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La lumbre inmóvil, México, Ediciones Era, 2018, 138 p.

      Jorge Luis Borges, México, Ediciones Era/El Colegio Nacional, 2019, 116 p.

      TRADUCCIONES

      Aproximaciones, México, Penélope, 1984, 194 p.

      El cantar de los cantares, México, Ediciones Era/El Colegio Nacional, 2009, 2014, 48 p.

      Cuatro cuartetos, de T. S. Eliot, México, Ediciones Era/El Colegio Nacional, 2017, 191 p.

      GUIÓN CINEMATOGRÁFICO

      El castillo de la pureza, con Arturo Ripstein, México, Editorial Novaro, 1973, 127 p.

      PERIODISMO LITERARIO

      Inventario, tres tomos, México, Ediciones Era/El Colegio Nacional, 2017. I, 726 p.; II, 687 p.; III, 662 p.

      Poemas

      Los elementos de la noche

      LA ENREDADERA

      Verde o azul, fruto del muro, crece.

      Divide cielo y tierra. Con los años

      se va haciendo más rígida, más verde.

      Costumbre de la piedra, cuerpo ávido

      de entrelazadas puntas que se tocan.

      Llevan la misma savia, son una misma planta

      y también son un bosque. Son los años

      que se anudan y rompen. Son los días

      del color del incendio. Son el viento

      que atraviesa la luz y encuentra intacta

      la sombra que se alzó en la enredadera.

      ÉGLOGA OCTAVA

      Lento muere el verano.

      En silencio se apagan sus gemidos.

      Un otoño temprano

      hundió verdes latidos,

      árboles por la muerte merecidos.

      La luz nos atraviesa.

      De tu cuerpo se adueña y lo decora.

      El fuego que te besa

      se consume en la hora,

      diluida en la tarde asoladora.

      Vivimos el presente

      en función del mañana y el pasado.

      Pero si el día no miente,

      no estaré ya a tu lado

      en otro tiempo que nació arrasado.

      Bajo estas soledades

      se han unido el desierto y la pradera.

      Y la dicha que invades

      ya no te recupera

      y durará lo que la noche quiera.

      Creciste en la memoria

      hecha de otras imágenes, mentida.

      Ya no habrá más historia

      para ocupar la vida

      que tu huella sin sombra ni medida.

      Inútil el lamento,

      inútil la esperanza, el desterrado

      sollozar de este viento.

      Se ha llevado

      el rescoldo de todo lo acabado.

      Esperemos ahora

      la claridad que apenas se desliza.

      Nos encuentra la aurora

      en la tierra cobriza

      faltos de amor y llenos de ceniza.

      No volveremos nunca

      a tener en las manos el instante.

      Porque la noche trunca

      hará que se quebrante

      nuestra dicha y sigamos adelante.

      El oscuro reflejo

      del ayer que zozobra en tu mirada

      es el oblicuo espejo

      donde flota la nada

      de esta reunión de sombras condenada.

      La llama que calcina

      a mitad del desierto se ha encendido.

      Y se alzará su ruina

      sobre este dolorido

      y silencioso estruendo del olvido.

      El mundo se apodera

      de lo que es nuestro y suyo. Y el vacío

      todo lo hunde y vulnera,

      como el río

      que humedece tus labios, amor mío.

      LA MATERIA DESHECHA

      Vuelve a mi boca, sílaba, lenguaje

      que lo perdido nombra y reconstruye.

      Vuelve a tocar, palabra, el vasallaje

      donde su propio fuego se destruye.

      Regresa, pues, canción hasta el paraje

      en que el tiempo se incendia mientras fluye.

      No hay monte o muro que su paso ataje.

      Lo perdurable, no el instante, huye.

      Ahora te nombro, incendio, y en tu hoguera

      me reconozco: vi en tu llamarada

      lo destruido y lo remoto. Era

      árbol fugaz de selva calcinada,

      palabra que recobra en el sonido

      la materia deshecha del olvido.

      PRESENCIA

       Homenaje a Rosario Castellanos

      ¿Qué va a quedar de mí cuando me muera

      sino esta llave ilesa de agonía,

      estas breves palabras con que el día

      regó ceniza entre la sombra fiera?

      ¿Qué va a quedar de mí cuando me hiera

      esa daga final? Acaso mía

      será la noche fúnebre y vacía.

      No volverá a su luz la primavera.

      No quedará el trabajo ni la pena

      de creer ni de amar. El tiempo abierto,

      semejante a los mares y al desierto,

      ha de borrar de la confusa arena

      todo cuanto me salva o encadena,

      Y si alguien vive yo estaré despierto.

      INSCRIPCIONES

      1

      Muro que sin descanso pule el tiempo,

      altar de piedra y polvo ya deshecho,

      puerta cerrada de un jardín que nunca

      ha existido o yace entre sus ruinas,

      reino del musgo, losa que se yergue

      contra el paso de nadie y bajo el tiempo.

      2

      Toda la noche se ha poblado de agua.

      Contra el muro del día el mundo llueve.

      3

      Una vez, de repente, a medianoche

      se

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