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La verdad, fuente de santidad. Claudio Rizzo
Читать онлайн.Название La verdad, fuente de santidad
Год выпуска 0
isbn 9789505008292
Автор произведения Claudio Rizzo
Жанр Сделай Сам
Серия Predicaciones
Издательство Bookwire
Sugiero siempre releer cada capítulo por sus contenidos y sus reflexiones.
Agradezco a nuestro Padre Eterno en la persona de Cristo por donarnos su Espíritu para provecho común, 1 Co 12, 7.
A la Virgen Santa por acompañarme en cada predicación e instruirme con su oración. Y a todos los hermanos que tanto en mis programas radiales desde hace veinticuatro años consecutivos están en las sintonías buscando al Dios de la Vida…
Agradezco renovadamente a Pedro, sacerdote verbita, que como director de la Editorial Guadalupe me acompaña cercanamente en todas mis publicaciones.
Sigamos construyendo el Reino.
Claudio Rizzo
1ª Predicación
“Beneficios divinos: andar en la verdad I”
“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.
Nadie va al Padre sino por mí”.
Juan 14, 6
Definir desde el inicio de nuestro desarrollo qué es la verdad nos ayudará a situarnos en la dimensión de la verdad a la cual nos mueve el Señor Jesucristo. Desde una perspectiva filosófica, la verdad es la relación entre la inteligencia y el ser. Se suele decir entre la vox y la res. Esta última alude a la esencia, a la actividad de la cosa. Sin embargo, el fundamento de la verdad es el acto de ser y no la esencia. Igualmente, en la relación ser-acto conviene distinguir que el “ser” es visto no desde el exterior, como un dato o como una existencia fáctica, y ni siquiera como una “realidad” que estuviera frente al pensar. Por eso, se deduce claramente que ser y automanifestación no pueden, en rigor, separarse. El “acto”, en cambio, tiene la intención de cambiar o enriquecer la concepción del ser haciendo confluir toda la meditación sobre el ser. Entonces, el acto que es correlato del ser es, en realidad, su propia interioridad: el ser vivido, experimentado desde dentro.
En este sentido, es que Santo Tomás de Aquino agrega a la existencia el acto de ser. No se limita solo a esencia y existencia. Somos seres contingentes, esto es, somos lo que somos, pero podemos no serlo. Dios nos da el acto de ser lo que somos. Ahora bien, existe una verdad lógica que procura una conformidad con el ente; es una relación entre el intelecto y el ente y una verdad ontológica que consiste en inteligir; esta verdad es previa a la lógica. Por ejemplo, los actos de sentir, comprender tienen una verdad ontológica.
Podemos preguntarnos; ¿Por qué no se puede conocer la verdad con los sentidos o la simple aprehensión? Y la respuesta es porque la sensación y simple aprehensión conocen el objeto, pero no su conformidad con él, para lo cual se requiere la reflexión. La sensación (ver, gustar, oír) no reflexiona dado que es un acto material. Lo mismo sucede con la aprehensión. Una cosa es conocer la esencia (lo que define el ser) y otra es conocer la conformidad de la esencia con la realidad (por ej. el concepto de un dinosaurio: la verdad existe materialmente pero no formalmente). La inteligencia juzga reflexionando sobre la conformidad (verdad) o discontinuidad (error). Solo aparece la verdad cuando conozco la relación (conformidad).
En síntesis, hay verdad lógica cuando ésta reside en la inteligencia. Hay verdad ontológica cuando ésta reside en lo divino.
Un ejemplo evidente, entre los santos, ha sido el de Sta. Teresa de Jesús, quien ha conocido la verdad y se ha hecho prisionera de ella. Desde muy niña, aquel “para siempre, para siempre” (Vida 1, 5) que la llevó con su hermano Rodrigo a tierra de moros, fue fijando la huella de su vida. Conquistar a Dios definitivamente era su meta. Y la verdad era el camino para llegar a ella. Por eso, en las cuartas moradas nos dice: “Puedo errar en todo, mas no mentir, que por la misericordia de Dios antes pasara mil muertes” (Cuartas moradas 2, 7).
Por eso, conquistar a Dios a través de la verdad, única vía posible de encuentro. Por eso, lo buscamos desde nuestros límites, no desde la heroicidad.
Cuando Edith Stein leyó el libro de la vida de Santa Teresa dijo lacónicamente: “Esto es la verdad”. Y el que es verdad ofrece la verdad. Siempre consideremos que callar no es mentir… Ocultar la verdad, en vez, o bien decirla a medias, acentuar una palabra sobre otra, son modos sutiles de mentir, con frecuencia admitidos en nuestra sociedad. Santa Teresa incluso termina algunas de sus cartas con una frase tajante: “Porque es verdad lo firmo. Teresa de Jesús”.
Las mentiras hipotecan nuestra personalidad. Nos tornamos desfondados. En un sentido ontológico, frente al Evangelio de Jesús y al mundo lo que nos define es la carencia de interioridad…esa ausencia de espacio para pensar y amar… Hay tesoros interiores que solo se adquieren en la intimidad divina…con el silencio, las obras en secreto, la fe y esperanza renovadas, la caridad, la oración de simplicidad, el servicio genuino… etc.
Observamos en Teresa, su actitud de búsqueda madurativa. No permite que le vivan su vida (o sea que otros piensen, sientan o actúen por ella). Tampoco aparenta vivir la vida que no tiene. Incluso, en sus escritos comenta que “en esto de hipocresía y vanagloria jamás me acuerdo de haber ofendido al Señor, en esto el demonio muy poco me ha tentado”. Y agrega: “cuántos males se evitarían si entendiésemos que el negocio no está en guardarnos de los hombres”.
Andar en la verdad es vislumbrar el camino correcto que honra desde nuestra vulnerabilidad a Aquel que es el Verdad: Jesucristo, el Señor.
Muchas veces, se tapan las rajaduras del alma con la mentira. Tal vez, los enredos, las concesiones, la carencia de una conciencia sincera pueden generar un estilo de vida o modo de ser en el que la verdad se ausenta.
La mentira se define como decir una falsedad con intención de engaño. Los invito a escudriñar las distintas modalidades que las mentiras pueden adoptar, a fin de detectar residuos que pueden estar en nuestra historia:
Mentiras fantásticas: dada la motivación imaginaria, en los niños, y las cosas que los adultos podemos inventarles, desde cuentos de hadas hasta otros, no es raro que, de vez en cuando, ellos inventen cuentos imaginarios. La misma estimulación imaginaria-creativa de los adultos induce a los niños a esto. El problema emerge cuando los niños se refugian en un mundo de fantasía para obtener el placer y satisfacción que su ambiente no les suministra. Si esto se torna un hábito en ellos, se debe buscar ayuda profesional para vencer los trastornos.
Mentiras imitativas: si esperamos que los niños sean veraces, los padres deben evitar cuidadosamente las mentiras. Como los niños observan la falta de veracidad de los padres o de uno de ellos, puede llegar a creer que la mentira es aceptable.
Mentiras de exageración: en la niñez se suele exagerar… no obstante, conviene ayudar al niño que sus confirmaciones son inexactas y que es aconsejable que diga la verdad.
Mentiras sociales: son hermanas de las mentiras imitativas. Son aquellas mentiras que los padres mandan a decir a los niños. Por ejemplo, mamá no está, o salió, o está enferma… Probablemente, el niño seguirá creyendo que la falsedad es aceptable.
Mentiras defensivas: es la más común. Ante la posibilidad del castigo, el niño suele echar mano a la mentira para evitar las consecuencias de su conducta. Así evita una situación desagradable.
Dejamos para más adelante las compensatorias, las antagónicas, las vengativas y las patológicas… Indudablemente, la mentira en el adulto, como podemos darnos cuenta, suele ser indicio de que la persona es incapaz de aceptarse tal como es. Cuando una persona tiene un moderado concepto de sí misma no necesita falsificaciones para defenderse e impresionar a otros con su valía. En general, cuando se instala el sentimiento de inferioridad se tiende a mentir; con el intento de mostrar a los demás que tiene éxito.
La falta de buena relación con Dios, ofreciéndole a diario nuestra labilidad humana y poca humildad, es causa de mentira. Bíblicamente, dice el Salmo 149, 4 dice: “Corona con el triunfo a los humildes” y en el Magníficat, Lucas 1: “enaltece a los humildes”. La vieja naturaleza siempre está presente, pero Dios tuvo