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y al final ha presentado dieciséis puntos muy concretos que sirven de guía sobre lo que se puede hacer en esta pandemia global. ¿Podría dar más detalles?

      Vijay: Para ponerle en contexto, la Asamblea Internacional de los Pueblos es una plataforma compuesta por unas setecientas organizaciones de más de ochenta países. Y desde el Instituto Tricontinental de Investigación Social hemos trabajado en colaboración con la Asamblea para aportar lo que creemos que es un plan muy racional.6 En parte, la intención de elaborar esta agenda era demostrar que no podemos hacer las cosas de manera fragmentada, un confinamiento aquí, otra cosa allá. A nadie le inspira confianza ver a personajes estrafalarios como Boris Johnson diciendo un día una cosa y otro día otra. Por eso quisimos articular este plan de dieciséis puntos. La segunda consideración que quiero hacer antes de entrar en materia es que una de las mayores victorias del neoliberalismo, esa filosofía que el capitalismo ha estado fomentando durante casi un siglo, es sugerir que el Estado y las instituciones estatales son autoritarias o problemáticas, y que es el sector privado, y no el Estado, quien debe actuar, y si el Estado está involucrado de alguna manera, entonces el sector privado debe acompañarlo. La austeridad que venimos experimentando es en realidad el resultado de un vacío ideológico que ha intentado destruir no solo las instituciones estatales, sino también el concepto de Estado. Según esto, está bien tener una fuerza policial y militar, pero no está tan bien disponer de un sistema de salud público. En Camino de servidumbre, lo que Friedrich Hayek argumenta, básicamente, es que el camino hacia la creación de instituciones estatales conduce al gulag. En contraste, ahora estamos viendo que son los países que cuentan con instituciones estatales sólidas, ya sea China o Corea del Sur, los que consiguen combatir la Covid-19 de forma efectiva. Otro ejemplo es el pequeño estado de Kerala, en la India, con una población de 35 millones de habitantes. Kerala ha creado y mantenido unas instituciones estatales en contra de la enorme presión de organizaciones como el Fondo Monetario Internacional, que les dice: «¡Acabad con vuestro Estado!». Así pues, este análisis que acabo de hacer nos conduce a defender la importancia de las instituciones públicas, llámese Estado o no. La Covid-19 no es la última pandemia. Es el inicio de una nueva época. Además de impulsar la salud pública, también tenemos que aumentar el control público de las compañías farmacéuticas, que, hoy por hoy, se dedican sobre todo a las enfermedades de los ricos y no cuentan con incentivos para invertir en la experimentación de los potenciales problemas sanitarios públicos. Cuando elaboramos los dieciséis puntos, incidimos directamente en la necesidad de más instituciones públicas y de más presión sobre los Gobiernos desde abajo. Ahora mismo, los titulares dicen: «España nacionaliza los hospitales», pero no creo que estén nacionalizando nada; es una tomadura de pelo. Sin embargo, la pregunta más importante es: si los países pueden nacionalizar los hospitales e implementar las llamadas «políticas socialistas» en tiempos de emergencia, ¿por qué no lo hacen en tiempos de «normalidad»? Esta es parte de la demanda que la población tiene que hacer desde abajo. El otro punto que quiero comentar es el referente a las rentas. En los últimos treinta años, debido a los grandes beneficios por productividad y la derivación de la producción hacia los países con salarios bajos, hemos visto un desempleo estructural y un subempleo o empleo «precario» a gran escala. A nivel global, cada vez más gente, centenares de millones, se ve incapaz de conseguir un trabajo a jornada completa. Durante mucho tiempo, sobre la mesa hemos tenido la noción de renta básica universal, gracias a la cual las familias y los individuos reciben cierta cantidad de dinero por parte del Gobierno. Esto, además de otras demandas como el salario mínimo y los programas laborales con financiación gubernamental, vuelve a estar en la agenda. Sin embargo, lo que suele ocurrir en una crisis es que la clase capitalista aprovecha la situación en su propio beneficio y los movimientos sociales se pasan por alto. Reconozco que esto se debe, en parte, a que nuestros movimientos no son suficientemente fuertes. Tenemos que volver a incluir nuestras peticiones en la agenda y reorientar la labor de nuestros movimientos. Por ejemplo, la clase capitalista ha utilizado el concepto de renta básica universal de un modo muy distorsionado. En vez de invertir en el bienestar social o en escuelas públicas, educación, sanidad, parques y transportes, proponen darle a todo el mundo una cantidad en efectivo y privatizar todos estos servicios, de modo que los usuarios tengan que pagar por ellos. La renta básica universal no debería ser un sustituto de los servicios públicos, sino un complemento. La gente preguntará: «¿Y cómo lo financiaréis?». Mira, en 2016 se estimó que en los paraísos fiscales había colocados unos 36 billones de dólares.7 Por lo tanto, otro aspecto a destacar es el control del capital para obligar a mantenerlo en la jurisdicción fiscal correspondiente. Lo que necesitamos es una fiscalidad sólida y no ir dándole las gracias a Bill Gates por su donación para la investigación de la Covid-19, lo que deberíamos hacer es reclamarle sus impuestos. Lo que necesitamos no es la filantropía de los multimillonarios, sino sus impuestos. La sociedad ya dispone de suficientes recursos: billones destinados a defensa y billones que van a parar a los paraísos fiscales. Esto es lo que necesitamos para conseguir una sociedad decente y más igualitaria, y no este tipo de sociedad criminal en la que un virus es capaz de paralizarnos a todos.

      Srećko: Déjeme volver sobre la cuestión del Estado y el papel de las instituciones fiscales en la actualidad, sobre la que usted ha desarrollado una propuesta muy interesante y concreta. La pandemia actual está obligando hasta a los partidarios del neoliberalismo a reconsiderar la importancia del Estado. Esta situación evidencia la necesidad de una cooperación transnacional y grandes proyectos de infraestructuras, y quisiera compartir con usted una idea que parecía absolutamente fuera de lugar hace pocos años: es la propuesta de Frederic Jameson en American Utopia, y consiste en la utilización del ejército estadounidense como una institución que se emancipa, una institución que ayuda a la población en vez de librar guerras por el petróleo.

      Vijay: Ya tenemos el ejemplo de un ejército que no va a la guerra, sino que va a curar, y es el ejército cubano. Cuba ha producido un ejército de médicos, enfermeras y personal sanitario sin los cuales el ébola no se habría contenido. El Gobierno de Estados Unidos se atribuye el mérito de haber enviado personal, pero fueron los cubanos los que estuvieron en primera línea junto a los médicos africanos en la lucha contra el ébola. Hoy, los médicos cubanos vuelven a estar en primera línea. Cuando Jair Bolsonaro subió al poder en Brasil, una de las primeras cosas que hizo fue echarlos, tal y como lo hizo Jeanine Áñez cuando tomó el poder en Bolivia tras el golpe de Estado. Ahora, los brasileños están pidiendo que vuelvan porque saben que Cuba ha empleado su superávit no para formar un enorme ejército que bombardee a la gente, sino un ejército de médicos y personal sanitario. También hay un debate sobre si China hizo lo suficiente cuando apareció la Covid-19. He estado hablando con personas de allí sobre la secuencia de acontecimientos antes de que informaran a la Organización Mundial de la Salud (OMS) y, a mi parecer, no ocultaron nada. Todo sucedió muy deprisa: el 27 de diciembre tomaron muestras de un paciente y se confirmó que tenía un nuevo tipo de virus, y para el 3 de enero ya habían informado a la OMS. La administración Trump intenta aprovechar con fines geopolíticos el hecho de que el virus aparentemente surgió en Wuhan, pero la verdad es que son los chinos los que están enviando asistencia médica y suministros a países de todo el mundo, ya sea Italia, Serbia o Grecia. Y son los médicos rusos los que han ido a Venezuela. Los venezolanos solicitaron del Fondo Monetario Internacional cinco mil millones de dólares para financiar la maquinaria necesaria para hacer frente a la Covid-19, y el FMI, que había anunciado que disponía de un billón de dólares para ayudar a sus miembros, se lo negó al momento.8 Es lo mismo que cuando Washington le negó a Venezuela los médicos que les enviaron los rusos. Ahora estamos en una época diferente en la que es posible ver quién es despiadado y qué Estados se están desplomando, por un lado, y qué Estados intentan ser decentes en la escena mundial.

      Srećko: la Covid-19 también es una muestra de lo rápido que el mundo está cambiando geopolíticamente, en el sentido de que esos Estados que respondieron de forma irresponsable a nivel nacional también son egoístas a nivel internacional. Naciones como Irán siguen estando sancionadas por Estados Unidos en vez de recibir asistencia. Y la respuesta de Europa, el fracaso de algunos países para asistir a sus vecinos como Italia y España, demuestra a las claras la falta de cualquier tipo de visión geopolítica dentro de la Unión Europea. Déjeme preguntarle por uno de sus dieciséis puntos, el que hace referencia a la suspensión del dólar como la divisa internacional.

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