquello a lo que dedicamos nuestro tiempo y nuestra vida, te das cuenta de que a veces estamos un poco desenfocados. Trabajamos ocho o diez horas al día después de dormir, la actividad a la que más tiempo le dedicamos, y no nos planteamos seriamente el motivo de nuestro trabajo. Somos unos privilegiados, yo el primero, al podernos plantear asuntos así. ¿Trabajamos para sobrevivir, para lucrarnos, o nos planteamos la posibilidad de que haya algún tipo de vocación detrás? El dinero está demasiado presente en todo lo que decidimos y hacemos. Dedicamos la mayor parte de nuestra vida a trabajar para adquirir un dinero que nos permitirá hacer lo que realmente deseamos el resto del tiempo, escaso, que nos quede cuando dejemos de trabajar. Las cuentas no salen.

      IAM ¿Cuándo decidiste que el juego de trabajar por dinero no lo querías jugar?

      AEM El dinero es necesario y todos lo necesitamos para vivir, pero yo he tenido la suerte de poder dedicarme a algo en lo que el dinero no es la primera prioridad. Salí de la universidad y empecé con Auara, que es una empresa social. Pero ese ha sido mi camino, cada uno tiene el suyo. Las personas que trabajan en todo tipo de empresas, cada una desde su posición, pueden impactar en la sociedad de manera positiva sin necesidad de abandonar su trabajo. Debemos empezar por cambiar lo más cercano, lo más inmediato. ¿Qué mundo vas a cambiar si tienes a la gente de tu oficina machacada? Ponemos como prioridad las grandes cosas, el cambio climático,

Скачать книгу