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artísticas: Con el propósito de aglutinar y catalizar todos los lenguajes artísticos como la música, la plástica o la danza.

      Entre las razones que justifican la presencia del teatro y la dramatización en el currículo escolar español, según Motos y Navarro (2003), destacan que estas prácticas en general permiten:

      •Reconocer e incluir el cuerpo en el proceso de enseñanza aprendizaje, ya que «el aprendizaje teatral tiene presente al individuo completo, trabaja con su cuerpo, su mente, sus emociones».

      •Contribuir al desarrollo de una persona más sensible y receptiva, ya que «despertar los sentidos y afinar la percepción es una de las bases del aprendizaje teatral».

      •Favorecer la concentración y la atención, ya que las técnicas teatrales «ayudan a sensibilizar a la persona en estos dos aspectos del conocimiento de la realidad».

      •Desarrollar destrezas comunicativas orales, debido a que «las técnicas de aprendizaje teatral tienden a desarrollar las destrezas para capacitar al alumnado a que den forma a los mensajes, de manera que puedan llegar más fácilmente al receptor».

      •Desarrollar, entrenar y controlar las emociones, debido a que «en las actividades de dramatización se pone en práctica la exploración consciente de sentimientos y estados de ánimo».

      •Promover el trabajo en equipo y la interacción social, debido a que «en una representación lo que haga uno de los participantes va a influir en la actuación de los demás, cualquier modificación que introduzca uno de ellos a lo previamente planificado induce la respuesta no prevista de los otros. La cohesión grupal y el sentido de pertenencia al grupo es otra característica esencial de las técnicas teatrales».

      •Resolver conflictos humanos, producto de que «el contenido del teatro gira siempre alrededor de problemas, asuntos y temas relacionados con la comprensión de la conducta humana y de las relaciones interpersonales».

      •Desarrollar la expresión oral y corporal, producto de que «las técnicas dramáticas pretenden que el sujeto exprese todo tipo de situaciones, sentimientos, emociones mediante el control respiratorio, el uso adecuado de los sonidos y la voz articulada. Pero el desarrollo de la expresión oral de una forma orgánica implica también la expresión corporal».

      Según Eines y Mantovani (2013) en todas las instancias mencionadas, el teatro comporta variados beneficios: permite a los/las niños y jóvenes implicarse y participar activamente; colabora en el desarrollo integral de la infancia; es una actividad placentera, espontánea, voluntaria y promueve la creatividad. También se enmarca en una visión diferente de la escuela y de la educación más acorde con las necesidades actuales y las exigencias de una sociedad que requiere individuos más creativos e innovadores.

      Los autores agregan que «una gran cantidad de prácticas teatrales realizadas con niños y jóvenes, en horario escolar o extraescolar, han venido a demostrar que a través de la dramatización estos pueden internarse en el mundo para explorarlo, conocerlo y transformarlo y que esta investigación al mismo tiempo les ayuda a formar su personalidad. Mientras juegan, viven; mientras viven, aprenden, y mientras aprenden, crecen equilibrados en lo emocional, lo afectivo y lo social». Así, entre las distintas estrategias teatrales que se pueden incluir como recurso didáctico en la sala de clase encontramos: juegos de expresión, juegos dramáticos, juegos de representación, puestas en escena, lectura de obras dramáticas, asistencia a espectáculos teatrales, entre otros.

      Núñez y Navarro (2007) definen el teatro como una actividad social, personal y comunicacional que requiere de la participación física, psicológica y emocional de quienes lo practican, vinculado estrechamente al aprendizaje creativo. Onieva (2011), agrega que «la dramatización como recurso pedagógico posee características muy similares a las que se desarrollan tanto con el constructivismo, el aprendizaje activo o el aprendizaje por descubrimiento».

      Para Robles y Civila (2004) el teatro es el escenario perfecto para una pedagogía alternativa, ya que representa una metodología participativa y democrática que fomenta la cooperación, el trabajo en grupo y estimula la reflexión sobre las distintas actividades. Esto lo convierte en un vehículo para transmitir valores de tolerancia, respeto, solidaridad, crítica y denuncia.

      Una de las formas más reconocibles del teatro en la educación es el juego, el que se puede definir como: «el modo que tiene el niño de pensar, probar, relajarse, trabajar, recordar, competir, investigar, crear, ensimismarse» (Slade, 1978 en Núñez y Navarro, 2007). El juego, como manifestación espontánea y natural de la edad infantil, va evolucionando desde lo que se puede considerar un proceso lúdico a un proceso artístico, pasando por etapas claramente definidas: juego simbólico, juego dramático, representación de papeles y teatro (Motos y Navarro, 2003). Onieva (2011) resume en la Tabla 2 cómo diversos autores han llegado a establecer una relación directa entre las distintas actividades dramáticas y las edades de sus participantes.

      De esta manera, el arte dramático ha obtenido una mayor presencia y visibilidad en los planes de estudio a partir de los cambios generados por el paradigma constructivista, el surgimiento de nuevos modelos de aprendizaje y el establecimiento de la creatividad y la innovación como objetivos principales de la enseñanza del futuro. En este sentido, señala Baldwin (2014), el teatro ha constituido desde sus inicios una estrategia de aprendizaje creativa, por lo que está presente en una gran variedad de asignaturas, no solo en lengua: «en clase de arte dramático se emplean una serie de estrategias que ofrecen acceso a una variedad de estilos educativos preferidos. Las actividades se basan en los intereses de los alumnos, son multisensoriales, experimentales y van alternando trabajo individual, en grupo o con toda la clase». Así, el informe titulado All Our Futures: Creativity, Culture and Education realizado en Inglaterra concluye que: «el arte dramático está en la cima del aprendizaje motivante» (NACCCE, 1999 en Baldwin, 2014). El teatro ha cobrado fuerza, además, gracias a los estudios del cerebro y los recientes avances de la neurociencia.

      Tabla 2. Actividades dramáticas y etapas del juego

      Onieva (2011) describe las diferentes aplicaciones que tiene la dramatización como recurso educativo en Lengua y Literatura, Segundas Lenguas, Matemáticas, Historia, Ciencias y Educación Especial. En el caso de Lengua y Literatura el aporte de la dramatización es que puede ser utilizado «como una estrategia didáctica para la realización de comentarios de textos, debates, análisis lingüísticos y otros proyectos», mientras que en el caso de la enseñanza de Segundas Lenguas se ejercita de una forma más natural y espontánea «la expresión oral, (esencialmente la entonación), se aprenden a usar correctamente las estructuras gramaticales, se asimilan mejor los conceptos así como los contenidos conceptuales y procedimentales». En el caso de Matemática, la dramatización y más específicamente la escenificación de conceptos matemáticos, puede constituir una manera lúdica eficaz de romper con la falta de motivación por esta asignatura y acercar a los alumnos a símbolos abstractos más complejos. Respecto a las asignaturas de Ciencias Naturales e Historia, resulta interesante el uso del teatro como forma para tratar de manera más real las circunstancias históricas, culturales, económicas, sociales y políticas de una comunidad, recreando situaciones del pasado o caracterizando personajes históricos por medio de la experimentación. Finalmente, entre las aplicaciones en Educación especial o terapéutica las posibilidades son muchas, siendo su principal objetivo fomentar «la autoexpresión, la adquisición de nuevas formas de comunicación, el conocimiento de sí mismos y la construcción de su propia identidad, todo ello en un ambiente lúdico, de diversión, pero ordenado y seguro (Morris, 2001 en Onieva, 2011).

      Pese a lo anterior, Baldwin (2014), indica que, aunque el arte dramático aplicado a la educación favorece que el niño viva «una experiencia activa, interactiva y reflexiva, compartida y creativa», este ha sido permanentemente relegado del sistema educativo. Ejemplifica con lo ocurrido en el mundo británico, donde las artes escénicas no son consideradas en el currículo de 1990, a diferencia de las nuevas asignaturas de Música y Artes Plásticas. En las posteriores revisiones del currículum, se incluyó el teatro como parte del diálogo

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