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De la vasta producción de Plinio el Viejo solo ha llegado a nosotros la Historia Natural, en treinta y siete libros, sin duda la enciclopedia antigua más amplia y erudita que conocemos. Esta obra es tanto natural como cultural: contempla el mundo, ante y sobre todo, como el escenario de la vida y actividad humana y, movida por esa concepción, pone en primer plano todo cuanto el hombre ha sido capaz de hacer con la naturaleza. La quinta entrega de esta vasta obra editada por Gredos incluye los libros XVII-XIX, que concluyen la amplia sección dedicada a las plantas, iniciada en los libros XII-XVI, y un amplísimo y detallado triple índice en el que se recogen los nombres propios de persona y de lugar, y los términos botánicos. Como en los anteriores volúmenes de Historia Natural, la traducción, notas e índices de la obra corren a cargo de un equipo de especialistas coordinados por Ana M.ª Moure Casas, Catedrática de la Universidad Complutense.

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Por su amor a la naturaleza, Plinio conecta fácilmente con la sensibilidad del lector actual. Los libros XII-XVI de la Historia natural tratan de botánica –que, junto con la zoología del volumen anterior, constituye el verdadero núcleo de toda la obra–. Plinio orienta su tratamiento hacia la medicina y los remedios salutíferos, como es propio de la tendencia práctica dominante en las producciones científicas de los romanos. Además, a Plinio le interesa destacar en qué momento se introduce el cultivo de los árboles en Roma, especialmente el de los frutales; cuándo comienzan a llegar productos de lujo importados de tierras lejanas, como el azúcar o la pimienta; cuál es la utilidad de los árboles en la alimentación o en diferentes industrias, desde la perfumería hasta la elaboración del papiro para la escritura, y qué función institucional desempeñan en la vida social, política y religiosa de Roma. El punto de vista que adopta Plinio es el del naturalista capaz de citar todas las variedades conocidas de cada especie, pero también el de un espíritu inquieto atento a subrayar todos los detalles culturales, históricos e incluso fabulosos que acompañan la llegada del árbol a Roma.

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Plinio sigue dando muestras de su curiosidad insaciable. Si bien en estos libros de zoología comete algunos errores y no logra componer un estudio naturalista serio, transmite gran cantidad de conocimientos curiosos e interesantes sobre el estado de la ciencia en su tiempo. Este volumen comprende los libros VII-XI, dedicados a antropología y zoología. El libro VII trata del hombre como especie (su fragilidad ante la naturaleza, generación, fisiología, curiosidades y monstruosidades, cualidades extraordinarias, etc.). En el libro VIII el tema central son los animales terrestres; en el IX, los acuáticos; en el X, las aves, y en el XI, los insectos. Es en estos libros de zoología donde se ve más claramente que, a pesar del título de la obra, Plinio no es un verdadero naturalista en el sentido moderno de la palabra, pues no hace una descripción fisiológica o anatómica exhaustiva de los animales, sino que se interesa más por la noticia curiosa, por las anécdotas en las que intervienen animales. Se trata, en cualquier caso, de una obra única por la información que ofrece sobre determinados aspectos de la vida cotidiana en Roma.

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En los últimos confines del imperio aparecen rasgos de una especie de geografía fantástica, que fue muy incitante para descubridores y viajeros de la edad moderna (Marco Polo, Colón). Plinio el Viejo prosigue en los libros de este volumen el estudio de la Geografía que ha iniciado en el libro II, con un paseo por la inmensidad del Imperio. En los libros III y IV describe el Mediterráneo occidental y oriental: Hispania, la Galia, Italia, Grecia y Asia Menor. En el V, el África entonces conocida –muy especialmente el Nilo–, Oriente Medio y Turquía. En el VI, Asia y lo que quedaba del gran imperio de Alejandro. Para el lector español el libro III posee un interés especial. Plinio cita pocas ciudades de la Península y, en cambio, menciona muchos nombres de pueblos y de tribus, pues en Roma era muy útil conocer los pueblos tributarios y Plinio estaba al corriente de esos datos por su pertenencia a la administración. El estilo alcanza sus mejores momentos con la descripción de los ríos. En los últimos confines del imperio, a los que Plinio dedica buena parte de los libros V y VI, aparecen rasgos de una especie de geografía fantástica, que fue muy incitante para descubridores y viajeros de la edad moderna (Marco Polo, Colón), y así habla de sociedades utópicas, que no conocen el dinero, ni practican el sexo, pueblos cuya ubicación es tan poco clara para Plinio que pueden encontrarse desde el Norte de Europa a los límites del Caspio, como el caso de los sármatas. Es la geografía universal, o sea, una geografía del imperio romano.

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