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       Tirso de Molina

      Tirso de Molina

      Publicado por Good Press, 2019

       [email protected]

      EAN 4057664182555

       JORNADA PRIMERA

       JORNADA SEGUNDA

       JORNADA TERCERA

       LA PRUDENCIA EN LA MUJER

       JORNADA PRIMERA

       JORNADA SEGUNDA

       JORNADA TERCERA

       EL VERGONZOSO EN PALACIO

       JORNADA PRIMERA

       JORNADA SEGUNDA

       JORNADA TERCERA

       LA LEALTAD CONTRA LA ENVIDIA

       JORNADA 2.ª, ESCENA II.

       Índice

      ESCENA I

      (Sale Paulo de ermitaño.)

      Paulo.

      ¡Dichoso albergue mío!

      ¡Soledad apacible y deleitosa,

      que en el calor y el frío

      me dais posada en esta selva umbrosa,

      donde el huésped se llama

      o verde hierba o pálida retama!

      Agora, cuando el alba

      cubre las esmeraldas de cristales,

      haciendo al sol la salva,

      que de su coche sale por jarales,

      con manos de luz pura

      quitando sombras de la noche oscura,

      salgo de aquesta cueva

      que en pirámides altos de estas peñas

      naturaleza eleva,

      y a las errantes nubes hace señas

      para que noche y día,

      ya que no hay otra, le haga compañía.

      Salgo a ver este cielo,

      alfombra azul de aquellos pies hermosos.

      ¿Quién, ¡oh celestes cielos!

      aquesos tafetanes luminosos

      rasgar pudiera un poco

      para ver...? ¡Ay de mí! Vuélvome loco.

      Mas ya que es imposible,

      y sé cierto, Señor, que me estáis viendo

      desde ese inaccesible

      trono de luz hermoso, a quien sirviendo

      están ángeles bellos,

      más que la luz del sol hermosos ellos,

      mil glorias quiero daros

      por las mercedes que me estáis haciendo

      sin saber obligaros.

      ¿Cuándo yo merecí que del estruendo

      me sacarais del mundo,

      que es umbral de las puertas del profundo?

      ¿Cuándo, Señor divino,

      podrá mi indignidad agradeceros

      el volverme al camino,

      que, si yo lo conozco, es fuerza el veros,

      y tras esta victoria,

      darme en aquestas selvas tanta gloria?

      Aquí los pajarillos,

      amorosas canciones repitiendo

      por juncos y tomillos,

      de Vos me acuerdan, y yo estoy diciendo:

      “Si esta gloria da el suelo,

      ¿qué gloria será aquella que da el Cielo?”

      Aquí estos arroyuelos,

      jirones de cristal en campo verde,

      me quitan mis desvelos,

      y son causa a que de Vos me acuerde;

      ¡tal es el gran contento

      que infunde al alma su sonoro acento!

      Aquí silvestres flores

      el fugitivo tiempo aromatizan,

      y de varios colores

      aquesta vega humilde fertilizan.

      Su belleza me asombra:

      calle el tapete y berberisca alfombra.

      Pues con estos regalos,

      con aquestos contentos y alegrías,

      ¡bendito seas mil veces,

      inmenso Dios, que tanto bien me ofreces!

      Aquí pienso seguirte,

      ya que el mundo dejé para bien mío;

      aquí pienso servirte,

      sin que jamás humano desvarío,

      por más que abra la puerta

      el mundo a sus engaños, me divierta.

      Quiero, Señor divino,

      pediros de rodillas húmilmente

      que en aqueste camino

      siempre me conservéis piadosamente.

      Ved que el hombre se hizo

      de barro vil, de barro quebradizo.

      ESCENA II

      (Sale Pedrisco con un haz de hierba. Pónese Paulo de rodillas, y elévase.)

      Pedrisco.

      Como si fuera borrico

      vengo

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