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división entre los distintos tipos de escritura, a pesar de que unos derivaban de otros. Por esta razón, los escribas demóticos empezaron a necesitar tablas de concordancia para transcribir sus textos en escritura hierática o jeroglífica.

      Sin embargo, la escritura siguió siendo principalmente un instrumento de la administración y el saber de una élite.

      Era una marca de pertenencia a la clase aristocrática y una característica masculina, puesto que pocas mujeres tenían acceso a ella.

      Durante el Imperio Medio, Menfis contaba con 1,5 millones de habitantes, pero sólo entre 5000 y 15 000 sabían leer y escribir.

      A partir del Primer Periodo Intermedio, los egipcios aprendieron a leer y a escribir en las escuelas. Este aprendizaje, relativamente breve, se iniciaba con la escritura jeroglífica y pasaba después a la escritura hierática, más difícil pero también más utilizada. Pocos escribas estaban realmente versados en el uso de la escritura jeroglífica, pues este conocimiento estaba reservado a un cuerpo de élite, a los dibujantes y a los sacerdotes.

      Debido a la simplicidad de sus intercambios, la economía egipcia no requería una gran administración y, por lo tanto, la clase literaria privilegiada no necesitaba ampliar sus rangos.

      La escritura fue, tanto en Egipto como en otros países, una fuerza estabilizadora que permitió fijar la tradición. También fue una herramienta de progreso que favoreció la transmisión de nuevas ideas.

      El complejo sistema de escritura jeroglífica

      La escritura jeroglífica apareció en Egipto hacia el año 3200 a. C., seguramente después de que surgiera la escritura cuneiforme. Aunque fue el resultado de una larga evolución, cuya existencia asegura el hallazgo de paleojeroglíficos o jeroglíficos arcaicos, el sistema surgió con rapidez sin que fuera posible identificar sus orígenes.

      Las consonantes sólo se percibían con la ayuda de unos signos, llamados fonogramas, que servían de apoyo a un sonido. El ideograma, por su parte, era un término completo que solía hacer referencia al ser u objeto representado por el signo. Todo fonograma podía ser utilizado como ideograma. Para ello, bastaba con acompañarlo de un trazo vertical que indicara que se trataba del ser u objeto representado. Sin embargo, también podía tener otros significados, como el conjunto del objeto representado o la herramienta necesaria para la acción.

      Cuando un signo se utilizaba como fonograma, podía unirse a otros signos para expresar un valor fónico complejo o crear nuevas palabras. La escritura jeroglífica permitía expresar nociones que no hacían referencia a objetos reales y desarrollar pensamientos abstractos.

      El alfabeto egipcio seguía un orden propio que era necesario conocer para poder trabajar con él. Resulta prácticamente imposible traducir un texto directamente, salvo por las fórmulas redundantes, puesto que la escritura jeroglífica carecía de puntuación y no separaba las palabras.

      Los signos jeroglíficos se podían escribir de derecha a izquierda o de izquierda a derecha, y también de arriba abajo (poco habitual) o de abajo arriba. En cambio, las escrituras cursiva, hierática y demótica siempre se escribían de derecha a izquierda, como el árabe, o en columnas que iban de arriba abajo.

      La escritura jeroglífica buscaba una disposición armoniosa de los signos. Estos debían agruparse en cuadros imaginarios, divididos en mitades y cuartos. Los escribas, impulsados por el miedo al vacío que también sentían los pintores y escultores, intentaban ocupar el espacio de escritura de la mejor forma posible. La búsqueda de armonía se convirtió en una obligación que les incitaba a colocar ciertos signos antes de aquellos que deberían precederlos de forma lógica o detrás de aquellos que deberían ir detrás, con el único fin de obtener una disposición armoniosa. Esta manipulación se realizaba en detrimento del buen sentido y no facilitaba en absoluto la lectura.

      La escritura jeroglífica también presentaba un fenómeno de prelación que hacía que un grupo de signos pasara por delante de otro simplemente porque expresara una noción importante, como dios o faraón. Además, si aparecían dos consonantes similares seguidas, sólo se escribía una, aunque cada una de ellas formara parte de una palabra distinta.

      La lengua egipcia sólo conocía dos géneros, el masculino y el femenino; el neutro no existía.

      Los verbos no se conjugaban, pero los pronombres sí que se declinaban. En egipcio medio, la noción de tiempo solía indicarse a través del contexto o el uso de una desinencia.

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