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de veinte personas), en el 20 % de quienes sacrifican a los animales (tres de quince personas) y en el 5 % de los comerciantes de hortalizas (una de veinte personas). Para la comparación, ningún testeo de los sueros de control —sesenta pacientes ingresados en un hospital de Guangdong por enfermedades no respiratorias— dio positivo.

      Además de estas pruebas, los investigadores secuenciaron completamente dos de los virus que aislaron de las muestras nasales de las civetas y encontraron, en relación con el virus humano, una homología del 99,8 %. Además, los virus del perro mapache y de las civetas resultaron ser “genéticamente casi idénticos”, y no podría “excluirse la transmisión o contaminación de un hospedero a otro dentro del mercado” (Guan et al., 2003, p. 278). Finalmente, los análisis filogenéticos de los virus humanos y animales les permitieron a los investigadores suponer que el salto del virus entre las especies ocurrió de los animales a los seres humanos y no de los seres humanos a los animales (Guan et al., 2003, p. 278).

      En sus conclusiones, los investigadores afirmaron que los mercados de animales vivos, como el de Shenzhen, “proporcionan un lugar para que los virus […] se amplifiquen y transmitan a nuevos hospederos, incluidos los humanos”; de acuerdo con su explicación, las civetas, el perro mapache y los tejones turones pudieron haberse infectado de la fuente animal que constituiría el reservorio del virus en la naturaleza, y haberse convertido en hospederos intermedios en medio de “las prácticas culinarias” en los mercados al sur de China, que aumentaron “la oportunidad de transmisión de la infección a los seres humanos” (Guan et al., 2003, p. 278).

      Con el tiempo y la ocurrencia de nuevas afecciones, los estudios virológicos permitieron identificar, con cada vez más precisión, a un género de quirópteros —los murciélagos de herradura (Rhinolophus)— como los hospederos naturales del coronavirus del sars (Ge et al., 2013; Hu et al., 2015; Li et al., 2005; Yang et al., 2016), así como afirmar, además, que algunos coronavirus de murciélagos podrían llegar a infectar directamente a los humanos sin que para ello fuera necesario su paso por hospederos intermedios (Ge et al., 2013). En la figura 3, se presentan fotografías de animales relacionados con la génesis del proceso de configuración de la epidemia de sars.

      Figura 3. Animales relacionados con la génesis del proceso de configuración de la epidemia de sars

Figura 3.

      Fuente: fotografías tomadas de Pskhun (2018), Rudloff (2020) y Sartore (2020b y 2020c)

      Hasta el 5 de julio del 2003, cuando la oms anunció que se habían roto “las cadenas humanas de transmisión del virus” en todo el mundo, la epidemia de sars había afectado a más de 8000 personas en treinta países y territorios —“el 20 % de todos los casos se registró entre el personal de atención de salud”— y había provocado la muerte a cerca del 10 % de ellas (oms, 2003a, p. 84). De acuerdo con la oms, “[e]l impacto económico del brote […] ha[bía] sido considerable” y había dado muestras de “la importancia […] [de] una nueva enfermedad grave en un mundo estrechamente interdependiente y sumamente móvil” (2003b, p. 84).

      La epidemia de síndrome respiratorio de Oriente Medio del 2012

      La segunda afección grave a la salud de los humanos, relacionada con coronavirus, en el siglo xxi estalló en abril del 2012 en un hospital de Zarqa, al norte de Jordania. Allí, cinco miembros del personal de la unidad de cuidados intensivos enfermaron gravemente de un síndrome respiratorio agudo y dos murieron. Las muestras de estas dos personas fueron almacenadas y, retrospectivamente, analizadas y confirmadas para el que sería un nuevo coronavirus (Bleibtreu et al., 2020; who, 2012).

      En junio, el nuevo coronavirus fue aislado por primera vez a partir de una muestra de esputo de un hombre de 60 años que había sido internado en un hospital de Yeda, en Arabia Saudita, al este y sur de Jordania, y que, sin “antecedentes de enfermedad cardiopulmonar o renal”, había presentado, con un desenlace letal, neumonía aguda e insuficiencia renal (Zaki et al., 2012, p. 1814). En septiembre, el coronavirus fue nuevamente aislado, en esa oportunidad, de muestras de un hombre de 49 años que, con una “enfermedad respiratoria grave inexplicable”, había sido recibido en un hospital de Londres procedente de Qatar y con antecedentes de haber viajado a Arabia Saudita (Bermingham et al., 2012). El virus de Yeda fue llamado “coronavirus humano Erasmus Medical Center (emc)” y el de Londres, “coronavirus humano England 1” (De Groot et al., 2013, p. 7790).

      Ya en julio del 2013, tras originarse casos de enfermedad respiratoria grave por el nuevo coronavirus en Jordania, Arabia Saudita, Qatar y Emiratos Árabes Unidos, en Oriente Medio, y tras presentarse, en relación con algunos de ellos, casos en Reino Unido y Francia, el nuevo coronavirus fue llamado —por parte del ictv y en consenso con los investigadores pioneros, la oms y el Ministerio de Salud de Arabia Saudita— “coronavirus del síndrome respiratorio de Oriente Medio”, o mers-CoV por su acrónimo en inglés (De Groot et al., 2013, p. 7791).

      Los hallazgos filogenéticos y epidemiológicos les permitieron a los investigadores del ictv, quienes se abstuvieron de “etiquetar al mers-CoV como un coronavirus humano” (De Groot et al., 2013, p. 7791), afirmar la “naturaleza principalmente zoonótica” de la infección y su “limitada transmisión de persona a persona” (De Groot et al., 2013, p. 7790). La experiencia con el sars había derivado en la identificación del papel de los murciélagos en la diversidad genética de los coronavirus y su propagación, y la nueva epidemia no hacía más que afianzar estos hallazgos. Los murciélagos parecen ser los hospederos naturales del virus, y aunque no se han establecido “relaciones epidemiológicas entre las infecciones humanas por el mers-CoV y los murciélagos” (Goldstein y Weiss, 2017, p. 3), y el salto entre las especies luce más probable a través de un hospedero intermedio, como en el sars, los murciélagos podrían también llegar a ser su “fuente inmediata” (De Groot et al., 2013, p. 7790).

      En esta línea, la confirmación del hospedero natural y la búsqueda del hospedero intermedio del virus siguieron orientando las investigaciones. Rápidamente, se establecieron relaciones genotípicas entre el mers-CoV y los betacoronavirus identificados en murciélagos africanos y europeos (Corman et al., 2014; Goldstein y Weiss, 2017) y del género Tylonycteris (Hu et al., 2015), así como relaciones epidemiológicas entre casos humanos de mers y dromedarios, o camellos arábigos —Camelus dromedarius— (Reusken et al., 2013), que llevaron a aislar de mues- tras de estos animales, en principio, en Qatar y Arabia Saudita; estos virus resultaron estar directamente relacionados con el mers-CoV (Haagmans et al., 2014; Memish et al., 2014). Ya a estas alturas, las relaciones epidemiológicas, genéticas y fenotípicas entre las infecciones humanas de mers-CoV y los dromedarios parecían concluyentes (Goldstein y Weiss, 2017, p. 3). En la figura 4, se presentan fotografías de animales relacionados con la génesis del proceso de configuración de la epidemia de mers.

      Figura 4. Animales relacionados con la génesis del proceso de configuración de la epidemia de mers

Figura 4.

      Fuente: fotografías tomadas de Dugdale y Phetsri (s. f.) y Sartore (2020a)

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