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ángeles malvados

      Los expertos discuten todavía hoy acerca de la naturaleza de la culpa de aquel ángel que, cuando se volvió malvado, fue llamado diablo o Satanás.

      A lo largo del tiempo se han planteado cuatro hipótesis, surgidas también fuera de la autoridad eclesiástica, pero en cualquier caso con el ánimo de proporcionar un significado a los motivos que indujeron a un ser, bueno y próximo a Dios, a rebelarse contra su propio creador.

      Estas son las cuatro culpas posibles atribuidas a los ángeles:

      • lujuria;

      • desobediencia;

      • orgullo;

      • soberbia.

      La idea del pecado sexual como origen del mal proviene de un texto apócrifo del Antiguo Testamento y, en parte, del libro del Génesis, que toma algunos de sus elementos. El texto apócrifo se titula «Libro de los vigilantes», y está contenido en el Apocalipsis de Enoch, que data del siglo II a. de C.

      Y ocurrió, desde que aumentaron los hijos de los hombres, que en aquel tiempo nacieron chicas de bello aspecto. Los ángeles, hijos del cielo, las vieron y se enamoraron de ellas, y se dijeron: venid, escojamos mujeres hijas de los hombres y hagámosles hijos […]. Y cada uno escogió una, y se las llevaron a sus casas. Y se unieron con ellas y les enseñaron encantamientos y magias y les mostraron cómo cortar plantas y raíces. Y ellas quedaron embarazadas y dieron a luz gigantes, con una estatura de tres mil codos. Estos comieron todo el fruto del esfuerzo de los hombres hasta que los hombres ya no se pudieron sustentar. Entonces, los gigantes se giraron en su contra para comerse a los hombres. Y empezaron a pecar contra los pájaros, los animales, los reptiles, los peces, y a comerse entre ellos mismos su carne, y a beber su sangre. La tierra, entonces, acusó a los perversos. Y Azazel enseñó a los hombres a hacer espadas, cuchillos, escudos, corazas y les enseñó lo que, después de ellos y debido a su modo de obrar iba a ocurrir: brazaletes, adornos, a arreglarse las cejas, piedras, más de todas las piedras, preciosas y escogidas, todos los tintes y les mostró también el cambio del mundo. Y hubo muchas atrocidades y se fornicó mucho. Y cayeron en el error, y todos sus modos de vida se corrompieron. Amiziras instruyó a todos los encantadores y los cortadores de raíces. Amaros enseñó la solución de los encantamientos. Baraquiel instruyó a los astrólogos. Kokabiel enseñó todos los signos de los astros. Tamiel enseñó astrología y Asdariel enseñó el curso de la luna. Y, para la perdición de los hombres, los hombres gritaron y sus voces llegaron al cielo.

      De estas pocas partes del «Libro de los vigilantes» hemos podido constatar que el contacto entre los ángeles y los hijos de los hombres da lugar a dos tipos de pecado, el primero relativo a la unión con las mujeres de la Tierra, que generan gigantes, unos seres monstruosos; y el segundo que concierne a las enseñanzas atribuidas a los ángeles que bajaron del cielo:

      • encantamiento y magia;

      • corte de plantas y raíces;

      • producción de las armas;

      • uso de joyas, adornos y cosméticos;

      • astrología.

      Por lo que nos enseña este apócrifo, todo parece indicar que la difusión del mal en la Tierra tuvo su origen en la unión de los ángeles con mujeres, un contacto a través del cual una serie de conocimientos – que aquí se consideran negativos— pasaron a ser patrimonio de la humanidad.

      La hipótesis del pecado sexual como origen del mal está aceptada por muchos Padres de la Iglesia, por ejemplo Ambrosio, Ireneo de Lión, Clemente Alejandrino, Origen.

      La tesis de la soberbia se apoya en otro texto apócrifo: La vida de Adán y Eva. En este texto, el ángel se niega a realizar un acto de adoración hacia Adán, quien, al haber sido creado a imagen de Dios, merece ser venerado.

      Cabe destacar la singular analogía entre el episodio descrito en el apócrifo anterior y la caída de Iblis narrada en el Corán.

      En el texto sagrado de los musulmanes (Sura XV, 28–40), el ángel Iblis se niega también a adorar a Adán, y entonces se transforma en un yinn (ser de fuego ardiente):

      Y luego decimos a los Ángeles: en verdad, Nosotros crearemos el hombre amasando arcilla seca con agua. Y cuando le hayamos dado forma, le insuflaremos Nuestro Espíritu. Entonces, él tendrá vida y vosotros tendréis que prosternaros ante él.

      Todos los Ángeles obedecieron y se prosternaron, menos Iblis, que se negó a cumplir Nuestra Voluntad.

      Y Dios le preguntó: Iblis, ¿por qué no quieres prosternarte como los demás? Y él respondió: ¡Me niego a rendir homenaje a uno que Tú has creado de la arcilla, del vil fango!

      Y entonces Dios gritó: ¡Fuera de aquí, malvado! ¡Aléjate de Mí! ¡Mi Maldición será tu sino hasta el Día del Juicio!

      Iblis nos preguntó: Dios Mío, ya que me has alejado de Ti y empujado al Camino del Error, yo haré parecer Bien lo que es Mal a los hombres, y los arrastraré a este camino, salvo aquellos que crean en Ti y realicen buenas obras.

      Ildebardo de Mans, Pedro de Poitiers y otros Padres de la Iglesia vieron en el pecado del orgullo el origen de la caída de Lucifer.

      El ángel que se convirtió en Satanás tuvo la osadía de querer ser como Dios, o por lo menos de ser considerado superior a todas las demás criaturas.

      Según San Buenaventura (1217–1274), Lucifer era el ángel más bello de todos, y debido a su esplendor tuvo la pretensión de ser considerado dios de los otros ángeles. Estos, a su vez, habrían reconocido su superioridad, cegados por la posibilidad de llegar a ser, un día, parecidos a él.

      La desobediencia y la soberbia son los pecados originarios de Lucifer que han encontrado más consenso en el cristianismo. Es una opinión muy recurrente en todos los tratados demonológicos de todos los tiempos.

      Sustancialmente, como destacó Tomás de Aquino, un ángel se concedió el derecho de considerarse similar a Dios, e intentó obtener, sólo con la ayuda de las propias fuerzas, aquello que en realidad se podía tener mediante la gracia celeste.

      EL SIGNIFICADO DE LUCIFER

      Lucifer, del latín «portador de luz», es el nombre romano del planeta Venus o Estrella de la mañana. Lucifer, en la versión latina de la Biblia, se utiliza para traducir el término phosphoros de la versión griega. El término griego es la traducción del hebreo hêlel que encontramos en el Libro del profeta Isaías (14, 12).

      En la traducción judaica, Hêlel es un demonio que está al mando de los Nephilim, los gigantes que encontramos en el libro del Génesis (6, 1–4). Estos gigantes lo devoraron todo en la Tierra, y después quisieron comerse a los hombres. En la tradición apócrifa, los ángeles Gabriel, Miguel y Uriel salvaron a los hombres del suplicio, haciéndose intermediarios con Dios, que castigó a los Nephilim.

      El diablo como símbolo del mal

      Muchas veces el diablo y el mal se consideran sinónimos. Sin embargo, el mal tiene muchas caras. El hecho de que el mal cambie como cambian las costumbres, no ayuda a aclarar el misterio.

      El Antiguo Testamento recoge uno de los textos en los que el tema del mal se trata con gran atención.

      Es el conocido Libro de Job.

      El sufrimiento del inocente

      El Libro de Job es una obra fundamental de la literatura sapiencial de Israel, escrita por un autor anónimo entre los siglos III y V a. de C., en donde el tema del dolor inocente se trata con una fuerza lírica notable.

      El Libro se desarrolla en forma de diálogo poético, contenido entre un prólogo (capítulos 1–2) y un epílogo (capítulos 42, 7-17). El prólogo y el epílogo recuperan la tradición antigua del hombre honesto, bueno, religioso, rico y estimado, que cae en la desventura y se ve privado de sus hijos, de la salud y de sus bienes. Satanás está en el origen de sus males. Viendo la gran fe de Job, Satanás se

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