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Las leyes de la moral cósmica. Omraam Mikhaël Aïvanhov
Читать онлайн.Название Las leyes de la moral cósmica
Год выпуска 0
isbn 9788412406856
Автор произведения Omraam Mikhaël Aïvanhov
Жанр Философия
Издательство Bookwire
Así que, probadlo ahora: si queréis recibir algo que os gusta mucho, procurad primero darlo, y lo tendréis inmediatamente. No podemos recibir aquello que no hemos dado. Diréis: “Pero esto no es cierto, hay personalidades muy ricas, muy bien situadas, que no dan nada a los demás, son cerradas, despreciativas, y sin embargo reciben sin cesar respeto, estima, honores…” Es, sencillamente, porque dieron todo esto en el pasado y ahora lo reciben. Pero si siguen siendo altaneras y sin amor, recibirán exactamente las mismas cosas más tarde, a través de los demás.
El secreto del éxito, el secreto de la felicidad, consiste en manifestar aquello que queréis tener. Si queréis sonrisas, buenas miradas, dad sonrisas y buenas miradas. Si queréis que el Cielo, que un ángel venga a instruiros, encontrad a alguien que esté menos instruido que vosotros, y empezad a ponerle algunas luces en la cabeza; inmediatamente, esto se refleja en el mundo invisible y así ya estáis llamando a alguien para que venga a hacer lo mismo con vosotros.
Sí, esta ley es formidable, y podemos utilizarla en muchos otros terrenos. Porque solamente sonreír y recibir una sonrisa es muy poca cosa. Habéis dado una sonrisa y os la han devuelto... Habéis sido gentiles y amables, y han sido gentiles y amables, bueno, está bien; os habéis saludado atentamente, vale, es necesario, os sentís reconfortados, pero hay que aplicar esta ley en otras regiones para que provoque resultados aún más formidables que una sonrisa, que un apretón de manos, que una mirada, o unas palabras amables al pasar. Podemos remover el universo entero con esta ley, y esto es lo interesante: poder ir lejos, muy lejos, remover regiones en el espacio.
Sólo podéis cosechar los frutos que corresponden a las semillas que habéis sembrado. Que haya habido intemperies, que el sol haya sido demasiado fuerte y lo haya quemado todo, que no haya llovido, o que los pájaros o los topos se hayan comido vuestras semillas, eso es otra cuestión. Se trata de accidentes que no cambian en nada la realidad. Lo que la semilla posee dentro de sí misma, no podéis quitárselo. Podéis impedirle que dé frutos, pero no podéis cambiar su naturaleza. Y de lo que yo os hablo, es de la naturaleza de la semilla. Por tanto, que seáis siempre amables, gentiles, educados, y que nunca os tengan en cuenta, todo esto son detalles; hay que ver quién lo hace, cuándo y en qué condiciones... Sois demasiado buenos, demasiado caritativos, demasiado generosos, demasiado confiados, y entonces ya estáis clasificados en la categoría de los imbéciles, y sufrís los convencionalismos pasajeros de los humanos. Pero eso no quiere decir nada, porque la gente y las condiciones cambian, mientras que las leyes son inmutables. Y cuando de nuevo cambien los valores, cuando cambien las opiniones y los comportamientos, todo volverá a su sitio y cosecharéis lo que hayáis sembrado.
De momento, claro, hay que ser un jefe para ser apreciado, hay que aplastar un poco a la gente, morderla, sacudirla, y así os consideran como alguien muy interesante, pero esto no será así durante toda la eternidad, y al cabo de algún tiempo, vendrá otro jefe y os retorcerá el cuello. ¿Por qué? Porque habéis sembrado esta semilla, y ahora os envenena vuestra propia semilla, es una cuestión de ajuste, de tiempo. No debéis dejaros extraviar por las apariencias, porque las apariencias no duran: algún tiempo después vemos cómo esta persona violenta, es maltratada por otra todavía más violenta que ella. Así que, no os apresuréis en buscar objeciones. Yo las conozco mejor que vosotros, y puedo objetar yo mismo mis propios argumentos, yo soy el primero en poner objeciones para destrozarlos, no espero a que los demás me pregunten: “Sí, pero... ¿por qué esto?, ¿por qué aquello?...” Dentro de mí, cojo mis argumentos, los ataco, y si resisten, haga lo que haga, entonces digo: “Esto es oro, esto es oro; así que se trata de una verdad...” ¿Y los que no resisten? Pues bien, no me queda sino enterrarlos: “Amén... aquí yace...”
Ahora, os daré una imagen. Imaginaos una selva con animales, pájaros, flores y árboles frutales de todas clases. ¡Una riqueza! Todo el mundo puede disfrutarla. Pero hay un inconveniente: está rodeada por unos muros muy altos y muy espesos que la hacen inaccesible. Incluso han puesto sobre estos muros trozos de vidrio y alambre de espino. Por si fuera poco, esta selva es peligrosa porque hay animales que se pasean por ella: osos, leones, tigres que se zamparán al imprudente que venga a aventurarse por ahí. Sí, pero vosotros necesitáis estos frutos, ¿qué hacer?... De repente os dais cuenta de que hay monos en los árboles, ¡Ya está!, ¡estáis salvados! Tomáis una cesta de naranjas, os acercáis al muro y empezáis a lanzarlas, una tras otra, contra los monos... Y como los monos son perfectos imitando, ellos también toman frutos de los árboles, muchos, y os los lanzan. Sólo tenéis que recogerlos, y os volvéis cargados de cestas de frutos. El secreto era, pues, lanzar naranjas contra los monos.
Diréis: “¿Pero qué historia es esa? ¡Como si tuviésemos ocasión de ir ante el muro de una selva a lanzar naranjas contra los monos!” Pero es una imagen. ¿Nunca habéis visto a un sembrador en su campo? Lanza naranjas contra los monos; sólo que estas naranjas son minúsculas, y los monos están ocultos un poco más abajo, bajo tierra. Cuando el sembrador ha terminado, se va tranquilamente, y cuando vuelve unos meses después, recoge la cosecha para llenar los graneros. “¡Ah bueno!, diréis, si es así, lo hemos comprendido...” No, no habéis comprendido nada todavía, no habéis descifrado la imagen... Aquí, los monos son las fuerzas de la naturaleza; que estén bajo tierra o que estén sobre los árboles, esto no tiene ninguna importancia, es un símbolo. Y ahora, ésta es la explicación: el universo que Dios ha creado es una selva que encierra todas las riquezas que el hombre pueda desear. Los muros son los obstáculos que le impiden al hombre alcanzarlas; los monos son criaturas del mundo invisible; las naranjas, son la luz y el amor que decidís proyectar con vuestros pensamientos y vuestros sentimientos. ¿Y qué sucede entonces? Algún tiempo después, las criaturas del mundo invisible hacen lo mismo que vosotros, y os mandan el céntuplo de frutos, es decir de bendiciones. Pero si lo que enviáis es vuestra acritud, vuestro odio, vuestra ira, éstos también os serán devueltos un día.6
“Cosecharéis lo que hayáis sembrado”, es lo mismo que decir: según la forma en que actuéis en el presente, ya os preparáis vuestro futuro. En cada instante, con vuestro trabajo interior, podéis orientar vuestro futuro. En cuanto tomáis una decisión, buena o mala, orientáis ya vuestro futuro en sentido bueno o malo.
Suponed que hoy hayáis decidido servir a Dios, ayudar a los humanos, no dejaros influenciar más por vuestra naturaleza inferior: inmediatamente, vuestro futuro se vuelve bello, luminoso, poderoso, todas las maravillas os están reservadas. ¿Por qué no las vivís? Porque el pasado os tiene cogidos todavía. Pero si trabajáis manteniendo siempre la misma decisión, la misma dirección, poco a poco el pasado se liquida, y un buen día recibís vuestra herencia divina. Pero si decidís vivir de nuevo una vida egoísta, todo cambia: os preparáis un futuro muy distinto lleno de sufrimientos y desilusiones. Claro que, de inmediato, seguís alegrándoos, haciendo negocios, vuestro presente sigue siendo el mismo porque todavía tenéis algunas reservas y no veis el futuro sombrío que os espera. Pero cuando las reservas se agoten, este futuro espantoso estará ahí, de repente. El futuro es fácil de crear, pero el pasado es difícil de borrar.
Os daré otra imagen. Queréis salir de viaje y dudáis entre Niza y Moscú... Supongamos que, finalmente os decidís por Niza: desde ese momento, el camino por el que vais a pasar está determinado, los paisajes, las estaciones, los encuentros... Desde el momento que partís en tal dirección, todo está calculado, debéis seguir un itinerario fijado de antemano. No sois vosotros los que creáis los paisajes, su existencia no depende de vosotros, pero lo que sí depende de vosotros es la elección de la dirección.
Nosotros no creamos el futuro. Cuando decimos que el hombre crea su futuro, se trata de una forma de hablar, sería mejor decir que escoge una dirección. Decís: “Tomaré este camino”, de acuerdo, pero no seréis vosotros quiénes crearéis lo que os encontréis en este camino. Se trata de regiones,