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(Valencia, 2007). Y no se puede olvidar su edición facsímil, acompañada de una traducción al catalán y de un amplio estudio introductorio, de las obras astronómicas del mallorquín Vicenç Mut i Armengol, el mejor astrónomo observacional de la España del siglo XVII: Vicenç Mut i Armengol (1614-1687), i l’astronomia (Mallorca, 2009). A todo ello se ha unido una larga carrera docente en el campo de la historia de la ciencia que ha dado sus frutos en la dirección de un número apreciable de tesis doctorales, algunas de las cuales complementan en puntos específicos momentos importantes de la actividad científica en la España moderna, como el libro de Victòria Rosselló Botey, Tradició i canvi científic en l’astronomia españyola del segle XVII (Madrid-Valencia, 2000).

      En medio de toda esta actividad destaca, no obstante, el trabajo prolongado e incansable sobre la obra inédita de Jerónimo Muñoz. Además de seguir las huellas y localizar el legado manuscrito de Muñoz, Navarro Brotóns ha llevado a cabo (en colaboración con otros estudiosos valencianos) la publicación de algunas de estas obras manuscritas. Especialmente importante es la edición bilingüe (original latino y traducción castellana) del Comentario de Muñoz al segundo libro de la Historia Natural de Plinio, el libro cosmológico-astronómico del autor latino que fue objeto de renovadas ediciones y comentarios a lo largo del siglo XVI, por autores tanto reformados como católicos que vieron en su acercamiento estoico a la cosmología una alternativa al aristotelismo, por ejemplo en la concepción de un cielo fluido de aire frente a la doctrina aristotélica de las esferas celestes sólidas y la rígida jerarquía entre el éter celeste y el mundo sublunar. Me refiero a la obra, en colaboración con Enrique Rodríguez Galdeano, Matemáticas, cosmología y humanismo en la España del siglo XVI. Los «Comentarios al segundo libro de la Historia Natural de Plinio» de Jerónimo Muñoz (Valencia, 1998). A este importante trabajo, que constituye –entre otros muchos puntos de interés que el lector encontrará presentados en este libro– una excelente aportación a los estudios sobre el debate en torno a la eliminación de las esferas celestes en la Europa de la segunda mitad del siglo XVI, hay que añadir la rica edición bilingüe de otra obra de Muñoz, en este caso una introducción asociada a su enseñanza universitaria: Jerónimo Muñoz, Introducción a la Astronomía y Geografía (Valencia, 2004). Con la colaboración de Vicente Salavert, Arsenio Pastor y Encarna Pastor, Navarro Brotóns editó el original latino a partir de los manuscritos en la Biblioteca Vaticana y la Bayerische Staatsbibliothek de Múnich, y la traducción castellana de los Seis Libros de Instituciones Astrológicas y Geográficas, además de la Descripción del Reino de Valencia.

      Por todo ello nadie estaba más capacitado que el profesor Navarro Brotóns para realizar el necesario trabajo que aquí se presenta al lector: una monografía sobre la vida y obra de Jerónimo Muñoz en el contexto intelectual de la España y la Europa del momento. Apoyándose en su sólido y profundo conocimiento de la cultura científica europea y de la biografía y obras de Muñoz, Navarro Brotóns ha elaborado una presentación nueva, unitaria y completamente actualizada de la vida y obra de quien ha sido calificado, con justicia, como el más importante astrónomo y matemático del siglo XVI español, profesor en las universidades de Valencia y Salamanca –en esta última fue muy probablemente profesor de Juan Cedillo Díaz, que iba a ser cosmógrafo de Indias y catedrático en la Academia de Matemáticas de Madrid entre 1611 y 1625, así como traductor al castellano del De revolutionibus de Copérnico: una traducción manuscrita de los tres primeros libros en la que Cedillo se declara no solo copernicano confeso, sino además partidario de un cielo fluido, sin esferas, como Muñoz–.

      La presente biografía pone además de manifiesto la pertenencia de Muñoz –al igual que su admirado Regiomontanus– a la tradición renacentista de «humanismo matemático», entregada a la recuperación del legado matemático de la Antigua Grecia mediante traducciones a la lengua latina y comentarios, tradición a la que Muñoz contribuyó –además de con su comentario al libro segundo de Plinio– con sus Comentarios a la Óptica de Euclides, sus Anotaciones al Comentario de Proclo al libro primero de Euclides y muy especialmente con su traducción manuscrita del Comentario de Teón de Alejandría al Almagesto de Ptolomeo. Esta última es ciertamente comparable a la Defensio Theonis de Regiomontanus, obra realizada en el siglo anterior en polémica contra el abuso que Teón había recibido del traductor del Almagesto Jorge Trapezuntius (mientras la larga extensión de la traducción y comentario de Muñoz impidió su publicación, el manuscrito de Regiomontanus, también inédito, ha encontrado en nuestros días una reproducción facsímil acompañada de transcripción diplomática a cargo de Michael Shank, accesible online (<http://regio.dartmouth.edu>). De todo ello da cuenta este hermoso e instructivo libro que, además de proporcionar una completa reconstrucción del itinerario intelectual de Muñoz, facilita, por la contextualización que de ese itinerario se lleva a cabo, una amplia reconstrucción del estado y de las transformaciones de las disciplinas matemáticas en España y en Europa, especialmente de las matemáticas aplicadas (‘scientiae mediae’ o ‘mathematicae mixtae’ en la terminología de la época) y de la astronomía como una de ellas.

      Mencionaremos finalmente un problema interesante que el profesor Navarro Brotóns señala, pero cuya solución (si fuera posible) asigna a especialistas en ese otro tipo de estudios: en qué medida el profundo conocimiento de Muñoz de la lengua hebrea –raro en la España del momento fuera de los estudios teológicos– podía ser indicativo de un origen converso. Y por nuestra parte nos permitimos añadir otro, que el profesor Navarro Brotóns ciertamente menciona ya en su libro Diciplinas, saberes y prácticas (p. 254): la posible vinculación de Muñoz –seguramente a través de Benito Arias Montano o Fadrique Furió Ceriol, aunque quizá la profunda dimensión religiosa de esa conexión le era desconocida– con miembros de la secta Familia del Amor (Familia Charitatis), radicada en Amberes y de la que era miembro el famoso impresor Plantino, el editor de la Biblia Políglota de Amberes, o con personajes cercanos a ella. Es el caso de Abraham Ortelius, el geógrafo y cartógrafo que se sirvió del mapa del reino de Valencia de Muñoz, o del traductor al francés de su Libro del nuevo cometa: Guy Lefèvre de la Boderie, el colaborador en la Biblia de Amberes y discípulo de Guillaume Postel.

      MIGUEL Á. GRANADA

       Universitat de Barcelona

      Prefacio

      Jerónimo Muñoz es sin duda uno de los científicos y humanistas más destacados de la historia valenciana. Si el siglo XV fue la Edad de Oro de la literatura valenciana, con personalidades como Joan Rois de Corella, Ausiàs March, Joanot Martorell o Jaume Roig, puede decirse también que el siglo XVI lo fue de la medicina, el humanismo y la ciencia, con autores como los médicos Gaspar Torrella, Pere Pintor, Pere Jaume Esteve, Pere Jimeno, Lluís Collado, Miquel Jeroni Ledesma, Joan Plaza, Jaume Honorat Pomar y Llorenç Coçar, entre otros, a los que habría que sumar filósofos y lógicos como Joan de Salaya, divulgadores como Jeroni Cortés y tratadistas de álgebra como Marc Aurel, por no mencionar a los que desarrollaron sus actividades fuera de Valencia, entre los que destaca, por supuesto, en el campo del humanismo, Lluís Vives; pero también habría que mencionar a los ingenieros de la familia Escrivà, y a filósofos como Benet Perera. En el campo de las matemáticas, la figura más relevante fue sin duda Jeroni o Jerónimo Muñoz.

      Muñoz cultivó casi todas las ramas de las disciplinas matemáticas: aritmética, geometría, trigonometría, óptica y astronomía y sus aplicaciones, a saber, cartografía y geografía, náutica, topografía y astrología. Sabemos que también se interesó por la balística, realizando experiencias de tiro en Salamanca. Por otra parte, tenía un gran dominio del griego y del hebreo y una excelente formación literaria y filosófica, por lo que su perfil como matemático se corresponde bien con los científicos-técnicos-humanistas del periodo renacentista. Su obra y actividades se sitúan en los albores de la llamada Revolución Científica, un proceso que estableció las bases de la ciencia moderna. En este proceso, el período del Renacimiento cultural y científico europeo al que pertenece Muñoz tiene como mínimo un estatus ambiguo. Por una parte, muchos de los aspectos de la actividad que podemos calificar, retrospectivamente,

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