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tienen una familia unida, otras tienen una hermosa familia pero con problemas económicos. Hay quienes sufren en sus relaciones personales o tienen alguna enfermedad difícil. En la vida real, Candy podría estar divorciada, podría ser responsable de mantener y educar a sus dos hijos sin la ayuda de su expareja, que se desentendió de ellos; podría ser una diseñadora de modas recién egresada que no encuentra trabajo por su falta de experiencia y aunque tenga modelos creativos y diseños geniales no es tenida en cuenta para ningún empleo. Cualquiera de nosotras podría ser “Candy”, pero sin los lujos y sin una casa impecable, viviendo la vida real en un departamento de cuarenta metros cuadrados, sin patio, sin jardín y con una renta mensual que pagar. Tal vez podríamos estar casadas, pero enfrentando problemas constantes con un esposo malhumorado que se queja por los gastos y lo cara que se ha vuelto la vida. Todas podríamos ser “Candy” en diversas situaciones no ideales, no de cuento de hadas, sin ser populares sino más bien imperceptibles para más del 99% de la población en nuestra ciudad. Podríamos vivir día tras día en penurias, conflictos familiares, problemas en la iglesia y en nuestros trabajos.

      La vida real, mi querida lectora, está llena de estas situaciones. Cuando tienes algo, es probable que carezcas de otra cosa. Últimamente, cuando prendo la televisión y veo las noticias, es muy triste ver casos de gente que intenta suicidarse. Algunos lo logran, otros son alcanzados por los cuerpos de emergencia que van a su rescate. Muchas veces se trata de personas que aparentemente no tendrían por qué hacerlo, personas jóvenes en la mayoría de los casos, con un aspecto saludable, con familia, con amigos.

      Cada persona está inmersa en sus propias luchas, y eso es parte de la vida no solo de los que somos cristianos sino de todos. La diferencia es que los que hemos creído en Cristo Jesús como nuestro Señor y Salvador tenemos esperanza. Sí, es posible que estemos tristes en algún punto de nuestra vida, quizá sintamos que ya no podemos seguir, que no hay un propósito específico en nuestro caso. Pero el simple hecho de estar vivos debería ser un motivo de asombro y gratitud. Además, debemos ser conscientes de que todos en algún punto de su paso por esta tierra se han sentido solos, abandonados, traicionados, vacíos, tristes o abatidos. Lo primero que debemos hacer en esas situaciones es aceptar que nos sentimos mal, no debemos juzgarnos ni ser tan duros con nosotros mismos.

      En aquellos días, cuando fui “Candy” (una de sus múltiples posibilidades), con un dolor que nadie aparte del Señor y mi esposo podía ver, cuando la depresión estaba en su máxima expresión, me sentía mal conmigo misma. ¿Por qué soy tan débil? ¿Por qué no puedo salir y estar feliz? ¿Por qué no puedo estar contenta como todos los demás? ¿Por qué siento como si nunca fuera suficiente para los demás? ¿Cuánto tiempo tomará resolver todos los problemas?

      En una de mis crisis más difíciles, cuando no podía parar de llorar y me costaba respirar, mi esposo me puso una canción del grupo We Are Messengers que se llama “Maybe It’s Ok”. Quiero aclarar que no soy experta en inglés, pero en ese momento sentía que la música reflejaba la lucha interna que yo estaba experimentando. Al ver la traducción, me identifiqué con la canción. Mi esposo fue en ese momento como un ángel que llegó a mi rescate. Me dijo que a veces sentirnos mal, sentirnos tristes, está bien; somos seres humanos, la tristeza puede llegar, pero debemos recurrir al Señor para recibir Su consolación.

Maybe it’s okay if I’m not okay Tal vez está bien si no estoy bien
‘Cause the One who holds the world is holding onto me Porque Aquel que sostiene el mundo me sostiene a mí
Maybe it’s all right if I’m not all right Tal vez está bien si no estoy bien
‘Cause the One who holds the stars is holding my whole life Porque Aquel que sostiene las estrellas sostiene mi vida entera

      Debemos reconocer nuestras debilidades, admitir nuestras flaquezas y aceptar que necesitamos del Señor en cada respiro, en cada momento, que nuestra fuerza viene de Dios y solamente de Él. Necesitamos entender que aun la tristeza puede ser de beneficio al llevarnos a tener una relación más profunda con nuestro amado Señor, a depender de Él y confiar en Él. Si estás pasando por una temporada de dolor, mi querida lectora, déjame decirte que en estos momentos es cuando más vemos Su fidelidad, cuando experimentamos Su rescate y Su consuelo. Aunque quizá sintamos que esto no acaba, cuando salga el sol podremos levantarnos con la convicción de que Él siempre estuvo, está y estará a nuestro lado.

      Aunque ande en valle de sombra de muerte,

      No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo;

      Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.

      (Salmos 23:4)

      Te ves al espejo y solo piensas en tus errores, las cosas que no te gustan, los fracasos de tu vida. Es muy fácil culparse y ser duro con uno mismo, como si todo lo malo que hubiéramos vivido fuera por causa nuestra.

      Luchamos contra nosotras mismas en parte porque nuestros pensamientos no concuerdan con la realidad. Para empezar, Dios ha perdonado todas nuestras fallas (pasadas, presentes y futuras); somos Sus hijas y eso no va a cambiar. Además, los pensamientos afectan nuestras acciones, emociones y sentimientos. Cuando albergamos solamente pensamientos negativos, estos se verán reflejados en nuestras actitudes, conversaciones y relaciones. Es probable que al sumirnos en este tipo de pensamientos otras personas resulten afectadas. Por el contrario, si nosotras estamos bien, podemos entonces brindar apoyo a otros.

      Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.

      (Filipenses 4:8).

      Este versículo nos enseña que nuestros pensamientos deben estar en un sitio seguro, en todo lo bueno, lo honesto, lo puro. Debemos traer a nuestra mente cosas que edifiquen, aquello que hemos hecho bien, proyectos que podemos emprender, formas en que podemos servir a otros. Una de las cosas que a mí me han ayudado es escuchar himnos y música que glorifique a Dios. Eso ha hecho posible que en los tiempos difíciles yo recuerde la letra de aquellas canciones y alabanzas que traen a mi memoria la fidelidad, la bondad, la protección y la ayuda de Dios.

      Si nos enfocamos solamente en nuestras fallas y errores, a pesar de que Dios ya nos ha perdonado, no podremos avanzar. Nos dejamos engañar por el diablo, y pensamos que las cosas del pasado continúan presentes. Sin embargo, si hemos recurrido al perdón de Dios y hemos entregado a Él todo aquello que nos ha estorbado antes, debemos dejarlo atrás y seguir adelante. Cada día trae su afán, y cargar los problemas del pasado no hará más fácil enfrentar las adversidades del presente.

      Por otro lado, algo que también puede ocupar muchos de nuestros pensamientos es la percepción de nuestra apariencia física. Si en esos momentos de tristeza te miras al espejo y solo ves un cuerpo demacrado, con arrugas e imperfecciones, y no te consideras hermosa, déjame decirte, mi querida hermana en la fe, que Dios te ama, eres especial para Él, eres creación Suya. Dios en Su soberanía y amor nos ha hecho a cada una de nosotras diferentes. Dios eligió el color de tus ojos, tu nariz, el color de tu piel, los lunares o pecas que tienes de nacimiento, el color de tu cabello.

      El mundo tiene estándares de belleza, pero esos estándares son diferentes a la forma de ser que el Señor quiere para Sus hijas. A Él no le impresiona lo delgada o escultural que puedas ser. Él desea que Sus hijas sean obedientes a Sus mandamientos. En la primera carta a Timoteo, Pablo expresa: “Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad” (1 Timoteo 2:9-10). Para el Señor, la piedad es más valiosa que nuestros esfuerzos por ser modelos de pasarela o nuestros intentos de vestir como una de ellas. De hecho, en lo que respecta a nuestra apariencia

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