Скачать книгу

volvería, aun cuando su familia ya lo daba por perdido. Había comprobado que estaba en lo cierto cuando uno de ellos regresó herido, y el otro, ciego.

      Ahora pensó que sería interesante ver cómo atendía Madame Zosina a su clientela.

      —Deseaba averiguar si era una adivinadora auténtica o sólo alguien que fingía serlo. Era habitual que, cuando un circo visitaba Portsmouth o Gosport, llevara una adivinadora en su elenco.

      Pero por todo lo que había oído decir, Odella estaba segura de que la mayoría no poseía poder alguno de adivinación. Simplemente, se aprovechaban de la fragilidad humana por desear conocer el futuro antes de que sucediera.

      El segundo marinero permaneció bastante tiempo con Madame Zosina.

      Cuando salió, iba radiante.

      Te toca, Joe —dijo a su amigo—. Te espero afuera.

      Mientras salía sonriente, Joe cruzó la cortina y Odella tomó el asiento que dejara.

      Ahora podía escuchar, muy bajo, pero con toda claridad, lo que se decía.

      —Buen día, Marino —lo saludó una voz suave.

      —Buen día, Madame-respondió el marino—. Mis amigos me han dicho lo maravillosa que es usted y deseo saber qué va a ser de mí.

      —Supongo que zarpará al extranjero —dijo Madame Zosina, de nuevo con voz muy suave—. Y está impaciente por saber lo que le sucederá cuando llegue a su destino.

      —Es cierto —admitió Joe. Se hizo el silencio.

      Odella adivinó que, mientras el marinero permanecía sentado frente a ella, Madame Zosina consultaba su bola de cristal. Comprobó que estaba en lo cierto cuando, después de unos segundos, la adivinadora dijo:

      —Lo veo viajando en un enorme barco, y creo que se dirige a Francia.

      Joe debió hacer un gesto afirmativo y ella continuó: Tiene que despedirse de una adorable jovencita.

      —Eso es verdad —confirmó Joe—. ¿Me será fiel mientras estoy ausente?

      —Sé que lo será —respondió Zosina—, pero creo que usted sufre por tenerla que dejar.

      Joe murmuró algo que Odella no pudo escuchar y Madame Zosina continuó:

      —No dispone usted de mucho tiempo para decirle cuánto la ama. Partirá antes de lo que espera.

      Hubo un silencio antes de que agregara:

      —Déjeme ver... ¿Es dentro de tres o cuatro días cuando parte usted?

      Tres —-dijo, ansioso, Joe.

      —Entonces, debe decirle esta noche que la ama, y todas las noches hasta que se inicie el viaje. Ahora, déjeme consultar mi bola de cristal— Su barco es muy grande y si alcanzo a leer su nombre, le daré un talismán especial que lo protegerá dondequiera que vaya.

      —Gracias, Señora, eso me gustaría —-dijo Joe.

      —Es, en verdad, de muy buena suerte —-le indicó Zosina-—; pero, primero, debo ver el nombre de su barco. Se hizo el silencio, hasta que Joe dijo:

      —Nos han ordenado que no digamos a nadie el nombre de nuestro barco.

      —Lo comprendo —intervino Zosina con rapidez—. Sin embargo, yo lo veo con claridad en mi bola de cristal. Ahora, déjeme pensar..

      Debía estar observando su bola de cristal, pensó Odella. Después de un minuto, dijo:

      —Veo una "L". ¿Ó será una "I"?

      —Una "I" —dijo con rapidez Joe.

      —Ahora veo otra letra que me parece una "M".

      —Una "N" —-indicó Joe.

      —¿Me equivoco o el nombre es INVENCIBLE? —pregunto Madame Zosina.

      Tiene razón; lo ha sabido usted —comentó Joe.

      —Muy bien. Aquí está su talismán. ¿Es el próximo miércoles, o el jueves, cuando zarpa?

      —Creo que es el miércoles por la noche, Señora.

      —Entonces, el miércoles pensaré en usted para que su viaje lo realice felizmente.

      —Gracias, muchas gracias —dijo Joe.

      —Me aseguraré de que su novia piense en usted. Es importante que no lo olvide mientras está lejos.

      —-Le estoy muy agradecido —musitó Joe.

      Se escuchó el ruido de una silla al arrastrarse y Joe salió de detrás de la cortina.

      Entonces, Odella advirtió que un hombre con uniforme de soldado estaba de pie junto a ella.

      —¿Podría rogarle que me dejara pasar con la adivinadora antes que usted? Debo regresar al cuartel a las cuatro y no puedo llegar tarde.

      —Sí, por supuesto —accedió Odella—. No tengo prisa.

      —Gracias.

      El soldado desapareció tras la cortina.

      Odella escuchó a Madame Zosina hablarle de la misma forma suave que empleara con Joe. A la vez, logró obtener del militar la información de que partiría dos días después, usando los métodos que utilizara con Joe.

      Se enteró del nombre del barco y de los regimientos que zarparían con él. Lo hizo con tal habilidad, que Odella apenas podía creer que lo escuchaba.

      Sin que el soldado se diera cuenta, supo hacer que éste le dijera todo cuanto ella deseaba saber. Al percatarse con horror de lo que sucedía, Odella pensó que no podía ser verdad.

      Durante toda la guerra se había hablado de espías que se introducían en Inglaterra con los contrabandistas. Hombres y mujeres habían sido sobornados para comunicar cuanto informe le podía ser útil a Napoleón.

      Su padre comentaba con frecuencia que era peligroso charlar con extraños, por inocentes que pudieran parecer.

      —Como vivimos cerca Portsmouth —decía—, tenemos que ser más cuidadosos que los demás. Una palabra dicha al azar podría alertar al enemigo de que un barco zarpa y esperarlo para atacarlo en cuanto se hace a la mar.

      Sin embargo, jamás se le había ocurrido a Odella pensar que hombres que habían jurado guardar un secreto fueran manipulados por mujeres como Madame Zosina.

      Sus descuidos al hablar habían dado como resultado que sus barcos fueran hundidos y muchas vidas se perdieran. Oyó cómo Madame Zosina entregaba un talismán al soldado y le aseguraba que sus mágicos poderes lo mantendría a salvo.

      Odella sintió deseos de gritar que aquella mujer era una espía peligrosa.

      Mas comprendió que debía ser cuidadosa y discreta respecto a lo que había escuchado.

      Estaba segura de que si Madame Zosina advertía que alguien sospechaba de ella, desaparecería de inmediato. O haría algo que podría ser en extremo desagradable para cualquiera que la denunciara.

      Cuando el soldado reapareció, Odella indicó a Emily que entrara.

      —Pero, señorita Odella, es su turno —protestó Emily.

      —Me duele la cabeza —se justificó Odella—. Pasa tú. Si sigo sintiéndome mal, podré regresar otro día.

      —Oh, cuánto lo siento, señorita Odella.

      Sin embargo, la doncella pasó con rapidez hacia donde Madame Zosina esperaba.

      Al escuchar lo que le decía, Odella se dio cuenta de que era algo muy diferente a lo que oyera con anterioridad.

      A Emily se le prometió que un hombre alto y apuesto se enamoraría de ella antes de que terminara el año.

      Pero tendría que ser cuidadosa con otro hombre que era muy desagradable

Скачать книгу