Аннотация

Este libro tuvo su germen histórico en 1985, y verá el lector cómo se va desplegando el pensamiento de Silvia Bleichmar a lo largo del curso que dictó a un grupo de profesionales, a pedido de Unicef, en ocasión del terremoto de México acontecido aquel año.

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En este tomo de la colección Perfiles, Noveduc rinde homenaje a Silvia Bleichmar, psicóloga y doctora en psicoanálisis, una mujer absolutamente comprometida con la sociedad desde la política y desde su profesión.
En los textos que se incluyen, la autora no se limita a exponer teorías propias o ajenas: sus planteos están encarnados; parten de sólidos marcos conceptuales, de profundas reflexiones personales y se despliegan a través de observaciones surgidas de su experiencia. Todo lo que acontece a su alrededor es objeto de su interés y material de análisis; para dar ejemplos, recurre tanto a hechos de la coyuntura económica, social y política como a la narración de anécdotas familiares o a casos de pacientes. Sabe compartirlas, además, con humor y sutil ironía, en lenguaje accesible y, a la vez, rico y expresivo.
Hay algo muy cálido en su forma de comunicar, porque le interesa llegar a su interlocutor que, de este modo, se siente un par, un compañero de camino. Y esto, en sí mismo, conforma una ética, un modo de pararse en el mundo, no solo en la profesión.

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"Los argentinos deberemos, como los delfines, recuperar la capacidad de vivir, sabiendo que, por mucho tiempo, no podremos dejar de tener un hemisferio cerebral despierto que nos sostenga, que nos permita entregarnos a la alegría de recomenzar el camino de un futuro sin por ello ceder nuestra responsabilidad y el compromiso que nos cabe. Alertas a los riesgos externos e internos que nos acosan, podemos permitirnos, luego de tanto dolor, el entusiasmo de compartir el sueño que constituye el trasfondo de un proyecto que nos permita volver al país que queremos". En marzo de 2002, Silvia Bleichmar publicó Dolor País, resultado de su preocupación por la incidencia de la realidad económica sobre el psiquismo, del saqueo sufrido por el país a manos de sus corporaciones (la financiera y la política), la depredación, que dejó a sus habitantes en estado inerme, melancolizados por su propia impotencia o desesperanzados por la ausencia de respuestas de la clase política a sus reclamos. El libro fue presentado al público, en medio de un calor sofocante, lo que no impidió que 500 personas escucharan cómo quienes lo presentaron recorrían las páginas de un libro más intenso que extenso cuya virtud era retratar, interrogar y desmenuzar las causas de la crisis y analizar los distintos componentes psicológicos y éticos de la sociedad, pequeño volumen que se transformaría en emblema de la resistencia. Silvia Bleichmar terminó de escribir Dolor país y después… en julio de 2007, quince días antes de morir. El lector encontrará en sus páginas el libro que la autora quiso publicar con el título que ella misma eligió. Incluye, en la primera parte, los capítulos de Dolor País y en la segunda, sus reflexiones posteriores a 2001, en las que transmite su compromiso con la transformación, su empuje, su esperanza siempre renovada y su fe en la lucha por un futuro mejor.

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Siglo XXI. La violencia social es un fenómeno cotidiano, ya se ha naturalizado, ya no sorprende. La violencia escolar es noticia diaria en los medios de comunicación. ¿Es ella un reflejo de la violencia social? Silvia Bleichmar abordó en sus escritos, en sus conferencias, en sus reportajes, con su profunda implicación y su acostumbrada lucidez, estos temas. Planteaba en ellos que las formas actuales de la violencia dan cuenta de procesos muy severos de desubjetivación en el país, y de procesos profundos de impunidad y resentimiento acumulados. Propone un cambio en el orden del día de las agendas de los funcionarios de los distintos estamentos del Estado: en lugar de poner el acento en la seguridad, ponerlo en la impunidad. Silvia Bleichmar señalaba: «Hay que terminar con el mito de que la violencia es producto de la pobreza. La violencia es producto de dos cosas: por un lado, el resentimiento por las promesas incumplidas y por el otro, la falta de perspectiva de futuro… Que educar no sea una propuesta idealista de hacer todos un pacto de llevarnos bien y entendernos, sino de entender los nexos profundos que hay entre una cultura que durante años propuso el 'no te metás' mientras se asesinaba al semejante. Y que se continuó después en un individualismo de 'salvarse solo, a costa de lo que sea' convertido en un principio de vida y una cultura como forma de picardía que se convirtió en modelo de ejercicio social. Creo que nosotros tenemos que partir de reconocer el país que construimos o que desconstruimos para poder educar a los jóvenes en el país que queremos construir».