Скачать книгу

todos lo hacemos. Pero cuando la cara que se te acercó durante nueve años fue siempre la misma, simplemente dejás de notarlo.

      Me guía hasta el sillón mientras aprieta sus dedos en mi espalda y baja los breteles de mi corpiño. Me toma del cuello. Le saco la remera, abro el cierre de su pantalón. Busco, mientras lo beso. Y por fin le miro la pija. Tan distinta a la única que conozco. Eso no me entristece, tampoco me detiene. La agarro con las manos, con la boca, con los labios, con las manos otra vez. No puedo dejar de investigar.

      Lo hacemos en el sillón. Parados. Sobre una silla. Contra la mesa. Apoyo mis manos en la madera. De reojo veo a uno de mis dedos completar las medialunas de las marcas circulares de nuestras tazas. Mis cafés y los tuyos, con tres cucharadas de Nesquick. De los días en los que no necesitábamos mantel ni servilletas. Estábamos vivos, estábamos juntos. Queríamos que eso quedara registrado de alguna forma, en algún lugar. Nunca los muebles me importaron tanto y tan poco.

      Está pasando. Pero con otro.

      3

      No puedo dormir. Estirado como una mantarraya, mi cuerpo se esfuerza en ocupar toda la cama. Debería cerrar los ojos, pero, en cambio, los tengo prendidos a la pantalla de mi celular. En un video de YouTube una oveja corre en línea recta. Tuerce el cuello, mira a cámara y comienza a desdoblarse en otras. Le salen del lomo, de las patas y la transforman en una monstruosidad que avanza desbocada. Así me siento por estos días. Se acaba de ir Veinticuatro. Prometí que no. Pero volvió a pasar.

      Empezó con un mensaje sutil. Fui directa. En menos de una hora estaba otra vez en la puerta de casa.

      11/11/2015, 23:40 - Veinticuatro: Día largo mañana?

      11/11/2015, 23:41 - RUGE: Un poco… El tuyo?

      11/11/2015, 23:48 - Veinticuatro: Tranquilo

      11/11/2015, 23:48 - Veinticuatro: tengo que hacer un par de cosas pero a la tarde

      11/11/2015, 23:52 - RUGE: Veámonos el viernes

      11/11/2015, 23:52 - RUGE: o el domingo, o ahora?

      11/11/2015, 23:58 - Veinticuatro: El finde estoy medio complicado…

      11/11/2015, 23:59 - Veinticuatro: En 30 o 40 puede ser

      12/11/2015, 00:02 - RUGE: Mmm no se, es medio tarde

      12/11/2015, 00:04 - Veinticuatro: Bueno

      12/11/2015, 00:06 - Veinticuatro: Le bajó a abrir a un par de amigos

      12/11/2015, 00:06 - Veinticuatro: Y voy..

      12/11/2015, 00:18 - RUGE: Un rato no mas

      12/11/2015, 00:19 - RUGE: Me levanto temprano

      12/11/2015, 00:19 - Veinticuatro: Ok

      12/11/2015, 00:19 - Veinticuatro: Salgo

      Hoy fumó mis cigarrillos, tomó mis cervezas. Todo bien. Es Veinticuatro. Mientras se la chupaba pidió que se la escupiera. Primero no entendí, con vos no hacíamos eso. Probé soltar un hilo de baba, pero se sentía ridículo. Te imaginé pendiendo de esa cuerda húmeda y transparente, un pequeño hombrecito gritando que no lo hiciera, y desistí.

      Chupar, fumar, besar, morder, masticar. Mi top five de acciones preferidas. Quizás sea algo no resuelto en mi fase oral, o la violencia de existir. Se la rodeo con la lengua hasta terminar con una rápida fricción en la punta y mandármela hasta el fondo, hasta sentir que voy a ahogarme. Capaz sea eso… querer ahogarme. Galletitas, chupetines, chicles, helado, pijas. Tragarlo todo.

      Mañana será Happn2. Ya está arreglado. Treinta y siete años, rockero, diametralmente opuesto a Happn1. Más misterioso, al parecer. Más interesante y menos tierno. Pero es lo ideal.

      En la diferencia está lo que busco.

      4

      La lluvia nos agarró con Mechi comprando ropa en avenida Cabildo, bien a nuestro estilo que al parecer es el mismo: entrar a un local, manotear algo, usarlo enseguida o al día siguiente.

      Extiendo remeras, vestidos –sobre mi cuerpo y sus extremidades– ayudada por su reflejo borroso en ventanales empapados de agua. Mechi, más práctica, se decide rápido por tres camisetas negras. Iguales. Clásicas.

      —Llevo estas –dice–, no hace falta ni que las pruebe.

      —Te queda bien la lluvia –fuerzo una sonrisa al ver el charco de agua que se desprendió de su campera y que ahora la rodea, brillante, bajo las dicroicas del local.

      —A vos también –se acerca y desde atrás me ata el pelo. Nos miramos en el vidrio lluvioso.

      —Es como si desconociera mi contextura –le digo.

      —O como si nunca la hubieses aprendido.

      Asiento con la mirada en el dibujo de un águila enredada en las nubes negras de una remera amarilla. Parece un barrilete encallado en las ramas de un árbol. Pero tiene algo esperanzador en las alas. El cuerpo arqueado, como si no se resignara.

      —Es normal. Pasa, y se te pasa.

      —¿Decís?

      —Haceme caso.

      A pocos metros, una vendedora nos mira. Tiene treinta o treinta y dos, y esa actitud sobradora, construida a base de camisas y zapatos caros. Tan típica de los que tienen algo que en verdad no les pertenece.

      —Hay probadores libres –dice, molesta por nuestro despliegue en medio del local.

      —¿Estás segura del talle? –le pregunta a Mechi.

      —Sí, tengo dos iguales en casa.

      —A vos, esa, ya te digo –me mira con desprecio–, te va a ir grande.

      Y tira de la remera amarilla que tengo en las manos. Resisto sujetando una de las mangas. El águila se estira hasta deformarse.

      —No importa, la llevo.

      Forcejeamos. No entiende. No sabe que ya no puedo soltar nada más.

      Bajo una lluvia torrencial tomo el colectivo con la remera nueva puesta. Tres talles más grande y ya desteñida. Un presagio de que no por nuevo algo es necesariamente de calidad. El águila parece un pichón de paloma, y yo, aferrada al caño del colectivo con la mirada perdida en mil puntos de lluvia que se estampan sobre el vidrio, su hija.

      —Por favor, que llegue el verano de una vez –le digo al colectivero. Pero en verdad lo que quiero es que llegue algo, cualquier cosa. No importa qué.

      —Es así hasta que llega: cambiante –sonríe.

      Lo interpreto en tres sentidos posibles. Aunque puede tener más. Consigo sentarme en el primer asiento, activo mi celular y me quedo mirando cómo aparecés conectado. Te mantenés en línea el tiempo que tardo en llegar de Cabildo y José Hernández a Forest y Zárraga.

      Entro en casa desarmada. Entierro mis dedos en el pelaje de Diler; imagino cómo sería fundirme en los anillos grises que le cruzan el lomo. Vivir en un gato. Ser mínima, agarrada a sus pelos como espinas o agujas. Acechar palomas. Trepar medianeras, caminar al filo de las ventanas. Sentir al vacío cerca y no tenerle miedo. Pero como con Happn2 –Rocker– a la mañana habíamos quedado en vernos, y cualquier cosa es mejor que la repetición, no quiero cancelar. Entro en la ducha. Revuelvo el placard. Llamo al delivery.

      22.15 h, cambiada, con dos pizzas pedidas (sí, dos), estoy lista para que, si tiene que ocurrir, ocurra.

      23.38 h, recibo sus mensajes y una llamada perdida.

      12/11/2015, 23:38 - Rocker: Estás?

      12/11/2015, 23:38 - Rocker: Me decís como voy desde callao y corrientes?

      ¿De verdad quiere que sea su Google Maps?

      12/11/2015, 23:40 - RUGE: Ya estaba x empezar

      12/11/2015, 23:41 - RUGE: Sos demasiado misterio

      12/11/2015, 23:41 - RUGE: Y yo me

Скачать книгу